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“Cristo te llama”

HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN DIACONAL JORGE LUIS ARIAS MONTALVÁN y GEORGES FOUAD SEMAAN GAZAL

Quito, 05 de marzo de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

El Señor llama a ser profeta, llama en todo momento, llama a quien quiere, llama en todas partes y llama a cualquier edad. Y lo que digo es una realidad que vivimos hoy de manera particular en esta Ordenación Diaconal de nuestros hermanos Georges Semaan y Jorge Luis Arias. Ustedes, queridos Jorge Luis y Georges, han sido llamados para ser profetas, profetas que deben arriesgar y que deben anunciar. Las historias de sus llamadas son únicas y particulares como son las historias de cada uno, es que Dios sorprende y lo importante es que nos dejemos sorprender por Él.

Ustedes se han dejado sorprender por Dios y Él hoy les encarga una nueva misión para “arrancar y derribar”, para “edificar y plantar”. Para vivir esta misión, como dice la canción, han dejado casa, hermanos, familia, historia y se han lanzado en brazos de Dios porque “la tierra gritando está… porque el pueblo sufriendo está”. Es la hora de luchar, es la hora de iniciar un nuevo camino, camino para el que se han estado preparando durante mucho tiempo y en el que tenían puesta la mirada y el corazón.

En la primera lectura que hemos proclamado, el profeta Isaías nos recuerda, en este tiempo de Cuaresma, queridos Georges y Jorge Luis, que en el Señor tendrán siempre “reposo permanente”. No estarán nunca solos, el Señor estará con ustedes, es el Señor quien “saciará tu hambre y dará vigor a tu cuerpo”. Caminen con el Señor cada día de su ministerio, ahora diaconal, el día de mañana sacerdotal, pues Él será siempre ese “manantial cuyas aguas no se agotan”.

Hoy es el tiempo de “construir” una nueva realidad y como dice Isaías, debemos construir sobre nuestra realidad, sobre nuestras “viejas ruinas” y edificar sobre “cimientos muy antiguos”. No son jóvenes ustedes, tienen sus años, uno más que otro, y ahora deben poner esos cimientos fuertes sobre la realidad personal y hacer de su ministerio una gran obra para el Señor. Construyan con alegría, háganlo sin temor, hoy es el tiempo de comenzar esa gran obra. Recuerden lo que nos dice el Papa Francisco: “Nuestra realización personal y nuestros proyectos de vida no son el resultado matemático de lo que decidimos dentro de un “yo” aislado; al contrario, son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto”.

Son llamados y en el Evangelio vemos claramente que el Señor llama, y llama de un momento a otro, llama con una sola palabra: “Sígueme”.

Particularmente me gusta mucho, en esta llamada a Leví, la respuesta por parte del que ha sido llamado. Siempre la comparo con mi vida, les pido disculpas por hacerlo. La respuesta fue inmediata, nos dice el Evangelio: “Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió”. En mi caso no fue así, fueron dos años de “pelea” y “dura pelea” con el Señor, no fue una respuesta inmediata, pero respondí y aquí estoy, lo importante es responder.

Es significativa la letra del canto “Cristo te llama” que han escogido para la comunión: “Es Cristo quien te llama, se acerca más a ti, sonriendo él te dice ven a mí, cierra tus ojos ya y déjate llevar. Sí, Él te eligió a ti y tú debes decir, sí Señor, estoy aquí, estás en mí”.

Es que, “Toda vocación nace de la mirada amorosa con la que el Señor vino a nuestro encuentro, quizá justo cuando nuestra barca estaba siendo sacudida en medio de la tempestad” (Francisco). Por eso, hoy les invito a preguntarse, queridos Georges y Jorge Luis, ¿Cuándo los miró el Señor? ¿Recuerdan ese momento de la mirada amorosa de Cristo? ¿Dónde estabas tú cuando te miró el Señor y te dijo “Sígueme”? ¿Fue fácil dejarlo todo y seguirlo? ¿Cómo ha sido el camino de este seguimiento?

En la llamada de Leví, no solamente es la palabra del Señor, es importante la “mirada”, el texto evangélico lo dice casi de paso: “…vio Jesús a un publicano”. Siempre me pregunto el cómo sería esa mirada, no fue una mirada de juicio, fue una mirada de amor. Nos lo dice claramente Francisco: “Después de mirarlo con misericordia, el Señor le dijo a Mateo: “Sígueme”. Y Mateo se levantó y lo siguió. Después de la mirada, la palabra. Tras el amor, la misión”.

Es que Mateo, después de sentir esa mirada, después de escuchar ese “sígueme”, ya no es el mismo; interiormente ha cambiado. El encuentro con Jesús, con su amor misericordioso, lo transformó. Y allá atrás quedó el banco de los impuestos, el dinero, su exclusión. “Antes él esperaba sentado para recaudar, para sacarle a los otros, ahora con Jesús tiene que levantarse para dar, para entregar, para entregarse a los demás” (Francisco).

Jesús lo miró con amor y misericordia y Mateo encontró la alegría en el servicio. A ustedes también el Señor los ha mirado con profundo amor y con gran misericordia. Atrás quedan los “bancos” de sus vidas, eso queda para siempre atrás. Por delante, en sus vidas, estará siempre el “servicio”, deben vivir para servir a los demás. Esa mirada de Jesús en sus vidas, queridos Georges y Jorge Luis, les debe generar en ustedes una “actividad misionera, de servicio, de entrega”.

Hagan vida las palabras del Papa Francisco: “Jesús va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. Nos desafía día a día con una pregunta: ¿Crees?

¿Crees que es posible que un recaudador se transforme en servidor?”

¿Lo creen ustedes Georges y Jorge Luis? Deben creerlo profundamente porque los ha llamado a los dos, los ha sacado de su situación personal y los lanza a ser servidores de una comunidad. Como dice la canción: “No temas su llamado. Él te iluminará, si Él llama a tu puerta, hazlo entrar y así podrá a todos dar su amor”.

Déjense los dos transformar por la mirada del Señor, “Su mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazón. Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos” (Francisco) y desde hoy ustedes serán esos hombres que colaborarán con el Señor de manera más íntima en esa misión salvadora.

Que María, nuestra buena Madre, que nos mira aquí en esta Iglesia de Solanda, con lágrimas en sus ojos, pero con un corazón grande y traspasado por el dolor, sea

para ustedes una fuerza, un auxilio en los momentos difíciles del ministerio y un gran consuelo en sus corazones. ASÍ SEA.