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“Día del amor y la amistad”

HOMILÍA DEL VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Quito, 14 de febrero de 2021

Sigo caminando, sigo recorriendo, llegando a las diferentes parroquias de la Arquidiócesis. Hoy he venido para compartir con ustedes, queridos hermanos de la Parroquia “San Gabriel” de los Chillos.

Estamos en pleno feriado de carnaval, celebramos hoy el “Día del amor y la amistad” y la parroquia celebra hoy a los catequistas, agentes vitales de nuestra fe, quienes comparten su vida dando a conocer a Jesús.

El Evangelio nos dice que de forma inesperada “se acercó a Jesús un leproso” suplicándole de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme”.

Los leprosos eran realmente los “excluidos” de la sociedad, vivían apartados, no podían entrar en contacto con nadie, eran despreciados y abandonados hasta por su propia familia. El leproso era un “impuro” y debía vivir aislado. Tampoco podía entrar en el templo. ¿Qué hará Jesús? ¿Va a acoger en su presencia a este hombre despreciado por la sociedad?

Resaltemos la actitud del leproso, quien realmente desesperado por su situación se atreve a desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal, que está yendo contra la ley, pero él se pone de rodillas. No se atreve a hablar con Jesús de frente, desde el suelo le hace la súplica. Y esta súplica la hace porque sabe que Jesús lo puede curar, tiene fe, confía en Él.

Y el Evangelio nos dice que Jesús sintió lástima, una lástima que es fruto de su gran corazón, una lástima que nace desde la misericordia de un Dios cercano, un Dios que no se horroriza ni se echa atrás. Aunque no lo dice el Evangelio, podemos decir nosotros que Jesús, viendo la situación de aquel hombre, viendo su actitud, “se conmueve hasta las entrañas”. La ternura lo desborda. ¿Cómo no va a querer limpiarlo Él que sólo vive movido por la compasión de Dios hacia sus hijos indefensos y despreciados?

Jesús no duda, extiende la mano y lo tocó. “Toca” su piel despreciada por los puros, por los que se creían justos. Toca al enfermo, como tocó a la suegra de Pedro. Es un Dios que “toca” al despreciado, al enfermo, al marginado… recordemos que Francisco nos dice que “tocar la carne del pobre es tocar a Cristo”.

Jesús sabe que lo que está haciendo está prohibido por la ley y que con este gesto, está reafirmando la trasgresión iniciada por el leproso. A Él lo mueve la compasión, no la ley, y dice con claridad: “Quiero: queda limpio”.

Y aquí nos debemos preguntar nosotros: ¿Nos acercamos a Jesús, nos ponemos de rodillas ante Él, confiamos en Él y le pedimos que nos “cure”, nos “limpie” de nuestra realidad de resentimientos, odios, envidias, chismes, indiferencia ante el que sufre?

¿Somos capaces de “tocar” al que sufre, de acercarnos a ellos? ¿Nos mueve la misericordia, el amor, ante tantos hermanos que sufren o vivimos en nuestro mundo y en nuestra indiferencia? ¿Marginamos a tantos hermanos, estamos apegados a una ley que no pone en el centro el amor?

Todos nosotros estamos llamados a “limpiar el mundo de exclusiones que van contra la compasión de un Dios cercano. Es que nuestra fe debe ser movida por el amor y la misericordia. Creemos en un Dios que no excluye sino en un Dios que ama al hombre concreto, en su realidad concreta y que estamos llamados a tender una mano misericordiosa.

Para Jesús lo primero es la persona que sufre, no la norma. Hay cristianos hoy que lamentablemente ponen la norma por delante y van perdiendo la sensibilidad de Jesús ante los despreciados y rechazados.

Y, este debe ser el camino para vivir la Cuaresma que estamos por comenzar, un “camino de misericordia”. Francisco recordaba en la Cuaresma de hace unos años: “El sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos”.

Hoy estamos invitados a vivir el amor, a poner el amor como centro de nuestras vidas, a obrar por el amor, a saber que somos constructores del amor y ello nos lleva a acercarnos sin miedo al otro. Hoy damos gracias a Dios por nuestros amigos, recordando que “los amigos son siempre dones de Dios”… y que “la amistad es siempre un acompañar la vida del otro” (Francisco). ¿Cuántos amigos tenemos? Quizás, como decía en un editorial que escribí para hoy, no son el “millón de amigos” que dice la canción, pero los que tengo, “valen millones”.

Un gracias a cada uno de los catequistas de esta Parroquia y de toda la Arquidiócesis. Les recuerdo las palabras de Francisco: deben “Ser catequistas. No trabajar como catequistas. Uno trabaja como catequista porque le gusta la enseñanza…Pero si tú no eres catequista, ¡no vale! No serás fecundo. Ser catequista es una vocación” Sigan adelante con esta gran misión, no desmayen, den testimonio de una fe en el Señor, transmitan con su vida al Señor, sean testigos de un Dios que ama, un Dios cercano.

Y no dejemos de orar por nuestro país, es urgente construir puentes, no abismos. Los Obispos del Ecuador hemos invitado a “Soñar y trabajar por la reconciliación y la unidad nacional” ¿Seremos capaces de ello? ¿Qué país queremos? ¿Qué país vamos a construir? Es hora de unidad, es hora de orar, es hora de aportar lo mejor de cada uno de nosotros en bien de nuestro país y de la herencia que vamos a dejar a los que vienen atrás nuestro. ASÍ SEA.