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EL ECUADOR ES UN PAÍS DE VIDA, UN PAÍS QUE DEFIENDE LA VIDA.

HOMILÍA DEL TERCER DOMINGO DELTIEMPO ORDINARIO

Quito, 23 de enero de 2022

Hay una canción, no nueva, sino de algunos años ya, titulada “Grita profeta”. No la voy a cantar, saben que soy desafinado, pero traigo aquí, para comenzar esta homilía, parte de su letra.

Dice la canción: “Has recibido un destino de otra palabra más fuerte, es tu misión ser profeta, palabra de Dios viviente. Tú irás llevando la luz en una entrega perenne, que tu voz es voz de Dios y la voz de Dios no duerme”.

Esta es la misión de todo cristiano. Ha sido la misión ayer y lo es hoy. Es una misión de todos, tuya y mía. Hay que ser profeta en este mundo. El ser profeta nos compromete a anunciar y a denunciar, a levantar nuestra voz contra todo lo que aleja de Dios, contra toda injusticia, contra todo lo que va en favor de la vida de los demás, y no podemos ni debemos callar.

El estribillo de la canción dice: “Ve por el mundo, grita a la gente, que el amor de Dios no acaba, ni la voz de Dios se pierde”. Debemos ir, gritar, anunciar, denunciar, y hacerlo con valentía. Somos la voz de Dios hoy, es nuestra misión.

Y el Evangelio de hoy precisamente nos presenta a Jesús como PROFETA. Debemos ubicarnos en la escena. Estamos en una aldea perdida de Galilea, en Nazaret. Allí se reúnen los vecinos del pueblo en la sinagoga, lo hacen un sábado para escuchar la Palabra de Dios. Y allí está Jesús, en su pueblo en el que había crecido.

Esta escena es clave, nos ayuda a conocer a Jesús y a entender su misión. Es en esta aldea casi desconocida por todos donde Jesús va a hacer su presentación como “Profeta de Dios” y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del Profeta Isaías.

Ya Jesús gozaba de “fama”, lo dice el Evangelio, también dice que “Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan”. Jesús lee el texto, metámonos en la escena, se dice que “toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles”. Yo me imagino que todos esperaban un “sermón”, y el Señor solo dice: “Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír”.

¿Cómo habrá quedado la gente? ¿Esperaban más? Aplicándonos el Evangelio a nuestra vida podemos preguntarnos: ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en Jesús? ¿Qué esperamos de Jesús? ¿Cómo quedamos ante su palabra? ¿Nos cuestiona o nos deja indiferentes?

“La vida de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios” (José A. Pagola). ¿Qué conduce nuestra vida? ¿La conduce el amor de Dios? Es que creer en Jesús debe comprometernos a ser testigos y a descubrir esa fuerza de Dios que nos debe mover a actuar.

Jesús es Profeta de Dios. No ha sido ungido con aceite como se ungía a reyes y sacerdotes. Ha sigo “ungido” por el Espíritu de Dios. Es el Profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Él asume la profecía de Isaías: “Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor”.

Nosotros, tú y yo, cada cristiano, ungido también con el Espíritu de Dios, estamos llamados a liberar de tantas esclavitudes que nos atan, de tantas esclavitudes con las que nos encadena el mundo de hoy. Seremos auténticos cristianos, auténticos seguidores de Jesús, “si aprendemos a vivir con su espíritu profético” (Pagola).

Jesús vive dedicado a liberar. Él está entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente así, lo ve como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y de la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. ¿Cómo lo vemos nosotros hoy? ¿De qué nos libera hoy Jesús en nuestras vidas? ¿De qué tiene que

liberarte hoy a ti el Señor? El Señor nos va liberando, si confiamos y creemos en Él, de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza.

Ayer y hoy, Jesús es Buena Noticia para los pobres. La opción por los pobres no es de hoy, es de siempre. Nace esta opción en el mismo Jesús. Y la Iglesia hoy renueva esa opción. Recordemos las palabras de Francisco: “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”. Es el reto, es el desafío de nosotros. Nuestra opción, como la de Jesús, debe ser por los más pobres, desvalidos, los que están en la “periferia”, los “descartados” de la sociedad, como nos dice el Papa. Creo que nos empezaremos a parecer, a vivir, y a actuar como Jesús, cuando nuestra vida, nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras acciones y amor solidario sea captado por los pobres como algo bueno.

Y retomo la canción GRITA PROFETA cuando dice: “Sigue cantando, profeta, cantos de vida o de muerte, sigue anunciando a los hombres que el Reino de Dios ya viene. No callarán esa voz, y a nadie puedes temerle, que tu voz viene de Dios y la voz de Dios no muere”. Y hoy en nuestro país se escuchan “cantos de muerte” y ante estos “cantos de muerte” que provienen de la Asamblea Nacional no podemos callarnos.

Como cristianos, defendamos la vida, debemos entonar “cantos de vida”.

Rechazamos la violación, no podemos estar de acuerdo con ella, pero no podemos justificar jamás la muerte de un inocente. La mujer es dueña de su cuerpo, sí, pero no es dueña de la vida del niño que lleva en su vientre y no puede argüir lo uno para justificar una muerte inocente, justificar el aborto.

Los Obispos del Ecuador hemos dicho claramente que el aborto no es un derecho, que la pretendida ley no contempla la denuncia contra el violador, que no puede darse una temporalidad y que no se puede negar la objeción de conciencia. Querer pasar esta ley es querer que en el Ecuador se “entonen cantos de muerte” para alegría de un grupo reducido que está en favor del aborto cuando el Ecuador es un PAÍS DE VIDA, un PAÍS QUE DEFIENDE LA VIDA.

Francisco nos dice que, “El verdadero profeta es un profeta de la esperanza”. Y pide, “Que no falte a la Iglesia, este servicio de la profecía para ir siempre hacia adelante”. Sobre todo, Francisco nos dice: “El mundo necesita ver en los discípulos del Señor, profetas, es decir, personas valientes y perseverantes en la respuesta a la vocación cristiana… personas que siguen el empuje del Espíritu Santo, que los envía a anunciar esperanza y salvación a los pobres y excluidos”.

Hoy debemos ser esos profetas, profetas de vida. Oremos a María para que podamos crecer y caminar en la misión de Jesús, misión de vida y profecía. ASÍ SEA.