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“Dichoso el hombre que se refugia en Él”.

HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN DIACONAL DE LUIS ALFREDO SOTO, FERNANDO TITUAÑA, CHRISTIAN VARGAS Y FRANCISCO ZAMORA

Quito, 29 de junio de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Celebramos hoy la Fiesta de San Pedro y San Pablo, apóstoles portadores de la Buena Nueva del Evangelio, columnas de la Iglesia y de nuestra fe.

Esta celebración adquiere hoy un tono de mayor alegría por la Ordenación Diaconal de nuestros hermanos LUIS ALFREDO SOTO, LUIS FERNANDO TITUAÑA, CHRISTIAN VARGAS Y FRANCISCO ZAMORA.

Pedro y Pablo serán perseguidos, encarcelados, azotados y darán testimonio con su propia vida de Cristo Jesús que los llamó a ser sus apóstoles.

La primera lectura nos presenta a Pedro encarcelado. En la cárcel, encadenado, oye la voz del ángel que le dice: “Levántate pronto”. Entonces las cadenas que le sujetaban las manos se le cayeron. El ángel le dice: “Cíñete la túnica y ponte las sandalias… Ponte el manto y sígueme”

Salen y caminan hasta la esquina de la calle y de pronto el ángel desapareció. Entonces Pedro se da real cuenta de lo que pasa y dice: “Ahora sí estoy seguro de que el Señor envió a su ángel para librarme…”

“El Señor nos libera a todos de todo miedo y de todas las cadenas, de manera que podamos ser verdaderamente libres” (Francisco). Esta confianza la hemos expresado también en el salmo responsorial al contestar: “El Señor me libró de todos mis temores”.

Y nosotros, ¿tenemos miedo? ¿De qué tenemos miedo? ¿Qué miedos tienen ahora ustedes queridos Luis Alfredo, Fernando, Christian y Francisco? De sus miedos conversamos el otro día en sus Ejercicios Espirituales y les repito hoy mis palabras: “no tengan miedo, arriésguense y sean parte de esas nuevas semillas que estoy sembrando en mi querida Arquidiócesis”.

Muchas veces nuestros miedos nos llevan a refugios, que no solucionan los miedos, pero nos dan aparente seguridad. ¿Dónde ponemos, queridos hermanos sacerdotes nuestra seguridad? ¿La ponemos en el poder, en el orgullo que busca gratificaciones y reconocimientos, en la soberbia, en la vanidad personal, en las posiciones ideológicas que separan, en la crítica o murmuración, en buscar culpas en el otro y no reconocer nuestros errores? Así no se nos caerán nuestras cadenas, creo que seguiremos más encadenados que nunca. No seremos libres, seremos esclavos, estará esclavizado nuestro corazón y nuestra vida misma.

Francisco nos dice que, “El testimonio del apóstol Pedro nos recuerda que nuestro verdadero refugio es la confianza en Dios: ella disipa todo temor y nos hace libres de toda esclavitud y de toda tentación mundana”

Sean siempre “libres” queridos Luis Alfredo, Fernando, Christian y Francisco. No se dejen encadenar nunca por el orgullo, la vanidad, el dinero, el prestigio, el poder, la autosuficiencia, la comodidad o el miedo.

Sean siempre “libres” para poder ser portadores de la Buena Nueva de Cristo a los demás. Proclamen en todo lugar y en todo momento la “grandeza del Señor”, en sus vidas en primer lugar y en la vida de los demás.

Sean siempre “libres” para probar, como se ha dicho en el salmo, “qué bueno es el Señor” y que es “dichoso el hombre que se refugia en Él”.

En sus vidas de diáconos, que hoy van a comenzar, como el apóstol Pablo, luchen bien en el “combate” y recorran el camino hasta llegar a la meta.

Inician hoy su diaconado, se han preparado para ello durante varios años, han vivido momentos difíciles, de desaliento. Se han sentido cuestionados y quizás más de una vez pensaron abandonar el camino, lo sé bien yo.

El apóstol Pablo debe ser el modelo de ustedes. Sean fieles, perseveren, superen todas las dificultades, y al final recibirán la “corona merecida”. Siempre el Señor estará al lado de ustedes y Él les dará fuerzas para proclamar, como Pablo lo hizo, el mensaje de salvación. Recuerden las palabras del apóstol de los gentiles: “El

Señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevará sano y salvo a su Reino celestial”.

Y hoy el Señor nos hace a todos, de manera especial a ustedes, una pregunta fundamental: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Nosotros, ¿qué respondemos? Cada uno debe dar su respuesta, no puede ser indiferente frente a la pregunta de Jesús, una pregunta clave de manera especial para cada seminarista, para cada diácono y para cada sacerdote. Y es una pregunta que ustedes, Luis Alfredo, Fernando, Christian y Francisco deberán responder cada día:

Es ese Cristo el que los ha llamado y les ha dicho “sígueme” y repetirá cada día, a ustedes, a mí, a cada sacerdote: “Sígueme”.

Es ese Cristo el que les pide no entretenerse en lo secundario, sino en saber mirar lo esencial y seguirlo con toda la vida y para siempre.

Es ese Cristo el que les invita a seguirlo a pesar de las dificultades, que las habrá y muchas, se los aseguro, pero ahí experimenten su cercanía.

Es ese Cristo que los invita a seguirlo en el servicio diaconal, a tiempo y a destiempo, a todos, comprendiendo que ya no se deben a ustedes mismos, sino que se deben a la gente, a las comunidades, a las que serán enviados.

Es ese Cristo el que les pide anunciar el Evangelio a todos, pero de manera especial a los últimos, a los descartados de la sociedad de hoy, “para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios” (Francisco), tarea hoy más urgente que nunca.

Es ese Cristo el que les llama a vivir en plenitud el celibato como una expresión máxima de amor, un amor diferente, un amor que se hace vida en la entrega de la propia vida.

Es ese Cristo el que les dice sígueme en la obediencia, buscando descubrir siempre la voluntad de Dios y no la propia voluntad o los caprichos, vanidades de este mundo o creyendo que es por “méritos”, palabra que no debe existir en la Iglesia. Nuestro único mérito es el de ser hijos de Dios.

Es ese Cristo el que les invita a seguirlo en la pobreza, en la sencillez y en la humildad, no buscando bienes materiales sino la riqueza que nos da el Señor.

Es ese Cristo el que les pide seguirlo en la fraternidad, construyendo una auténtica fraternidad presbiteral, lejana de todo chisme, envidia, celos o resentimientos. Una unidad que hay que construirla y que falta mucho.

Es ese Cristo el que les llama a salir, a ser cercanos a todos, y a ser portadores del amor misericordioso de Dios.

Es ese Cristo el que los llama a vivir las cuatro cercanías a las que nos invita el Papa Francisco: cercanía con Dios, con el Obispo, con el presbiterio y al pueblo. Recuerden lo que nos dice el Papa Francisco: “El estilo de Dios es la cercanía, es una cercanía especial, compasiva y tierna. Estas son las tres palabras que definen la vida de un sacerdote y también de un cristiano, porque están tomadas precisamente del estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura”

Luis Alfredo, Fernando, Christian y Francisco, ¿Están dispuestos a seguir a ese Cristo? ¿Es para ustedes Cristo el Mesías, el Hijo de Dios vivo? ¿Desean entregar sus vidas por Él, hoy como diáconos, mañana como sacerdotes?

Si es así, hoy con mucha alegría impondré mis manos sobre ustedes y los ordenaré diáconos. Recuerden siempre que serán “consagrados para servir al Pueblo de Dios, para atender las heridas de todos, a partir de los más pobres” (Francisco).

Que nuestra Buena Madre de la Presentación de El Quinche los acompañe en este camino de salida y servicio a todos. ASÍ SEA.