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"Confiemos, confiemos plenamente en el Señor que viene"

HOMILÍA DEL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Quito, 28 de noviembre de 2021

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Comenzamos un nuevo Año Litúrgico. Hoy es el Primer Domingo de Adviento. Es un tiempo fuerte que nos prepara para la celebración del gran Misterio de la Navidad, un Dios que se hace hombre para salvarnos.

El comenzar un tiempo fuerte es una nueva oportunidad que nos da Dios, y que debemos empezar a recorrer el camino inmediatamente, es decir hoy, pues es hoy cuando empieza este Adviento. Si no estamos atentos, si postergamos un día y otro más, el inicio del camino, llegaremos al final y nos daremos cuenta de que perdimos esta oportunidad y de que no hicimos nada por abrirnos más y mejor al amor del Señor que se acerca, Él se acerca, y esta es la maravilla, es Él el que nos busca y se acerca para darnos su amor salvador.

No podemos ver el Adviento únicamente como una preparación personal para encontrarnos con el Señor. ¿Con quién más debemos encontrarnos? El Papa Francisco nos lo dice con claridad: “En este tiempo de Adviento, debemos abrir nuestros corazones a las necesidades de nuestros hermanos y al deseo de un mundo nuevo”.

Este tiempo de Adviento que hoy comenzamos, tiempo litúrgico nuevo, “… nos prepara para la Navidad, invitándonos a alzar la mirada y abrir el corazón para recibir a Jesús…”. Y me pregunto y les pregunto: ¿Estamos dispuestos a aceptar esta invitación? ¿Estamos dispuestos a alzar la mirar, a abrir el corazón para recibir a Jesús y abrirlo también a las necesidades de nuestros hermanos?

Francisco nos dice que, “En Adviento no solo vivimos la espera de la Navidad, sino que también estamos invitados a despertar la expectativa del glorioso regreso de Cristo, preparándonos para el encuentro final con Él con decisiones coherentes y valientes”.

Nos estamos preparando para la Navidad, pero quizás, como todo el mundo, nuestra preparación es externa, será ruidosa, en medio de luces, cantos, villancicos. Adornaremos el árbol, espero que no falte el pesebre en sus casas, pero iremos en una carrera de compras y de regalos, olvidándonos quizás de lo fundamental: el encuentro con el Señor que viene. ¡Ésa debe ser nuestra principal preparación!

“En estas cuatro semanas estamos llamados a salir de un modo de vida resignado y rutinario, alimentando esperanzas y sueños para un nuevo futuro” (Francisco). Y aquí pudiéramos preguntarnos: ¿Ha caído mi vida en una rutina? ¿Vivo cada día como un día más o le doy sentido al regalo que Dios nos da con la vida? ¿Qué me aleja del camino del Señor y del camino hacia el encuentro con los hermanos? ¿Me dejo encontrar por el Señor que viene a buscarme o quizás lo esquivo con mi vida y mi falta de amor?

Rompamos la rutina, vivamos el Adviento de una manera diferente, vivámoslo en novedad, con la novedad de la venida del Señor.

Debemos poner nuestra mirada hacia el Señor glorioso que un día vendrá a nuestro encuentro, al final de los tiempos. En Navidad celebraremos que ese que vendrá con gloria, es el mismo que vino en la humildad de nuestra carne.

Ahora centrémonos en lo que toca. Y, lo que toca es hablar de la esperanza en la venida del Señor al final de los tiempos. Para cada uno, el final de nuestro tiempo es la hora de nuestra muerte, el momento de la salida de este mundo. Debemos esperar ese momento con paz y serenidad, porque precisamente entonces Dios se nos hará más presente que nunca. Dios nos acogerá con un amor como no hay otro, nos abrazará para no soltarnos nunca de sus manos.

¿Cómo debemos vivir este Adviento? Jesús en el Evangelio nos presenta el camino, hay que estar en vela y orar.

¿Cuál es el riesgo de nuestras vidas? Yo diría que es el hacer girar todo en torno a nosotros y quedarnos atrapados en nuestra vida cerrada con sus problemas, sus alegrías y sus dolores. En cambio, el Adviento, “nos invita a un compromiso de vigilancia, mirando hacia afuera de nosotros mismos, ampliando nuestra mente y nuestro corazón para abrirnos a los demás, a sus necesidades concretas. Si solamente nos quedamos girando en torno nuestro jamás podemos llegar a ver, a escuchar y a sentir el dolor del hermano”

Hoy muchos sufren, hay muchos que pasan hambre, hay gritos de violencia, de dolor, de muerte, hay muchos débiles y abandonados. Hay sufrimiento en nuestras mismas casas, en nuestro barrio, en nuestra parroquia, en nuestra ciudad. ¿Somos capaces de ver el dolor del otro?

Este tiempo de Adviento es un oportuno para abrir nuestros corazones, para hacernos preguntas concretas sobre cómo y por quién gastamos nuestras vidas, para saber si le damos sentido a nuestras vidas o son vidas que van sin rumbo fijo, sin un por qué y un para qué.

¿Qué debemos hacer? Una sola cosa, “se trata de levantarse y orar, de volver nuestros pensamientos y nuestros corazones a Jesús que está por venir” (Francisco).

¿Cuándo nos levantamos? Es simple la respuesta, cuando esperamos algo a alguien. El levantarse conlleva una actitud, más fácil es muchas veces quedarnos sentados, instalados, cómodos en la vida. Pero nuestra vida cristiana no debe estar instalada, debemos levantarnos y debemos hacerlo ahora, en este tiempo de Adviento. Levantarnos porque “nosotros esperamos a Jesús y lo queremos esperar en oración, que está estrechamente relacionada con la vigilancia” (Francisco).

El Papa Francisco nos hace una pregunta: “¿Cuál es el horizonte de nuestra esperanza en oración? Lo indican en la Biblia sobre todo las voces de los profetas. Hoy es la voz del profeta Jeremías, que habla al pueblo que fue sometido a duras pruebas por el exilio y que corre el riesgo de perder su propia identidad. Incluso nosotros, los cristianos, que también somos el pueblo de Dios, nos arriesgamos a mezclarnos y perder nuestra identidad, de hecho, paganizando el estilo cristiano”.

Confiemos, confiemos plenamente en el Señor que viene. Este tiempo de Adviento debe infundirnos esperanza. El Señor nunca nos falla. Miremos el Adviento con esos ojos de esperanza. Vivamos este Adviento en clave de velar y orar. Pongámonos en camino en este Adviento, ello significa tomar conciencia de que se nos invita a un compromiso de vigilancia, mirando hacia afuera de nosotros mismos.

Es tiempo de levantarse, de orar, de volver nuestros pensamientos y nuestros corazones a Jesús, que está por venir y a nuestros hermanos.

Que la Virgen María, mujer de espera y oración, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las promesas de su Hijo Jesús, a confiar en un Dios que siempre es fiel. ASÍ SEA.