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ACTITUD FRENTE A LA VIDA Y A LA MUERTE

HOMILÍA DEL QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 26 de marzo de 2023

Hemos llegado al quinto Domingo de Cuaresma, el próximo domingo será ya Domingo de Ramos. Y, me viene espontánea una pregunta: ¿Hemos recorrido este camino cuaresmal? Puede ser que sí, espero que sí, pero también puede ser que algunos, porque no quiero decir “muchos”, no lo hayan hecho y no se hayan acercado al amor y a la misericordia de Dios.

El Evangelio de hoy nos narra la resurrección de Lázaro. Francisco nos dice que, “Es el culmen de los “signos” prodigiosos realizados por Jesús. Será un gesto demasiado grande, demasiado claramente divino para ser tolerado por los sumos sacerdotes, los cuales, cuando supieron del hecho, tomaron la decisión de matar a Jesús”.

Quiero destacar unos tres aspectos en este relato. Lo primero de lo que quiero hablar es de la HUMANIDAD de Jesús. Es quizás uno de los pasajes del Evangelio que más destaca este aspecto del Señor. Vemos a un Jesús muy humano, un Jesús que comparte la amistad, que es amigo. Nunca oculta su cariño hacia sus amigos, y la frase del Evangelio es clara: “…tu amigo, está enfermo”.

Y ese Jesús amigo, llora ante la tumba de su amigo. Jesús no puede contenerse, también Él “se echa a llorar” y la gente comenta: “¡Cómo lo quería! Es que la partida, la muerte de un amigo rompe el corazón del amigo. Lo hemos experimentado todos posiblemente, hemos llorado todos ante la muerte de un amigo. El gran poeta de la canción, Alberto Cortez, nos dice en su canción: “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo”.

El segundo aspecto que puedo destacar es nuestra ACTITUD FRENTE A LA VIDA Y A LA MUERTE. Como que todos llevamos en lo más íntimo de nuestro ser un deseo insaciable de vivir. Frente a la muerte nos hacemos muchas preguntas: ¿Por qué hemos de morir? ¿Por qué la vida no es más dichosa, más larga, más segura, más vida?

Hoy, como en todas las épocas, nos preguntamos sobre el sentido de nuestra vida y el sentido de nuestra muerte: ¿Qué va a ser de todos y cada uno de nosotros?

¿Qué podemos hacer frente a la muerte? ¿Rebelarnos? ¿Deprimirnos? ¿Tener esperanza?

Así, ante este cuestionarnos en profundidad, podemos entender el “reclamo” de Marta, la hermana de Lázaro, un reclamo hecho en el contexto de amistad, de confianza, de dolor profundo, de fe en Él: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero sé que en cualquier cosa que pidas a Dios, Él te la concederá”.

Marta pide “el milagro”, confía en Jesús. A ellas, a Marta y María, Jesús les dijo las palabras que se imprimieron para siempre en la memoria de la comunidad cristiana: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá para siempre … ¿Crees tú esto?”.

¿Creemos nosotros hoy en la resurrección? ¿Creemos que Jesús es la resurrección y la vida? El Señor nos hace hoy a nosotros esta pregunta, a ti, a mí, a todos.

Marta responde: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Pero, en realidad ella no ha entendido que la luz y la vida ya han venido al mundo. Marta habla en un tiempo futuro, pero no comprende que ese tiempo ya ha comenzado. Está allí presente, es Jesús, el Señor de la Vida. Las palabras de Marta: “resucitará en el último día”, las dice ante el “yo soy la resurrección y la vida”.

Y el tercer aspecto que quiero destacar es acerca de las ATADURAS, de las VENDAS, de la PIEDRA DEL SEPULCRO. Jesús va hacia la tumba, frente a la tumba de su amigo Lázaro grita con gran voz: “¡Lázaro, sal fuera!” Y nos dice el Evangelio que el muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario.

Ese grito de Jesús, queridos hermanos, también está dirigido a nosotros hoy, porque todos estamos marcados por la muerte, Jesús es el dueño de la vida y quiere que todos tengamos vida en abundancia. Y todos, todos, queridos hermanos, tenemos ataduras en pies y en manos, todos tenemos una piedra en el sepulcro de nuestras vidas.

Me gustan mucho las palabras de Francisco que nos dice: “Cristo no se resigna a los sepulcros que nos hemos construido con nuestras elecciones de mal y de muerte, con nuestros errores, con nuestros pecados… Él nos invita, casi nos ordena, que salgamos de la tumba en la cual nuestros pecados nos han hundido”.

Escuchemos hoy la voz de Jesús que nos grita a cada uno de nosotros. Es una invitación a dejarnos liberar de las vendas, de las vendas del orgullo, porque nos hace esclavos, esclavos de nosotros mismos, esclavos de tantos ídolos, de tantas cosas. Liberarnos de las vendas del chisme, de la murmuración, del insulto, que nos hace esclavos de nuestra propia lengua.

Pudiéramos seguir la lista, sería larga. ¿Cuáles son tus vendas que te atan? Piénsalo ahora, aquí, entra en tu interior y pregúntate qué te está atando.

Hoy debe comenzar nuestra resurrección, cuando decidamos obedecer a esta orden de Jesús de SALIR, salir del sepulcro, quitar la piedra que nos encierra en nuestros pecados. Dejemos que caigan las ataduras y vendas de nuestros pecados y creamos en que Jesús es la Vida aquí y es la Resurrección, la Vida plena que nos espera allá.

Termino con una frase del Papa Francisco: “No hay límite a la misericordia divina. El Señor está siempre listo para levantar la piedra tumbal de nuestros pecados que nos separa de Él, luz de los vivientes” (Francisco).

Que la Virgen María nos ayude a vivir el amor misericordioso de su Hijo, que hizo suyo el dolor de los demás y supo responder en amor al mismo. ASÍ SEA.