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“Este Pan desatará en nosotros la fuerza del amor”.

HOMILÍA EN LA FIESTA DE CORPUS CHRISTI

Quito, 19 de junio de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Celebramos con alegría esta Fiesta de Corpus Christi, la Fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo; Fiesta muy cercana a nuestro pueblo, metida en la mente y en el corazón de los creyentes. Vivamos esta Fiesta como una “Fiesta del amor”. El Papa Francisco nos dice que, “Este Pan desatará en nosotros la fuerza del amor”.

Y nos hace falta esa “fuerza”. Con esta fuerza, “nos sentiremos bendecidos y amados, y querremos bendecir y amar” (Francisco). Nos hace falta el amor para vivir como hermanos. Un amor que nos debe llevar a encontrarnos, no a enfrentarnos. Un amor que debe estrechar manos, construir puentes de diálogo y superar violencias e indiferencias. Un amor que nos debe hacer “don y bendición” para los demás.

Hoy la gente está hambrienta de amor y atención, hoy muchos se sienten abandonados a su suerte, hoy hay personas ancianas solas y familias en dificultad. Hay también jóvenes y adultos que luchan con dificultad para ganarse el pan y alimentar sus sueños y a sus familias. Hoy vemos con dolor una pobreza creciente luego de una pandemia que nos destruyó. Falta trabajo, hay desesperanza y hay angustia. Pero, sobre todo, falta diálogo para construir un país unido por el Corazón de Cristo, Corazón Eucarístico.

Francisco nos recuerda, aplicando el Evangelio que hemos proclamado: “El Señor te dice: “tú mismo, dales de comer”. Y tú puedes responder: “tengo poco, no soy capaz”. No es verdad, lo poco que tienes es mucho a los ojos de Jesús si no lo guardas para ti mismo, si lo arriesgas… Y no estás solo: tienes la Eucaristía, el Pan del camino, el Pan de Jesús”.

La Fiesta de Corpus nos recuerda que no basta con alimentarnos cada uno de la Eucaristía. Hay algo más… Comulgar el Cuerpo de Cristo nos debe llevar siempre a comulgar también con nuestros hermanos. No podemos recibir el Cuerpo de Cristo y no comulgar con el hermano necesitado.

Pablo refiere por dos veces el mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Constituye este relato el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena. “Hagan esto”… es decir, tomen el pan, den gracias y pártanlo; tomen el cáliz, den gracias y distribúyanlo. Es Jesús que nos manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre.

Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el “hacer” la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de las manos del sacerdote, a través de mis manos, ungidas de Espíritu Santo en el día de la ordenación sacerdotal.

“Hagan esto”. Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus discípulos que “hicieran” lo que Él tenía claro en su espíritu. Lo hemos escuchado hoy en el Evangelio proclamado. Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús les dice a sus discípulos: “Denles ustedes de comer”.

Es Jesús el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos.

Y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, la opción más fácil sin duda, pero no la opción de la misericordia efectiva. ofrecieran lo poco que tenían.

Hay otro gesto importante: los trozos de pan partidos por las manos del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que ellos los distribuyan a la gente. También esto es “hacer” con Jesús, es “dar de comer” con Él.

Francisco nos dice que, “El Señor hace cosas grandes con nuestra pequeñez, como hizo con los cinco panes. No realiza milagros con acciones espectaculares, sino con gestos humildes, partiendo con sus manos, dando, repartiendo, compartiendo. La omnipotencia de Dios es humilde, hecha solo de amor. Y el amor hace obras grandes con los pequeños”. 

Les pregunto y me pregunto: ¿Qué milagros de amor estamos dispuestos a hacer?

¿Qué cosas grandes podemos hacer con nuestra pequeñez? ¿Qué estamos dispuestos a compartir, a partir, a repartir?

Este milagro va más allá de saciar un hambre material, un hambre de un día o de un momento. Este milagro es signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de todos los hombres ofreciendo su carne y su sangre. Él también se “parte” y se “reparte”, Él se da totalmente para que otros queden saciados en su hambre.

Pero, siempre hay que pasar a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de las manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos.

Preguntémonos con sinceridad sobre aquello que estamos dispuestos a ofrecer para multiplicar los panes y los peces en bien de los demás.

¿Estamos dispuestos a ofrecer el diálogo como camino de solución a los problemas que nos aquejan a todos?

¿Estamos dispuestos a ofrecer el escuchar al otro saliendo de mis posturas personales cerradas y radicales?

¿Estamos dispuestos a ofrecer responsabilidad y dones personales para hacer de nuestro trabajo un bien para los demás?

¿Estamos dispuestos a ofrecer actitudes de solidaridad, justicia, dignidad y libertad en bien de los demás?

¿Estamos dispuestos a ofrecer caminos de paz y de respeto al otro?

Hay muchas más preguntas por hacer. Lo fundamental hoy es que debemos “partir” el pan, pero también nos debemos “partir” y “repartir” nosotros para los demás.

Para poderse “partir” y “repartir” por los demás, uno debe comulgar con Cristo. Comulgando con Cristo podremos comulgar con el hermano, recibiendo el “pan partido” de Cristo podremos “partirnos” nosotros para llevar a ese Cristo a los demás. No nos quedemos con la Eucaristía encerrada en nosotros mismos. En la Eucaristía, “allí está Dios encerrado en un pedacito de pan. Sencillo y esencial, Pan partido y compartido, la Eucaristía que recibimos nos transmite la mentalidad de Dios. Y nos lleva a entregarnos a los demás. Es antídoto contra el “lo siento, pero no me concierne”, contra el “no tengo tiempo, no puedo, no es asunto mío”…” (Francisco). Lo que vivimos en nuestro país nos debe concernir, nos debe importar, nos debe comprometer, es asunto nuestro, no podemos ser indiferentes. Es tiempo de hacer vida la Eucaristía mediante un compromiso concreto por los demás.

Vivamos esta Fiesta con este sentido, de encuentro con el Señor y encuentro con el hermano, el más necesitado. ASÍ SEA.