Skip to main content

Él está en medio de nosotros como el que sirve

HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN DIACONAL DE JESÚS YAMILETH PAREDES POLO

Calacalí, 20 de marzo de 2021

Ha llegado este día, un día esperado por ti, un día que lo viste lejano al comenzar el camino de seguimiento radical del Señor. Ha llegado el día de tu Ordenación Diaconal.

Dios sigue llamando a jóvenes, te llamó a ti querido Jesús, y tú te arriesgaste a seguir esa llamada. Recibiste en tu corazón esa voz del Señor que te invitaba a dejarlo todo y a seguirlo. Fue una llamada a servir, porque nuestra vida debe estar marcada por el servicio y el Diaconado que hoy recibes es eso, servir a los demás.

En lo más profundo de tu corazón escuchaste a Dios que te decía: “Desde antes de formarte en el seno materno te conozco, desde antes de que nacieras, te consagré como profeta de las naciones”.

Dios llama y muchas veces nosotros dudamos. Estoy seguro de que habrás hecho tuyas las inquietudes y dudas del profeta. Te habrás preguntado el por qué Dios te llamó a ti y le habrás contestado a Dios: “Pero, Señor mío, yo no sé expresarme, porque apenas soy un muchacho”.

Pero Dios insiste, no es un Dios que se contenta con una negativa, es un Dios que mira profundamente nuestras vidas y nos compromete. Es un Dios que te dijo “no tengas miedo, porque yo estoy contigo para protegerte”.

Hago mías las palabras del profeta y te digo a ti Jesús: “no temas”, “confía plenamente”. No estás solo, Dios estará contigo y será quien te lleve de la mano, te acompañe y te guíe en todo tu camino de servicio y entrega que hoy comienzas. Y no temas, porque como dice el Salmo, “Tú, Señor, eres el lote de mi heredad”.

Hoy, querido Jesús, entras en el sacramento del Orden, que te configurará con Cristo que se hizo diácono, es decir, servidor de todos. Vas a escuchar que serás desde hoy ministro del altar, proclamarás el Evangelio, prepararás el Sacrificio, repartirás a los fieles el Cuerpo y la Sangre del Señor, presidirás las oraciones, administrarás el Bautismo, bendecirás el Matrimonio, llevarás el Viático a los moribundos y presidirás los ritos de exequias.

Todo esto está bien, pero nunca, óyeme bien, querido Jesús, nunca veas tu vida de diácono simplemente como un “cumplir” una serie de ritos, nunca te hagas un simple “funcionario” del altar. Te pido que mires tu diaconado desde la mirada del servicio. Míralo con ojos de fe y de amor, ese amor que te lleva a darlo todo, a hacerte todo para todos.

El gran riesgo en el que puedes caer es en quedarte solamente en el altar. No corras ese riesgo, el diaconado se creó para el servicio, es siempre para el servicio.

El diácono, y tú serás diácono a partir de hoy, es custodio del servicio de la Iglesia, ello te llevará a ir hacia los más pobres.

Creo que cuando un diácono le gusta mucho ir al altar, se equivoca. Ese no es su camino, nos lo recuerda el Papa Francisco. Por eso, Jesús, no olvides nunca que tu tesoro, como diácono, serán los pobres, como lo eran para San Lorenzo, diácono mártir y modelo del diaconado.

Debes estar en el altar, pero como diácono debes servir a los pobres. Sé un diácono que sirve en el altar, sirve en la calle, sirve en las casas, sirve en todo lugar donde seas enviado.

Y en esta misión, no busques nunca ser “el más grande”. El día que lo busques, el día que pretendas la gloria humana, el día que quieras sentirte más que los demás, ese día habrás perdido el horizonte de tu vida diaconal de hoy y sacerdotal de mañana.

Jesús nos señala a todos el camino del servicio, porque Él está en medio de nosotros como el que sirve. Ahí está tu camino, un camino de servicio. Tú, no puedes caminar por una vía diferente a la de Jesús, sino que, si quieres anunciar, debes imitarlo y tu aspiración deberá ser la de ser un servidor. Recuerda: “Servir es el estilo mediante el cual se vive la misión, el único modo de ser discípulo de Jesús. Su testigo es el que hace como Él: el que sirve a los hermanos, sin cansarse de Cristo humilde, sin cansarse de la vida cristiana que es vida de servicio” (Francisco).

Que te reconozcan en el servicio, que todo lo que hagas sea desde el deseo de servir, que siempre vean en ti alguien que sirva y gaste su vida sirviendo a los demás, como reconocieron a Jesús como el Mesías por las obras que hacía y lo reconocieron también por su palabra: “Jamás ha hablado nadie como este hombre”.

 Que te reconozcan en el servicio, en la disponibilidad, en la renuncia: “El siervo aprende cada día a renunciar a disponer todo para sí y a disponer de sí como quiere” (Francisco). Que te reconozcan en el dar la vida sabiendo que tu tiempo ya no es tuyo, es para los demás. Que te reconozcan en la entrega generosa y alegre.

 Que te reconozcan en la novedad de tu entrega, que jamás te dejes vencer por la rutina. No hagas de tu vida una rutina, y no lo harás, querido Jesús, cuando estés abierto a las “sorpresas de Dios”. Déjate sorprender por Dios. “Dios es el Dios de las sorpresas”. Él te sorprenderá muchas veces, y lo hará a través de esa persona sencilla que se acerca a ti, del pobre que toca la puerta de tu vida, del enfermo que a pesar de su dolor no deja de sonreír.

 Tienes una vocación, que es una gran riqueza en tu vida. Has sido llamado a ser servidor. Lleva a todos, de manera preferencial a los pobres, la alegría de la Buena Nueva de Cristo. Para ellos será siempre tu vida, tu entrega y todas tus energías. A ellos, a los más pobres, te consagrarás desde hoy a servirlos, un servicio sencillo, generoso, alegre, total, desprendido y lleno de esperanza.

Francisco nos dice: “Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles en las familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar”.

 Aprende Jesús a descubrir esos rostros frágiles, esos rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados. Siempre ten ese corazón misericordioso para acercarte a los descartados de la sociedad de hoy y como María, sal de prisa a servirlos y sé portador de la misericordia y de la caricia de Dios para todos. ASÍ SEA.