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Cristo es el camino, la verdad y la vida

Homilía del V Domingo de Pascua

Quito, 10 de mayo de 2020

  • Muchas veces hemos pensado que tenían que cambiar tantas situaciones en el mundo y en nuestras vidas. Y ese pensamiento hoy es más insistente ante la realidad que vivimos, sabemos que hay que transformar todo. De que cuando se abran las puertas y volvamos a una “nueva normalidad”, tendrá que ser “nueva”, no solamente en un distanciamiento social, sino en un distanciamiento de todo aquello que nos separaba, de actitudes que no construían, del individualismo e indiferencia.
  • Transformar el corazón de cada uno para poder transformar el corazón del mundo. Soñar con un mundo nuevo, no podemos dejar de soñar y, salir a construirlo, con un distanciamiento físico, pero no con un distanciamiento del corazón.
  • Y, de quien no podemos nunca estar distanciados es del Señor. San Pedro, hoy en la segunda lectura que hemos proclamado, nos dice claramente: “Acérquense al Señor Jesús…” Él es nuestra piedra viva para que nosotros seamos piedras vivas.
  • ¿Nos hemos acercado al Señor en esta cuarentena? ¿Hemos abierto nuestros corazones y confiado en Él? y, sobre todo, ¿hemos encontrado la paz en Él?
  • Jesús nos invita hoy a no perder la paz. Lo dice claramente: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí”. Y Pedro en su carta nos llama “dichosos”, porque hemos creído en Él: “Dichosos, pues, ustedes, los que han creído”.
  • Todos nosotros, en estos momentos de incertidumbre, dudas, dolor y lágrimas, hemos encontrado en el Señor la paz. Una paz que es al mismo tiempo esperanza, una paz que nos devuelve la alegría interior, una paz que nos lleva a acercarnos al hermano, una paz que no nos hace insolidarios sino que nos lleva a tender la mano. Una paz que fortalece nuestro corazón y nuestras vidas.
  • El Evangelio de hoy nos habla de “camino”. Jesús en la última cena se está despidiendo: “Cuando yo me vaya y les prepare un sitio… Y, ya saben el camino para llegar al lugar donde yo voy”.
  • Sus palabras traen muchas dudas. Tomás y Felipe recogen esas dudas, como pudieran ser las dudas que nosotros pudiéramos sentir ante un Jesús que les plantea un futuro, una posibilidad que va más allá de la propia existencia.
  • ¿Qué va a ser de ellos? Jesús capta esa tristeza en el corazón de sus discípulos, se conmueve, trata de animarlos, y les invita a que su corazón no sea vencido por la tristeza y el desaliento. Les dice que “ya conocen el camino”.
  • Y Tomás le pregunta, con desconcierto: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Para mí, es una pregunta fundamental… ¿cuál es el camino? Ante esta pregunta de Tomás, Jesús les hace esta confesión: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”.
  • ¿Vemos a Cristo como el “camino” de nuestras vidas? ¿Hemos encontrado ese camino? El problema de muchos es que viven extraviados. No conocen el camino, no saben cuál es el camino. Es como si nos pusiéramos en una encrucijada de camino y no sabemos por dónde ir y nos preguntáramos cuál es el camino.
  • Antes buscábamos en un mapa el camino para llegar a tal o cual sitio. Hoy ponemos Google maps y una voz nos va diciendo el camino, nos señala que a tantos metros debemos virar a la izquierda y luego debemos tomar la primera, segunda o tercera salida. Y a más de uno nos ha pasado que hemos tomado la salida equivocada, pero inmediatamente nos reedicciona el camino.
  • Y aquí me viene a la memoria el poema de Antonio Machado, que luego fue hecha canción por Serrat: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.
  • Me gusta el poema y me gusta la canción, pero siempre digo que “sí hay camino”. Cristo es el camino, la verdad y la vida. Y no debemos dejar de buscar ese camino.
  • Sería fácil que una aplicación nos señalara el camino hacia Cristo, pero no es así. Es un camino que cada día debemos buscarlo, en su Palabra, en los sacramentos, en la oración y en los hermanos.
  • Encontrar el camino nos llevará a Jesús. Nos llevará a encontrarnos con una PERSONA, que transforma nuestras vidas, que nos atrae, nos mueve y da sentido a nuestras existencias. ¿Buscas a Cristo, como camino para tu vida?
  • Muchas veces avanzaremos con fe y alegría, otras quizás retrocederemos en el camino, para luego volver a encontrarlo. Lo importante es “estar en camino”, no dejar nunca de estarlo. Hay que ponerse en camino en el camino que es Cristo.
  • Creo también, que no solamente es encontrar nosotros el camino, porque eso nos puede llevar a encerrarnos en una fe personal, en un intimismo. Si buscamos el camino y nos encontramos con Cristo, debemos ayudar a otros a que encuentren el camino. Juntos vamos buscando el camino, cada uno a su ritmo y a su disposición, pero ahí estamos para ir señalando también el camino. Encontrar al Señor nos lleva a encontrar al hermano, podría decir que es un mismo camino. Jesús es el camino que nos puede abrir la “puerta” a su amor, a su bondad.
  • Y encontrar ese camino también nos lleva a encontrar a Jesús como “verdad” y como “vida”. En este mundo en que escuchamos tantas voces y tantas verdades que se buscan imponer, tantas ideologías que pretenden imponerse, debemos descubrir a Jesús como la “verdad”, la única verdad en nuestras vidas.
  • Y Jesús es la “vida” y debe ser “vida” en nuestras vidas. No debe ser nunca Jesús alguien lejano a nosotros. Él es cercano, Él es la “vida” que debe ir transformando nuestras vidas. Es una vida de amor que debe llevarnos a amar al hermano como Él nos ha amado. ¿Infunde Jesús en nosotros un germen de vida nueva?
  • Y tomo nuevamente la imagen del domingo anterior, cuando se hablaba del Buen Pastor. Jesús es “la puerta”. Y Francisco, utiliza esta imagen de la puerta y nos dice que “Orar, celebrar e imitar a Jesús, son lasa tres “puertas” que hay que abrir para encontrar “el camino, para ir hacia la verdad y la vida”… “Podemos estudiar mucho sobre Jesús, “con ello nos acercamos un poco, pero sin la oración jamás conoceremos a Jesús. Pero la oración sola no basta; es necesaria la alegría de la celebración: celebrar a Jesús en sus sacramentos, porque ahí nos da la vida, nos da la fuerza, nos da la comida, nos da el consuelo, nos da la alianza, nos da la misión. Sin la celebración de los sacramentos no llegaremos a conocer a Jesús… Para abrir la tercera puerta, la de la imitación de Cristo, la consigna es coger el Evangelio para descubrir allí qué hizo Él, cómo era su vida, qué nos dijo, qué nos enseñó, para poder intentar imitarle”.
  • Abrir estas puertas nos lleva a intentar entrar en el misterio de Jesús. ¿Estamos dispuestos a ello? ¿Buscamos llegar a Jesús recorriendo su camino?
  • Y en este domingo recordamos a nuestras madres. Escribía hoy que ellas, nuestras madres, son “un poco pan y un poco vino”, porque son alimento que saben compartirse y vino que alegra la vida del hogar.
  • Traigo una bella reflexión de Mons. Rafael Cob: “Gracias, Señor, por darnos una madre, amor que no muere, amor que se prolonga en el tiempo y por encima de los siglos y de la muerte, una madre que pervive porque el amor no muere.
  • Dame, Señor, ese amor de madre, dame un corazón de madre que no deja de latir, unos ojos maternales de ternura y misericordia, unos labios suplicantes que alaben y agradezcan perpetuamente, unas manos providentes que socorran y unos pies que al caminar no se cansen, dame ser como una madre. Y tejiendo y soñando llegue al fin de mi camino con la satisfacción de haber sentido el amor de una madre.
  • Y así, cuando me lleves al cielo, pueda allí encontrarla y decirle: ¡Gracias madre!, porque aprendí tu lección y la puse en práctica, porque Dios me dio un corazón de madre”
  • Con humildad puedo decir que heredé ese gran corazón de mamá, un corazón sencillo pero inmenso, abierto a todos, un corazón de consuelo, haciendo honor a su nombre, un corazón lleno de detalles para con los demás, un corazón generoso y alegre. Ella, una verdadera artista con el pastillaje, sé que decora estrellas en el cielo y cocina para el hogar de Dios. Gracias mamá y gracias a todas las madres de ustedes, vivas o difuntas, por ellas esta celebración. ASÍ SEA.