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¿Dónde buscamos hoy nosotros a Jesús?

HOMILÍA EN EL DOMINGO DE PASCUA

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 09 de abril de 2023

Hermanos, una FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN. El anuncio del ángel a las mujeres resuena en la Iglesia y resuena en nuestras vidas de creyentes: “No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado… Vengan a ver el lugar donde estaba… ¡No tengan miedo! ¡El Señor ha resucitado!” (Francisco).

María Magdalena va al sepulcro, encuentra movida la piedra y sale corriendo a comunicar que “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Ella es la figura que representa lo que acontece en todos nosotros: busca al crucificado en medio de las tinieblas, “cuando aún estaba oscuro”.

Como es natural, lo busca “en el sepulcro”, por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús se siente perdida.

¿Dónde buscamos hoy nosotros a Jesús? ¿Vemos un sepulcro vacío?

¿Quedamos desconcertados sin la presencia de Jesús en nuestras vidas?

¿Seguimos buscando a Jesús entre los muertos?

Desconcertada, sin saber qué pasa, María sale corriendo a comunicar a Pedro y a Juan que el sepulcro estaba vacío. Ellos salen también corriendo hacia el sepulcro. Y al entrar al sepulcro y ver, creen… Ven con otros ojos, ven con ojos de la fe, con ojos de creyentes. Jesús les está hablando desde ese sepulcro vacío y ellos aceptan en sus vidas la gran verdad de la Resurrección. Y nosotros hoy,

¿Salimos corriendo a buscar al Señor Resucitado? ¿Dónde buscamos al Señor?

Cada uno de nosotros para abrirnos a la fe en la Resurrección de Jesús, hemos de hacer nuestro propio camino. Cada uno tiene su camino, un camino que le llevará al encuentro con un Jesús que está Vivo. Debemos buscar al Señor con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos.

Debemos encontrar al Señor Resucitado, amarlo con pasión, pero debemos buscarlo donde hay vida, donde está presente la vida.

Salgamos corriendo para encontrar al Señor Resucitado en medio de una comunidad cristiana llena de vida y de fuerza creadora. No lo busquemos en una comunidad que cumple y observa fríamente unas leyes. Busquémoslo donde Jesús es acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores. Esta parroquia debe ser esa comunidad de vida que lleve a encontrarnos con el Señor Resucitado.

Salgamos corriendo para encontrar al Señor Resucitado, no en medio de la división y enfrentamiento, en luchas estériles, en familias divididas por el egoísmo y el desamor, en comunidades divididas por el protagonismo personal. Ustedes como familias están llamadas a construir la unidad desde el amor, a superar sus diferencias en amor y a saberse perdonar.

Salgamos corriendo para encontrar al Señor Resucitado, no donde haya indiferencia por el hermano necesitado y descartado. Encontremos a Cristo Resucitado donde se viva la solidaridad y se piense en hacer el bien al hermano, en servirlo con amor y entrega verdadera.

Salgamos corriendo para encontrar al Señor Resucitado, donde haya cristianos comprometidos con la vida, que denuncien toda forma de violencia. Busquemos al Señor donde se levante una voz contra el aborto, el sicariato, las drogas, el narcotráfico y la posesión de armas.

No busquemos a un “Jesús muerto”, que no enamora, ni compromete la vida. Salgamos corriendo para encontrarnos con un Cristo vivo, Resucitado por el Padre, que Vive y hace vivir, que nos contagia con la alegría de la Resurrección.

Esta es la “Buena Noticia” que hoy debemos comunicar: Jesús el crucificado, ha resucitado. “Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor, toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo” (Francisco).

Y con esta alegría en el corazón, salgamos, como Jesús a hacer el bien. Los Hechos de los Apóstoles describen a Jesús con una hermosa frase, para mí la más hermosa del Nuevo Testamento: Jesús de Nazaret pasó haciendo el bien. Como cristianos, llenos del amor resucitado, pasemos por este mundo haciendo el bien.

Pasemos haciendo el bien en nuestras familias, viviendo en fidelidad, en el perdón, en la comprensión, dando tiempo al hijo o a la hija, teniendo detalles de cariño con el esposo o la esposa, agradeciendo y perdonando.

Pasemos haciendo el bien en nuestro barrio, en nuestro trabajo, en medio de nuestros amigos, en nuestra parroquia, con nuestro servicio y preocupación por el otro.

Pasemos haciendo el bien a aquellos que están solos, abandonados. Al anciano de nuestra casa o de nuestro barrio. Al que está triste, con una soledad que llena su corazón. Ahí nuestra palabra, nuestra cercanía, nuestro servicio, nuestra entrega y nuestro amor.

Sí hermanos, pasemos haciendo el bien AMANDO. Y el amor nos lleva a dar la vida por el otro, a servir al otro, a preocuparnos por el otro.

También debemos nosotros salir corriendo para hacer el bien. El bien no espera, es necesario que lo hagamos y lo hagamos con la fuerza de la Resurrección en nuestro corazón.

Y a ti, querido hermano, te pido que pases por esta parroquia que se te confía hoy, haciendo el bien. El Señor Resucitado te compromete a salir, a ir a encontrarte con todos, a servir a todos, a que tu tiempo sea para todos. Sirve al niño, al adolescente, al joven, al hombre y la mujer de esta tierra, al anciano, al enfermo. Sirve en la catequesis, en el altar, en el confesionario, en el despacho parroquial. Sirve saliendo e ir a encontrarte en la realidad de cada uno.

Recuerda lo que nos dice el Papa Francisco: “El amor es más fuerte, el amor da vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto”. Ahí está tu misión, la misión que esta Arquidiócesis te encomienda y que yo he puesto hoy en tus manos y en tu corazón de pastor.