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¿Cómo miramos la cruz cada uno de nosotros?

HOMILÍA EN LA RESEÑA DE LA CRUZ

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 5 de abril de 2023

Estamos aquí hoy queridos hermanos alrededor de la CRUZ DE CRISTO. Estamos aquí para contemplar la Cruz, amarla, aferrarnos a ella y proclamar el gran misterio de salvación que nace de la Cruz redentora.

Comienzo esta reflexión con una oración sobre la Cruz, una oración que hago mía y que invito a ustedes la hagan también vida:

“¡Señor, que no me acostumbre a verte crucificado y traspasado en la cruz! ¡Que cada vez que te contemple en la cruz mi fe se fortalezca, me acerque más a ti y sienta la necesidad de volver mi mirada a Ti, que te traspasaron el alma por mis pecados! ¡Que cada vez, Señor, que fije mi mirada en el crucifijo lo contemple con una mirada de fe, de esperanza y de amor! ¡Que sienta que no es solo una imagen en la que está Tú, sino una realidad viva de fe, esperanza y salvación! ¡Que sea, Señor, un motivo para mí de recogimiento y de mucho amor y también de agradecimiento al Padre que te entregó para que mi vida tenga sentido de eternidad!”

¿Cómo miramos la cruz cada uno de nosotros? ¿La miramos como signo de muerte o como signo de vida? ¿La miramos con amor y sentido de salvación? ¿La miramos con dolor y como signo de sufrimiento?

Cada uno de nosotros puede decir que Jesús murió “Por amor a mí”, Y podemos pensar: “¿Cómo llevo yo la cruz? ¿Cómo un recuerdo? Cuando hago el signo de la cruz, ¿soy consciente de lo que hago? ¿Cómo llevo yo la cruz? ¿Sólo como un símbolo de pertenencia a un grupo religioso? ¿Cómo llevo yo la cruz?

¿Cómo ornamento? ¿Cómo una joya…? ¿He aprendido a llevarla sobre los hombros, donde duele?”

Debemos llevarla sobre los hombros. Nadie puede no llevarla allí. Cada uno tiene su cruz que debe llevar con amor. Yo he aprendido a llevar mi cruz, es mi elección, sobre toda dificultad, por sobre todo sufrimiento físico y moral. Tenemos que asumir la “Escuela de la cruz”, como nos dice el Papa Francisco: “La cruz, en efecto, no es el abandono o el silencio de Dios, ni la maldición, ni el escándalo, ni la condena. La cruz cuesta, sí, y cuesta mucho. Pero la cruz fue y sigue siendo el camino, el modo elegido por Dios para salvarnos. ¿Por qué? Porque el amor se aquilata, se demuestra y se confirma en el amor. Porque solo el amor es más fuerte que la muerte. Porque no hemos nacido para la muerte sino para el amor. Y nadie tiene amor más grande que el que da, como Jesús, su vida por los demás. Y todos estamos llamados a aprender en la escuela de la vida, que siempre, de un modo u otro, es escuela y paso de la cruz, a saber dar nuestra vida?”

Mirar la cruz con amor nos hace asumir nuestra propia cruz y nos hace salir para ayudar a cargar la cruz de los demás, la cruz de la sociedad. No podemos vivir una cultura de la indiferencia ante las cruces de los demás; ante la cruz de una sociedad que sufre pobreza, violencia, narcotráfico, sicariato y la muerte de inocentes por el aborto. La cruz de nuestra falta de capacidad para entender al otro, a su desesperanza por la falta de trabajo y oportunidades para salir adelante.

La cruz que debemos ayudar a cargar, en estos tiempos de crisis, es la cruz de no saber escuchar al otro, la cruz de un país sumido en luchas políticas cargadas de ambiciones personales que no mira el bien de la sociedad, la cruz de autoridades carentes de diálogo, incapaces de construir juntos, en conjunto con otros actores también importantes, un país mejor, la cruz de la desesperación para tantos jóvenes que han perdido ya la ilusión de un futuro y que están sumidos en las drogas, delincuencia y sicariato infantil.

No podemos retirar nuestra mirada y abstenernos de ayudar a cargar la cruz de la violencia familiar, del maltrato a la mujer, de la prepotencia y del femicidio. Es una realidad Son realidades que duelen y hacen sangrar a nuestra sociedad ecuatoriana y dejan familias con hijos huérfanos: huérfanos de padres, huérfanos de afectos, huérfanos de guía, huérfanos de consuelo.

¿Podemos ignorar la cruz de tantos hombres y mujeres que han dejado de confiar en la justicia porque no la ven o porque hay jueces que no viven su misión de impartir justicia en nuestra sociedad? Es una cruz muy pesada de llevar. Hoy, como ayer, hay quienes se venden por treinta o más monedas de plata y condenan a inocentes o no hacen justicia a las víctimas.

Sí, queridos hermanos, estas son nuestras cruces, la cruz de nuestra sociedad, la cruz personal que tú llevas en silencio y que muchos cargan con dolor. Debemos mirar la cruz y recordar, que “Dios no calla en la cruz. Dios llora en la tierra cuando esta se abre. Dios gime con los que gimen. Porque no hay cruz en la vida humana que el Señor no comparta con nosotros. Dios habla con la cruz y en la cruz. Y su palabra es el amor y la misericordia, es la seguridad de que Él está con nosotros. Es el recordatorio, es la llamada a saber cargar con nuestra cruz y ayudar a los hermanos a cargar con ella”. (Francisco).

Escuchemos esa voz hoy, escuchémosla aquí, en esta celebración de la “Reseña de la Cruz”. Que no sea una simple tradición y turismo, que sea una vida y un compromiso, para poder decir junto con el salmista: “Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados”. ASÍ SEA.

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