"Den la vida toda a ejemplo del Señor"
Quito, 07 de agosto de 2021
Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb
Con grande y profunda alegría celebro hoy la Ordenación Diaconal de ustedes, Luis Ángel y David, mis hermanos salesianos, a quienes he acompañado prácticamente en todo su camino formativo.
En los cantos de ofertorio y comunión se dice claramente: “Hemos entregado nuestras vidas al Señor, no hay mayor bendición que ser de Él… Felices somos si compartimos, si nuestro tiempo es para los demás; para quien vive en la tristeza, y para quien camina en soledad”.
Sí, queridos Luis Ángel y David, hemos entregado la vida, es una entrega no de un día, es una entrega de toda la vida. Cada día se va entregando parte de la vida, al final de nuestras vidas podremos presentarnos ante el Señor y decirle: “Aquí está toda mi vida, la he dado a los demás, toma mi vida, te la entrego ahora en plenitud”.
Y la entrega no es una búsqueda en bien de nosotros mismos, la entrega es compartiendo con los demás lo que somos, lo que tenemos, los dones y las cualidades que Dios nos ha dado. Será siempre una entrega para el más pobre, para el necesitado, para el que está caído. Les tocará servir a ellos, pero de manera especial, sus vidas serán un servicio para los jóvenes más pobres. Es a ellos que deben entregar toda su existencia, todo su corazón, hoy como diáconos, mañana como salesianos sacerdotes.
Cuando sirvan preferencialmente a los jóvenes abandonados y en peligro, será cuando ustedes podrán cantar esa “bienaventuranza” de felicidad porque comparten tiempo y capacidades. Son ellos, los jóvenes más pobres, los que viven en tristeza, los que caminan en soledad, los que necesitan una mano amiga, un pastor que sepa verlos, sepa escucharlos, sepa mover su corazón para entregarse a servirlos y a curarlos.
No será fácil esa entrega queridos hermanos, será cansada, ya su tiempo no les pertenecerá, les pertenecerá de ahora en adelante a los jóvenes más pobres, a los hombres y mujeres donde sean enviados. Y como dice Francisco, deben servir, “servir, servir, servir, aunque estés cansado, servir aunque la gente te harte”. Muchas veces los cansarán, y créanme que cansan, pero es ahí cuando deben renovar sus fuerzas y cantar con sus vidas diciendo: “Felices somos si damos amor, si en nuestras manos hay sinceridad, podremos siempre mirar y ver a Dios”
Ustedes, como Jesús, deben pasar por este mundo haciendo el bien. No dejen de hacer el bien, no dejen de servir, no dejen nunca de ser esas voces jóvenes que denuncien la opresión, no dejen nunca de desterrar odios y rencores. Sirvan siempre al Señor con un corazón limpio, sean felices en la adversidad, cuando las cosas no van bien, cuando sean rechazados por quienes sirven, porque solamente ahí comprenderán que no son ustedes a quienes rechazan, es al Señor a quien rechazan, y sus vidas, sus vidas de salesianos, de diáconos y mañana de sacerdotes, tendrá sentido, porque es Dios que dará sentido a todo, encontrarán el sentido en Dios.
En el Evangelio se dice claramente: “…el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino a ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Están llamados, Luis Ángel y David, a servir y dar la vida. Recuerden que el diácono es SERVIDOR… “un servidor de Cristo”, un servidor a ejemplo de Cristo, un servidor en la Iglesia para la construcción del Reino.
Siempre en nuestras vidas estamos llamados a servir. Quien anuncia a Jesús está llamado a servir y el que sirve anuncia a Jesús. Jesús debe ser el MODELO de ustedes en el servicio y es Él quien nos invita y los invita a ustedes a que sean “esclavos” y a “dar la vida” para rescatar a otros.
Francisco nos dice: “si evangelizar es la misión asignada a cada cristiano en el bautismo, servir es el estilo mediante el cual se vive la misión, el único modo de ser discípulo de Jesús”.
Sirvan sin cansarse, sirvan humildemente, sirvan con alegría, con nuestro estilo salesiano de la alegría, pues nuestra santidad consiste en “estar siempre alegres”. Sirvan a tiempo y a destiempo, sirvan dando todo de ustedes mismos, sirvan sabiendo que servir, les llevará a abrazar la cruz de Cristo. Sirvan sabiendo que, siendo pequeños a los ojos del mundo, serán grandes a los ojos del Señor.
No crean que el diaconado los compromete o les pide solamente servir al altar como “colaboradores del Orden sacerdotal”. Esa es una de sus misiones, servir al altar, pero miren el altar mucho más allá, miren el altar con otra óptica. El altar es cada joven necesitado, el altar es cada enfermo al que llevarán la Eucaristía, el altar es cada persona que se acercará a ustedes buscando una palabra, una orientación, el altar es Cristo presente en el que sufre, en el que tiene hambre, en el que está desnudo, en el que está preso… sirvan a ellos, sirvan al hombre concreto y consagren sus vidas de salesianos a servir con alegría a Cristo.
Y sirvan con amor a “esa multitud”, no sirvan nunca como una obligación. El estilo cristiano del servicio es en amor y por amor. La vida queridos Luis Ángel y David, se entrega en amor… nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos… Den la vida toda a ejemplo del Señor, no se guarden nada para ustedes. La cruz es la prueba máxima de amor de Jesús… así sus vidas entregadas y dada en plenitud será el testimonio de todo su amor en la misión salesiana en bien de la juventud necesitada.
Cada día agradezcan al Señor por el don de la vocación. Recuerden, como dice el canto final: “Yo te he elegido para amar, te doy mi fuerza y luz para guiar” Griten que el amor del Señor vence al mundo, preparen el camino, ésa es la misión. Y prepararán ese camino, siendo como Don Bosco, “Padre, maestro y amigo”. Escuchen siempre el grito de los jóvenes. Sueñen como nuestro padre, no dejen nunca de soñar, abran sus vidas consagradas, sus vidas de diáconos, a Cristo y sepan hacer “Fiesta” porque a través de ustedes, a través de su servicio, Don Bosco revive entre los jóvenes de hoy.
No será fácil, no se engañen. Pero recuerden que no están solos, que tienen una Maestra, la que estará siempre a su lado y la que será su AUXILIO en los tiempos difíciles. Que Ella sea la maestra para ustedes y que sepan como Ella salir siempre de prisa al encuentro del que está en necesidad.
Desempeñen bien su ministerio para hacerse merecedores de honra y alcance la firmeza en la fe de Jesucristo, para ello, arriésguense a ser pastores marcados por el amor y el servicio. ASÍ SEA.