¡Adelante queridos catequistas!
Quito, 02 de octubre de 2021
Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb
“Ángel de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, ruega por mi alma a la Virgen María”.
“Ángel de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, guíame, gobiérname, protégeme, puesto que a ti me ha confiado la bondad divina, así sea”.
Son dos oraciones sencillas que están en el corazón de los fieles y que hemos aprendido desde niño, quizás nuestras madres, las de todos nosotros, nos las enseñaron a rezar en la cuna y puede ser que la continuemos rezando cada día, por lo menos yo, rezo la segunda siempre, cada día, cuando salgo de casa.
Y hoy, precisamente en este día en que celebramos a los Ángeles Custodios, iniciamos oficialmente la Catequesis en toda la Arquidiócesis de Quito. Hoy pedimos y rezamos por cada niño y joven, miles de miles, los que lleguarán a nuestras parroquias para ser encaminados, guiados y conducidos por un camino que les lleve al encuentro con el Señor y que les ayude a crecer en su fe.
Y rezamos de manera especial por ustedes, queridos catequistas, que también son miles, para que el Señor y la Virgen acompañen su misión de ser, y lo puedo decir con alegría, verdaderos “ángeles custodios” para cada niño y para cada adolescente. Hoy serán enviados en esta grande y delicada misión de ser catequistas, de colaborar en la educación de la fe.
Las lecturas de hoy son claras. Todos tenemos un ángel siempre al lado, que jamás nos deja solos, y nos ayuda a no errar el camino. Y, si somos como niños, lograremos evitar la tentación de bastarnos a nosotros mismos, actitud que desemboca en la soberbia.
Son dos imágenes las que nos presentan las lecturas, el ángel y el niño. En el libro del Éxodo se nos propone “la imagen del ángel”, que “el Señor da a su pueblo para ayudarlo en su camino”. Nos dice claramente la Palabra de Dios: “Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado”.
El Papa Francisco afirma al respecto: “La vida es un camino, nuestra vida es un camino que termina en ese lugar que el Señor nos ha preparado, pero, nadie camina solo: ¡nadie!... Porque nadie puede caminar por sí solo. Y si uno creyese que puede caminar solo, se equivocaría mucho y caería en ese error, tan feo, que es la soberbia: creer que es grande”.
Y aquí aplico a ustedes esta lectura, queridos catequistas. Ustedes caminan en su vida, no caminan solos, caminan con un “ángel” que los acompaña, que es una ayuda que les recuerda continuamente lo que tienen que hacer. Pero, además, cumplen un papel muy importante: se convierte en verdaderos “ángeles” que acompañan en el camino de niños y de muchachos. Van ayudándoles a caminar, van señalándoles el camino, van alentándolos cuando se cansan, van corrigiéndolos, pero, sobre todo, son ustedes quienes juegan un papel fundamental para llevarlos al lugar que el Señor les tiene preparado. Y esto lo hacen con el propio testimonio de sus vidas.
Ustedes deben ser los primeros que deben tener el corazón abierto para pedir y escuchar consejos, y al mismo tiempo, deben saber aconsejar, llegar al corazón de los niños y muchachos con una palabra, con un consejo, con una corrección y una palabra de aliento.
Jesús en el Evangelio nos propone la segunda imagen, la del “niño”. Los discípulos discutían sobre quién era el más grande entre ellos. Esa tentación también se puede dar entre ustedes, entre el grupo de catequistas. Todos tenemos la tentación de sentirnos o de creernos “grandes”, tenemos la tentación de “ser los más importantes”, de “mandar”, de “ser los primeros”, de decir, quizás no con palabras, aunque a veces sí: “¡Yo quiero llegar a ser más grande que tú!”.
Francisco nos dice: “Jesús les enseña la verdadera actitud: llama a un niño, lo pone en medio de ellos y haciendo así indica explícitamente la docilidad, la necesidad de consejo, la necesidad de ayuda, porque el niño es precisamente el símbolo de quien necesita ayuda, de docilidad para ir adelante”.
“Este es el camino y no el de determinar quién es el más grande…” (Francisco). Recuerden queridos catequistas: “Será el más grande aquel que llegue a ser como niño”. Aquí está el gran desafío para ustedes mis queridos catequistas, un desafío que les invito a vivir hoy y vivirlo en este año de misión catequética. No busquen “ser grandes”, no busquen “ser el más importante”, busquen ser sencillos, ser como niños, ser dóciles y abiertos a todos, busquen servir de verdad.
Y, no olviden de poner en el centro de toda su misión, pero ponerlo de corazón, a los niños y muchachos. Recuerden lo que les he dicho siempre, “ser catequista no es un trabajo, es una vocación”. Están ustedes llamados por Dios a esta misión y deben vivirla así, en sencillez y al mismo tiempo en profundidad.
Tengan ustedes, queridos catequistas, esta actitud de docilidad, esta actitud de estar y escuchar los consejos, de corazón abierto, de no querer ser el más grandes, esa actitud de no querer caminar solos en el camino de la vida. Si así lo hacen, estarán más cerca a la actitud de un niño y más cercanos a la contemplación de nuestro Padre Dios.
¡Adelante queridos catequistas! Caminemos este camino juntos, con estas actitudes de escucha, de ser como niños. Caminemos guiados por nuestros ángeles custodios, como dice Francisco, “tenemos un ángel con nosotros, que nos protege, nos hace oír las cosas… escuchemos la voz de este compañero de nuestro viaje y podemos estar seguros que él nos llevará al final de nuestra vida con sus consejos”. Y, seamos ángeles para los demás, guiando, enseñando y aconsejando.
Que nuestra Madre María les cobije bajo su manto en esta misión de catequistas que hoy iniciamos. ASÍ SEA.