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“Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas nuestras fuerzas”.

HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN EPISCOPAL DE MONS. MAX ORDÓÑEZ

Quito, 10 de diciembre de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

“Bendice, alma mía, al Señor, el fondo de mi ser, a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, nunca olvides tantos beneficios de su mano”. Comienzo esta homilía con las palabras del salmista que nos recuerda que Dios es amor. Y hoy, querido Max, desde lo profundo de tu corazón y de tu alma, bendices y alabas al Señor, bendices todos los beneficios que has visto realizado en tu vida. Hoy, como el salmista, tú dices: “Alma mía, ¡bendice al Señor!”.

Me uno a esta bendición tuya al Señor porque es Él el que te ha llamado a vivir este Ministerio Episcopal. No eres tú quien ha elegido, es el Señor quien ha puesto la mirada en ti y te ha llamado. El Papa Francisco nos lo recuerda claramente a los obispos y te lo recuerda a ti de manera especial hoy: “En cuanto a ti, queridísimo hermano elegido por el Señor, nunca te olvides de tus raíces, de tu madre, de tu familia, tus raíces. Refleja que has sido elegido de entre los hombres y para los hombres, has sido constituido en las cosas que conciernen a Dios. Porque “Episcopado” es el nombre de un servicio, no de un honor”.

Y en este camino de servicio estamos llamados a vivir el amor como estilo de vida. La primera lectura nos ha recordado que debemos “Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas nuestras fuerzas”. Al escoger esta lectura asumes un compromiso para tu vida y Ministerio Episcopal.

Como hermano y amigo, quiero darte, no unos mandamientos, no pretendo tal cosa, pero sí unas recomendaciones para que vivas, no para que cumplas, tu ser de Obispo.

La primera es la ORACIÓN. “No olvides que la primera tarea del obispo es la oración… A través de la oración y la ofrenda de sacrificio por tu pueblo, saca de la plenitud de la santidad de Cristo la riqueza multiforme de la gracia divina” (Francisco).

Francisco nos recuerda a los obispos que, “El Obispo es un hombre que está cerca de Dios en la oración. Muchas veces alguien puede decir: “Tengo tanto que hacer que no puedo rezar” … Detente, la primera tarea del obispo es rezar, rezar con el corazón, rezar. Cercanía a Dios en la oración”. Ora a Dios en la soledad y ora a Dios con tu pueblo.

La segunda es la PATERNIDAD. Sé ante todo un PADRE. Ama con amor de padre, imitando a Dios Padre, a todos los que Él te confía. Ante todo, ama como padre a los sacerdotes y diáconos, que siempre serán tus colaboradores inmediatos, ellos son tu “prójimo” más cercano. “Cerca de los sacerdotes: ¡muy cerca! Que cuando te busquen te encuentren inmediatamente…” (Francisco). Que los sacerdotes sepan que tienen un padre, que lo sepan de verdad. Pero también sé un padre cercano para los pobres, para los descartados e indefensos y para todos los que necesiten acogida y ayuda.

CERCANÍA es la tercera recomendación. Ya algo te decía en el consejo anterior, pero ahora lo reafirmo. Sé un obispo cercano; no pongas muros, no crees barreras o abismos que te separen del hermano, del necesitado, del que te tiende la mano para pedirte, del que busca un consejo. Has sido siempre un sacerdote cercano, sé un obispo cercano.

Una cercanía con Dios, a través de la oración. Una cercanía con tus hermanos obispos. Debemos ser obispos. Habrá maneras distintas de ver las cosas, podemos no estar de acuerdo en algunos temas, pero somos hermanos, recuerda, somos tus hermanos, por eso tu cercanía al cuerpo episcopal. Una cercanía con los sacerdotes y con el santo pueblo fiel de Dios. Pide al Señor que te haga crecer en este “camino de cercanía”, para que así puedas imitar mejor al Señor, “porque Él siempre ha estado cercano y siempre está cerca de nosotros, de manera compasiva y tierna…”

La cuarta recomendación, te la decía ya al comienzo y te la repito ahora, SERVICIO, NO PODER. Recuerda lo que nos dice Jesús: “Quien sea el más grande entre ustedes que sea como el más pequeño. Y quien gobierna, que sea como el que sirve”. El Obispo, querido Max, es un siervo, pastor, padre, hermano. Nunca, óyeme bien, nunca mires el Episcopado desde la óptica del poder o de los privilegios, todo lo contrario, míralo desde la óptica de servir y dar la vida, así otros tendrán vida en abundancia.

Como quinta recomendación te digo, HAZTE AMAR, NO TEMER. Gánate el corazón de los demás, gánate el corazón de aquel hombre o mujer con el que trates. Llega a ellos con un corazón grande. Tu lema episcopal habla de CARIDAD. Vive esa caridad a plenitud, pon pasión en tu ser de obispo y pon esa pasión en el trato con todos, de manera especial con el más pobre.

Recuerda que siempre debes ANUNCIAR LA PALABRA. El Evangelio nos recordaba la profecía de Isaías: “El Espíritu del Señor sobre mí porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva…” Y Jesús escandaliza a todos diciendo que “esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy”. Que “hoy”, querido Max, hagas tuyas las palabras del Señor, que “hoy” se cumpla esta Escritura en tu vida, que “hoy” te comprometas a ser un obispo que “Anuncia la Palabra en cada ocasión: oportuna y no oportuna. Amonesta, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina”.

Muchas recomendaciones quedan por decirte, las iré compartiendo día a día. Hoy te digo que llegues siempre a tiempo para dar la mano, no postergues la ayuda a nadie, siempre DISPUESTO a un consejo, una presencia, una palabra. Hazte sentir en el momento más urgente de la necesidad de los sacerdotes y de los fieles. Sé un obispo que te abajes y abraces a todos, un obispo testigo de la VERDAD, testigo de Cristo, testigo de la Iglesia.

Sé un obispo VALIENTE. Habrá problemas, habrá sufrimientos, habrá lágrimas, habrá soledad, habrá silencios, habrá desiertos, pero tú valiente, porque la valentía y la fuerza te viene de Dios.

Y sé un obispo que camina de la mano de MARÍA. Ella es nuestra buena Madre. Ella no nos deja solos, nos acompaña siempre y como Ella, debes salir de prisa al encuentro y al servicio de los demás.

Termino con un pensamiento del Papa Francisco: “Es Cristo, de hecho, quien en el ministerio del obispo continúa predicando el Evangelio de la salvación, es Cristo quien en la paternidad del obispo hace crecer su cuerpo, que es la Iglesia, con nuevos miembros. Es Cristo quien, con la sabiduría y la prudencia del obispo, guía al pueblo de Dios en la peregrinación terrena hacia la felicidad eterna”

Esto es lo que puedo decirte, y te lo digo como padre, como hermano y como amigo. Caminaremos juntos, seremos “compañeros de camino”, tú, Danilo, David y yo, en esta gran Iglesia que peregrina en Quito. Te recibimos con los brazos y el corazón abiertos. ASÍ SEA.