El amor solo con amor se paga
Quito, 16 de octubre de 2020
Hoy es FIESTA para ustedes, Diego y Darwin que van a ser ordenados Diáconos. Es una “Fiesta del amor”, porque llegan movidos por un gran amor a este día; un amor que les hará entregarse totalmente, hoy como diáconos, mañana como sacerdotes. Vivan en amor, porque “El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa”. Vivan en amor, sabiendo que “A la tarde te examinarán en el amor”. Hagan vida las palabras de San Juan de la Cruz: “Pon amor donde no hay amor, y sacarás amor”.
Hay motivos para hacer fiesta a pesar de tantas lágrimas y circunstancias dolorosas de vida que hemos vivido, y que seguimos viviendo a causa de esta pandemia.
Hacemos fiesta porque el Señor sigue llamando a seguirlo más de cerca y porque hay jóvenes que saben responder, arriesgando todo y poniéndose en camino. Teresa de Jesús afirmaba que “Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos; más no se da así del todo hasta que nos damos del todo”. Y ustedes, Diego y Darwin, lo dan todo, dan sus vidas y la dan generosamente.
A una fiesta normalmente se lleva un regalo, que no es otra cosa que un detalle de amor para con el otro. ¿Qué regalos hemos traído hoy? ¿Qué vamos a regalar hoy a nuestros hermanos en este día de su Ordenación Diaconal?
Mis regalos, porque no he traído uno, he traído varios, comienzan con “D”, porque con “D” se escribe la palabra Diácono, así como se escribe el nombre de ustedes.
El primer regalo que les traigo es DISPONIBILIDAD. Ustedes han dado un “sí” a la llamada que el Señor les hizo en un momento determinado de sus vidas. Un “sí” que significó dejar sus proyectos de vidas y lanzarse al proyecto que Dios tenía para ustedes. Un “sí” dado con la alegría de la juventud, pero un “sí” que no es de un día, sino de toda la vida.
Cada día deberán volver a decir “sí” al Señor, cada día renuevan su disponibilidad de seguirlo, de hacer un camino de entrega alegre y decidida. No es fácil este “sí”. Seguramente, como el profeta Jeremías, habrán dicho muchos “peros” al escuchar la llamada y en el camino vocacional: “Pero… yo no sé expresarme, soy un muchacho”.
Y, ¿qué dice el Señor ante los peros?: “No digas soy un muchacho… irás a donde te envié y dirás lo que yo te mande. No tengas miedo, porque yo estoy contigo para protegerte”.
Y es lo que les digo ahora a ustedes: no tengan miedo, el Señor los ha llamado, el Señor está con ustedes, el Señor los enviará… confíen y vuelvan cada día a decir “sí”, a este “primer amor”, sobre todo cuando vuelvan las dudas y el miedo.
El “sí” de ustedes lo podemos comparar con el “sí” de una joven, un “sí” para siempre que le cambió su vida, esa joven es María. El Papa Francisco, hablando del “sí” de María nos dice: “Es una frase breve, que no habla de gloria o de privilegio, sino solo de disponibilidad y de servicio… María no se exalta frente a la perspectiva de convertirse en la madre del Mesías, sino que permanece modesta y expresa la propia adhesión al proyecto del Señor”.
Mi segundo regalo es DECISIÓN. Les pido que estén siempre decididos en la misión que se les vaya encomendando, pero, sobre todo, estén decididos a SERVIR.
Nuestra vida de hombres consagrados a Dios y a los hermanos, debe tener esta característica del servicio. Y el Diaconado se caracteriza el servicio.
Tomen la decisión de SERVIR… SERVIR, SERVIR, SERVIR, AUNQUE ESTÉN CANSADOS, SERVIR, AUNQUE LA GENTE LOS CANSE. Y los cansarán, ya lo verán, pero vivan cada día su ministerio diaconal en el servicio. Vívanlo hoy y vívanlo mañana, siempre sirviendo, no busquen nada más que servir.
Sirvan hoy como Diáconos, y sigan sirviendo mañana como sacerdotes, porque el sacerdocio no se entiende sino desde el servicio, jamás desde “servirse” de él.
Diácono se escribe con “D” de DEBILIDAD, y éste es mi tercer regalo para ustedes Darwin y Diego. Y quizás se pregunten, ¿se puede regalar debilidad? Creo que sí, y para ello, tomo las palabras de San Pablo: “Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes”.
No prediquen el Evangelio, una de las tareas esenciales del Diaconado, desde el creerse superior a los demás, desde el pensar que lo saben todo, que lo pueden todo, que lo hacen desde sus propias fuerzas. Deben hacerse “débiles”, porque la fuerza de su misión no está en ustedes, está en el Señor.
Sean débiles pero al mismo tiempo fuertes en el amor. Anuncien el Evangelio a tiempo y a destiempo, hagan vida las palabras de San Pablo: “¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio!”. Anúncienlo con palabras y con obras. Anúncienlo de manera especial a los descartados de este tiempo. Ellos están necesitados de misericordia, ellos son los “débiles” de este tiempo y a ellos deben ustedes acercarse para servir, para amar, para hacerles sentir la caricia de un Dios que los ama. El Papa Francisco nos recuerda que, “La única misión de la Iglesia es aproximar el amor de Dios a todo hombre, en especial a los más necesitados de su misericordia”.
Un cuarto regalo es DIÁLOGO. ¿Con quién van a dialogar? Deben hacerlo con sus superiores de comunidad, con sus hermanos con quienes comparten la vida. Deben dialogar con el pueblo a quienes serán enviados. Es tiempo de escuchar, siempre escuchar a los otros, siempre estar atentos a los que ellos nos puedan decir, en ello también consiste el hacerse todo para todos. La gente tiene mucho que decirnos, el problema es que no los escuchamos porque partimos siempre de nosotros mismos, de nuestra “ciencia” y de la poca experiencia que tenemos, partimos siempre desde nuestro orgullo y no desde la humildad de quien “pierde tiempo” en la tarea de escuchar.
Pero, deben escuchar principalmente a DIOS, que también se escribe con “d” y es el quinto regalo que les doy, a ustedes, queridos Diego y Darwin, Carmelitas que tienen ese don de una oración cercana y profunda.
Francisco nos dice: “La fuerza del hombre es la oración y también la oración del hombre humilde es la debilidad de Dios. El Señor es débil sólo en esto: es débil frente a la oración de su pueblo”.
Oren siempre, no oren solos, oren también con su pueblo, y en esa oración descubrirán la “debilidad” de un Dios que escucha, acude, responde, y ustedes serán fortalecidos por Dios para poder servir con mayor amor a su pueblo.
Sean esos carmelitas hombres de oración. Recuerden que “No hay que menester alas para ir a buscar a Dios, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí”, como decía Teresa de Jesús.
Busquen a Dios en su interior, encuéntrenlo allí, en la soledad, en su interior, de rodillas. Y encontrándolo deben llenar su vida de Él y darlo a los demás. Es que “Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno lo dan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden” (Teresa de Jesús). Jesús nos invita a permanecer en su amor, como Él permanece en el amor del Padre.
Desde el amor deben DARSE totalmente, y este darse también se escribe con “D”. Deben dar su vida con alegría, la alegría de sentirse amados, llamados y enviados por Dios. La alegría de saber que Dios está hoy y estará siempre con ustedes.
Acepten estos regalos que les doy hoy, sabiendo, queridos Diego y Darwin, que, “La paga y el jornal del amor es recibir más amor hasta llegar al colmo del amor. El amor solo con amor se paga” (San Juan de la Cruz). ASÍ SEA.