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Con la cruz, Jesús se une a ti, a mí, a todos nosotros

HOMILÍA EN LA RESEÑA DE LA CRUZ – ARRASTRE DE CAUDAS

Quito, 13 de abril de 2022

“Victoria, tú reinarás. ¡Oh cruz, tú nos salvarás! El Verbo en ti clavado, muriendo, nos rescató; de ti, madero santo, nos viene la redención”.

Hoy miramos a la cruz, elevamos nuestra mirada hacia la cruz que es fuente de nuestra salvación. Una cruz que es muerte, una cruz que es vida. El Papa Francisco nos recuerda que, “no hay cristianismo sin cruz, debemos pedir la gracia de no temer sufrir por amor a Dios, a los hermanos, porque este sufrimiento, por la gracia de Cristo, es fecundo de resurrección”.

Todos nosotros podemos caer en el riesgo de ver esta celebración como una ceremonia de tradición, sí, única en el mundo, pero nos quedamos en lo externo, en lo ritual, en lo folklórico y no vamos a su significado profundo. “Siempre, incluso hoy, la tentación es aquella de querer seguir a un Cristo sin cruz”. Y no, queridos hermanos, no hay Cristo sin cruz, la cruz no es algo, la cruz es alguien. Miremos hoy a Cristo en la cruz, a un Cristo que carga nuestros pecados, que carga nuestra realidad y muere en la cruz para darnos vida.

Les invito a mirar hoy a Jesús con su Cruz, que recorre nuestras calles y carga con nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos.

El Papa Francisco afirma que, “La cruz, en efecto, no es el abandono o el silencio de Dios, ni la maldición, ni el escándalo, ni la condena. La cruz cuesta, sí, y cuesta mucho. Pero la cruz fue y sigue siendo el camino, el modo elegido por Dios para salvarnos. ¿Por qué? Porque el amor se aquilata, se demuestra y se conforma en el amor. Porque solo el amor es más fuerte que la muerte. Porque no hemos nacido para la muerte sino para el amor. Y nadie tiene amor más grande que el que Él, que da la vida por los demás”.

¿Seremos capaces nosotros de dar la vida por los demás? ¿Nos jugamos la vida por los otros o nuestra vida gira solamente en torno a nosotros? ¿Cuál es nuestra cruz? ¿Cuál es la cruz que se impone hoy a nuestra sociedad ecuatoriana?

Hoy se nos impone la cruz de la muerte de inocentes a través del aborto. Hoy se nos impone la cruz de la violencia, del sicariato, del narcotráfico, haciendo de nuestro país un país condenado a la muerte y no a la seguridad y a la vida.

Hoy se nos impone la cruz de la falta de diálogo entre autoridades, cada uno en su camino, en sus intereses políticos, olvidando al más pobre, al hombre o mujer de la periferia. Hoy se nos impone la cruz de la indiferencia frente a miles sin trabajo, sin oportunidades o posibilidades de llevar una vida digna. Hoy se nos impone la cruz de un futuro incierto a tantos jóvenes cuyos ojos están marcados por lágrimas de desesperanza y desilusión.

Hoy se nos impone la cruz de la violencia familiar, del femicidio, del maltrato al más débil, de manera especial a la mujer. Se nos impone la cruz de la corrupción, enquistada en todos los sectores de nuestra sociedad. Por último, se nos impone la cruz de una justicia injusta, una justicia que se vende al mejor postor, una justicia para unos y no para todos.

Ante toda esta realidad de muerte de nuestra sociedad, las palabras del salmista nos consuelan: “Descansa sólo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza; sólo él es mi roca y mi salvación…” Es que, “De Dios viene mi salvación, él es mi roca firme, Dios es mi refugio”.

“Dios no calla en la cruz. Dios llora en la tierra cuando esta se abre. Dios gime con los que gimen. Porque no hay cruz en la vida humana que el Señor no comparta con nosotros. Dios habla con la cruz y en la cruz” (Francisco). Escuchemos hoy esa voz de Dios, la voz de un Dios que quiere vida para nuestro pueblo, no muerte. La voz de Dios que quiere justicia, no injusticia. La voz de Dios que quiere verdad, no mentiras. La voz de Dios que grita desde el más pobre y nos pide solidaridad, no indiferencia.

¿Seremos capaces de escuchar esa voz de Dios? ¿Seremos capaces de ver las cruces de tantos hermanos? ¿Seremos capaces de asumir la cruz, de cargar la cruz, la propia y la cruz ajena? O, ¿Nos quedaremos solamente en lo externo y saldremos de aquí sin haber levantado la mirada a la cruz y sin haber escuchado la palabra de amor y de misericordia que brota desde la cruz?

Cristo nos grita desde la cruz. “La Cruz de Jesús, es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad, Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia y perdón” (Francisco).

“¡Oh cruz fecunda, fuente de vida y bendición!” Oh cruz, sé la fortaleza en nuestras vidas para luchar cada día por ser constructores de vida. Que cada uno pueda cada día cargar con la cruz.

Con la cruz, Jesús se une al que sufre, a las víctimas de la violencia, que ya pueden gritar; con la cruz Jesús se une a los niños abortados en nombre de la libertad o derecho del cuerpo de su madre; con la cruz, Jesús se une a las familias que se encuentran en dificultad; con la cruz, Jesús se une a todas las personas que sufren hambre, en un mundo que se permite el lujo del despilfarro en armas de muerte; con la cruz, Jesús se une a tantas madres y padres que sufre al ver a sus hijos víctimas de paraísos artificiales, como las drogas.

Con la cruz, Jesús se une a quien es perseguido por sus ideas, religión o color de su piel; con la cruz, Jesús se une a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas, porque ven corrupción y egoísmo, como también a aquellos que han perdido su fe en la Iglesia, incluso en Dios, por la incoherencia de nosotros los cristianos y por la fragilidad y los escándalos causados por nosotros los sacerdotes.

Con la cruz, Jesús se une a ti, a mí, a todos nosotros. Desde su cruz, Jesús hoy nos acoge a todos con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: “¡Ánimo! No la llevas tu solo. Yo la llevo contigo y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida” (Francisco). ASÍ SEA.