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Debemos poner a Jesús en el centro de nuestra vida

Homilía del IV Domingo de Pascua

Quito, 03 de mayo de 2020

  • Estamos en el cuarto domingo de Pascua, el “Domingo del Buen Pastor”. Y en este domingo oramos de manera especial por las vocaciones sacerdotales y a la vida religiosa en la Iglesia.
  • El Señor, el Buen Pastor, sigue llamando a jóvenes hoy para que sean pastores, para que den su vida sirviendo a los demás y hoy sigue habiendo jóvenes que responden a esa llamada con gran generosidad en su corazón.
  • Hoy hablamos de pastor, pero de un “buen pastor”, hablamos de “puerta”, hablamos de ovejas, de rebaño, de redil. Son imágenes que, a nosotros, habitantes de una gran ciudad, nos cuesta un poco comprender, pero que eran parte de la cultura y de la realidad de Jesús.
  • Todos nosotros hoy, como comunidades cristianas, como Iglesia doméstica, necesitamos una experiencia nueva de Jesús, reavivando nuestra relación con Él. A veces, hemos podido correr el riesgo de que nuestra relación con el Señor se haya vuelto rutinaria, que no nos diga nada, que no nos atraiga y no nos comprometa a nada.
  • Debemos poner a Jesús en el centro de nuestra vida. Debemos pasar de un Jesús al que confesamos por rutina a un Jesús acogido vitalmente. Un Jesús que “nos arrastre”.
  • Siempre me gustó aquella historia real, que escuché de muchacho, cuando decidía mi vocación, sobre el joven en la guerra civil española, al que le encontraron un crucifijo en su bolsillo. El guardia botó al piso el crucifijo y pidió al joven que lo escupiera. Él se negó, tomó el crucifijo, lo besó y dijo: “Cristo y yo mayoría aplastante”. Luego de eso recibió un tiro mortal.
  • ¿Es Cristo la fuerza en nuestras vidas? ¿Somos capaces de jugarnos la vida por Cristo? ¿Qué me pide Cristo en esta realidad que estamos viviendo? ¿Creo que Jesús, el Buen Pastor, me llama? ¿Escucho su voz?
  • Necesitamos esa nueva relación con Jesús. Y lo primero debe ser “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. Una voz que compromete, que arrastra, que mueve la vida. Una voz que no puede pasar desapercibida.
  • Sin duda que hay otras voces en nuestros tiempos, voces que nos pueden distraer, voces extrañas, voces del mundo que siempre ha buscado atrapar y desviar el camino, nuestro camino de cristianos.
  • Si hay algo que me encanta de este evangelio de hoy es que Jesús llama “por nuestro nombre”. Lo dice claramente: “…él llama a cada uno por su nombre y las conduce afuera”. Es un llamado personal, no anónimo, no en masa, es a ti, a mi, que nos llama el Señor.
  • Es un llamado de amor, porque Jesús, que nos ama, nos llama. ¿Nos sentimos amados por Jesús? ¿Nos sentimos llamados por Él? No siempre es fácil distinguir la voz del Pastor Bueno. Debemos estar atentos a no distraernos por tantas voces, sino a seguir a Jesús, el Resucitado, como único guía seguro que da sentida a nuestra vida.
  • Francisco nos decía hoy que “…el pastor es tierno, tiene esa ternura de la cercanía, conoce a las ovejas una a una por su nombre y cuida de cada una como si fuera la única, hasta el punto de que cuando llegan a casa, después de un día de trabajo, cansados, se da cuenta de que le falta una, sale a trabajar otra vez para buscarle y… la lleva consigo, la lleva sobre sus hombres. Este es el buen pastor, este es Jesús, este es quien nos acompaña en el camino de la vida, a todos”
  • Toda mi vida he llamado a los jóvenes por su nombre. Creo que lo más importante que tenemos es nuestro nombre. Claro que, Dios me ha dado el gran don de una buena memoria que me ha permitido hacerlo. Pero cuando alguien se siente llamado por su nombre refleja en su rostro una sonrisa, sabe que es importante para quien lo llama.
  • Y el Señor nos llama por nuestro nombre, porque somos importantes para Él. Y es una llamada para una misión, la misión a la vida sacerdotal, a la vida religiosa, la misión a la vida matrimonial, la misión de ser padre y madre de familia, porque ustedes, padres, son esos “buenos pastores” para sus hijos. Y deben llamarlos, deben conocerlos, deben amarlos, deben ser esa “puerta abierta” para que nadie entre a “robarlos”, a confundir a sus hijos. Ustedes tienen esa misión, no la pueden delegar a nadie.
  • Ustedes son esos “buenos pastores” en sus casas, queridos padres, nadie, nadie, puede tomar ese papel. Piensen cuántas veces han delegado esa misión a otros, cuántas veces sus hijos han escuchado otras voces porque no se encontraban allí ustedes para que escuchen sus voces. Hoy la realidad que vivimos les ha hecho estar con sus hijos, espero sinceramente que hayan recuperado ese papel y esa misión de “buenos pastores”.
  • Y esa llamada nos compromete a “seguir a Jesús”. No estamos llamados a creer cosas, estamos llamados a CREER EN JESÚS, a confiar en Él. A asumir un estilo de vida, a vivir su mandamiento nuevo, a dar la vida por los demás.
  • Debemos “seguir a Jesús” y para nosotros cristianos, es vital caminar teniendo a Jesús “delante de nosotros”. No podemos caminar en solitario nuestra vida. No podemos sacar a Jesús de nuestras vidas, creer que podemos solos. Hoy lo hemos experimentado con dolor y con angustia. En esta crisis que vivimos todos, nos da confianza, gran confianza, saber que no estamos solos, que Jesús es ese Buen Pastor que nos llama, que nos ama, que no nos deja solos, que va guiando nuestro camino, que nos acoge a cada uno en nuestra realidad y que nos da esperanza.
  • Pero ante esta crisis, muchos pueden cuestionar a Jesús, muchos pueden decir que no hay un Buen Pastor, que estamos solos, que estamos perdidos. Francisco nos invita a sentirnos unidos al Señor por un vínculo especial, como las ovejas a su pastor. Nos invita a no perder la percepción del timbre de su voz, de la voz de Jesús Buen Pastor, que anima y fascina. Y hoy necesitamos más escuchar esa voz, saber que Él sigue encendiendo nuestro corazón con su amor y con su esperanza, saber que no estamos solos, sino que Él nos guía, nos conduce, nos lleva hacia nuevos pastos. Confiemos en Él, no dejemos de confiar en Él, Buen Pastor.
  • En esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, oremos en especial por las vocaciones sacerdotales, para que el Señor nos envíe buenos pastores, pastores con un corazón grande para servir y dar la vida. Y hoy, renuevo yo mi vocación de ser ese “pastor bueno”, es lo que le pido al Señor.
  • Hago mía las palabras de Francisco: “Este domingo es un hermoso domingo, es un domingo de paz, es un domingo de ternura, de mansedumbre, porque nuestro pastor nos cuida. “El Señor es mi pastor, nada me faltará”…” ASÍ SEA.