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¿Cómo hacemos realidad el reino de Jesús en este tiempo?

Homilía Solemnidad de Cristo Rey

Quito, 22 de noviembre de 2020

Mi memoria retrocede muchos años, llega a mi niñez, cuando la Solemnidad de Cristo Rey se celebraba el último domingo de octubre. Los balcones, Guayaquil era una ciudad de balcones, eran adornados con los cuadros de Cristo Rey, con luces de colores, banderas y flores. Y la gente salía a ver los balcones, unos mejores que otros.

Hoy celebramos a Jesucristo, Rey del Universo, y como nos dice la oración del prefacio, el Reino de Cristo es un “reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz”.

Este reino de Jesús nos toca realizarlo a nosotros ahora. Nosotros, cada uno de nosotros, debe trabajar y esforzarse para que reine la verdad, la santidad, la gracia, la justicia, el amor, la paz, y sobre todo la vida. Y vemos como nuevamente en Argentina comienza un ataque contra la vida, que viene precisamente desde el Presidente que promueve una ley a favor del aborto. ¡Cómo cuesta que reine la vida en nuestro mundo!

Es importante, creo yo, preguntarnos si los candidatos a Presidente, Vicepresidente y Asambleístas, van a trabajar para que reine la justicia, la paz, la verdad, la honestidad y sobre todo, que reine la vida. Ya hay voces claras de candidatos que están a favor del aborto y desde el altar, vuelvo a proclamar mi defensa de la vida en todo momento, desde la concepción hasta la muerte natural, y lo hago hoy, en este día en que celebramos a Cristo Rey del Universo.

¿Cómo Jesús ha realizado su reino? Lo ha hecho con cercanía y ternura hacia nosotros. El profeta Ezequiel entrelaza varios verbos: buscar, seguir, liberar, reunir, apacentar, recoger a las descarriadas, vendar las heridas, pastorear, curar a las enfermas y también juzgar. “Todas estas actitudes se volvieron realidad en Jesucristo: Él realmente es el gran pastor de las ovejas y cuidador de nuestras almas” (Francisco).

Y todos los que en la Iglesia estamos llamados a ser pastores, no podemos apartarnos de este modelo, debemos vivir estas actitudes.

¿Qué entendemos por reinar nosotros? ¿Qué entiende el mundo? Creo sinceramente que la gran mayoría entiende por reinar el “mandar”. Para Cristo, nos dice Francisco: “El reinar no es mandar, sino obedecer al Padre, entregarse a Él, para que se cumpla su designio de amor y salvación”.

¿Cómo reina Jesús hoy? ¿Cómo hacemos realidad el reino de Jesús en este tiempo? Haciendo vida el Evangelio que hemos proclamado. El Señor “nos recuerda que la cercanía y la ternura son la regla de la vida también para nosotros, y sobre esto seremos juzgados. Este será el protocolo de nuestro juicio. Es la gran parábola del juicio final” (Francisco).

Un gran biblista, José Antonio Pagola, nos dice que el relato no es propiamente una parábola sino una evocación del juicio final de todos los pueblos. “Toda la escena se concentra en un diálogo largo entre el Juez que no es otro que Jesús resucitado y dos grupos de personas: los que han aliviado el sufrimiento de los más necesitados y los que han vivido negándoles su ayuda”.

En este diálogo podemos ver “la mejor recapitulación del Evangelio”. Es sin duda, “el elogio absoluto del amor solidario o la advertencia más grave a quienes viven refugiados falsamente en la religión” (Pagola).

¿Cómo se entiende este amor? Sin duda, en hechos concretos: “dar de comer”, “dar de beber”, “acoger al inmigrante”, “vestir al desnudo”, “visitar al enfermo o encarcelado”. Lo decisivo para Dios son estas acciones de solidaridad, de servicio, de entrega concreta al hermano, a los necesitados, a los “descartados”. Preguntémonos, pido que cada uno se pregunte, ¿en qué grupo está, en qué grupo se encuentra?

Al final de nuestras vidas escucharemos que el Señor nos diga: “Ven, bendito de mi Padre, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber…” o escucharemos quizás: “Apártate de mí maldito…porque tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber”.

¿Cuándo lo hicimos? ¿Cuándo te dimos de comer o de beber? La respuesta de Jesús es clara: “Cada vez que lo hicieron con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicieron”.

No podemos caer en la cultura de la indiferencia, como nos dice Francisco, no podemos ignorar el sufrimiento de tantos y tantos hermanos. El Evangelio de hoy nos hace mirar a todos los que sufren, que hoy son más, muchos más a causa de esta pandemia. Hoy se nos invita a comprometernos más por el enfermo, por la salud, por el respeto al otro cuidándonos nosotros, por las familias sin trabajo, por el moribundo abandonado y solo, por el hermano que lucha por la vida del otro.

No hay una fe verdadera, no hay política auténtica, no hay proclamación responsable de los derechos humanos, si no es defendiendo a los más necesitados, defendiendo la vida en plenitud, aliviando el sufrimiento del otro y restaurando su dignidad. No se puede, por ejemplo, proclamar que se defiende los derechos humanos, cuando se propone una ley del aborto.

Recordemos, “En cada persona que sufre Jesús sale a nuestro encuentro, nos mira, nos interroga y nos suplica. Nada nos acerca más a él que aprender a mirar detenidamente el rostro de los que sufren con compasión. En ningún lugar podremos reconocer con más verdad el rostro de Jesús” (Pagola).

Mirar con compasión, mover el corazón y salir al encuentro para sanar y aliviar. No nos contentemos con mirar, hay que actuar, y al hacerlo, estamos haciendo Reinar a Jesús, haciendo vida el amor de Cristo Rey en un mundo donde reina la muerte, la injusticia, la vanidad, el orgullo, la soberbia, la corrupción, la mentira, el desprecio, la insolidaridad. ASÍ SEA.