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Este silencio nos lleva a contemplar el pesebre.

HOMILÍA DE NOCHE BUENA

Sangolquí, 25 de diciembre de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

¡FELIZ NAVIDAD! Es el saludo que doy a todos ustedes, mis queridos hermanos de esta tierra bendecida de Sangolquí. Como todos los años estoy aquí en este Día de Navidad para compartir la fe y la esperanza con cada uno de ustedes.

El Papa Francisco hoy en su mensaje “Urbi et orbi”, es decir, el mensaje al “Mundo entero”, nos ha recordado lo siguiente: “En este día de fiesta volvamos la mirada a Belén. El Señor vino al mundo en una gruta y fue recostado en un pesebre para los animales, porque sus padres no pudieron encontrar un albergue, a pesar de que a María le había llegado ya la hora del parto. Vino a estar entre nosotros en el silencio y en la oscuridad de la noche, porque el Verbo de Dios no necesita reflectores ni el clamor de voces humanas. Él mismo es la Palabra que da sentido a la existencia, la luz que alumbra el camino… Jesús nace entre nosotros, es Dios-con-nosotros. Viene para acompañar nuestra vida cotidiana, para compartir todo con nosotros, alegrías y dolores, esperanzas e inquietudes. Viene como un niño indefenso. Nace en el frío, pobre entre los pobres. Necesitado de todo, llama a la puerta de nuestro corazón para encontrar calor y amparo”.

Como los pastores de Belén, dejemos que nos envuelva la luz y vayamos a ver el signo que Dios nos ha dado. Venzamos el letargo del sueño espiritual y las falsas imágenes de la fiesta que hacen olvidar quién es el homenajeado. Salgamos del bullicio que anestesia el corazón y nos conduce a preparar adornos y regalos más que a contemplar el Acontecimiento: el Hijo de Dios que nació por nosotros”.

Estamos invitados a CONTEMPLAR, no a mirar, sino a CONTEMPLAR el pesebre. Y solamente se contempla con los ojos de la fe y del corazón, porque es el AMOR

DE DIOS el MISTERIO MARAVILLOSO que celebramos en Navidad. El misterio del Dios que ama incondicionalmente que quiere compartir nuestra misma historia, hacerse uno de los nuestros.

En Navidad, Dios se hace hombre, se hace Niño… es un misterio de amor.

Y este Dios se hace hombre en el seno de una familia. Dios ha buscado una familia para “humanizar a su Hijo”. Dios se hace hombre y llega en el corazón de una familia sencilla pero llena de amor.

Les invito hoy a contemplar a María, “una madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo”. Dios la ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado, le ha cambiado los planes de su vida. Ella responde con obediencia plena y total… “Veamos en ella a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica”

También, contemplemos a José, “el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia… el llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica”.

Al contemplar el pesebre vemos a los pastores, hombres sencillos y pobres. También tenemos la costumbres de poner en nuestros belenes muchas figuras simbólicas, sobre todo, “las de mendigos y de gente que no conocen otra abundancia que la del corazón”… “Ellos también están cerca del Niño Jesús por derecho propio, sin que nadie pueda echarlos o alejarlos de una cuna tan improvisada que los pobres a su alrededor no desentonan en absoluto”

Francisco nos dice que “los pobres son los privilegiados de este misterio y, a menudo, aquellos que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros”, nos recuerdan que “Dios se hace hombre para aquellos que más sienten la necesidad de su amor y piden su cercanía”.

Dejemos a un lado el ruido de este tiempo, hagamos silencio interior, que no es un silencio vacío, sin sentido, sino un silencio lleno de amor. Este silencio nos lleva a CONTEMPLAR el pesebre.

Volvamos a contemplar el pesebre, ver en el mismo a María y José, a los pastores, a los mendigos, las estrellas, a la mula y al buey, a los Magos de Oriente que ofrecen sus dones, pero sobre todo, hay que CONTEMPLAR AL NIÑO. Descubramos en el pesebre la TERNURA de un Dios que se hace Niño. No hay mayor ternura que la de un niño y Dios se hace Niño.

“Volvamos a Belén, donde resuena el primer vagido del Príncipe de la paz…Ese Niño es el camino de la paz”. Y necesitamos paz en nuestro mundo, anhelamos paz, queremos paz y debemos ser constructores y artesanos de paz todos nosotros. “Si queremos que sea Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz, contemplemos a Belén y fijemos la mirada en el rostro del Niño que nos ha nacido. Y en ese pequeño semblante inocente reconozcamos el de los niños que en cada rincón del mundo anhelan la paz” (Francisco).

Hoy la voz del Papa nos cuestiona fuertemente, él nos dice: “Que nuestra mirada se llene de los rostros de los hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad en la oscuridad, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción ocasionada por diez meses de guerra. Que el Señor nos disponga a realizar gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo, e ilumine las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata. Lamentablemente, se prefiere escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo. Pero la voz del Niño, ¿quién la escucha?”

Hoy el mundo vive una “carestía de paz”, la vivimos también nosotros, la hemos vivido este año, un año lleno de violencia, de irrespeto, de crímenes, narcotráfico, sicariato y tantas violencias más.

Si queremos ir a contemplar al Niño y a construir la paz, debemos cada uno de nosotros quitarnos las cargas que nos impiden caminar. “¿Y cuáles son estas cargas? ¿Cuál es este “lastre”? Son las mismas pasiones negativas que impidieron que el rey Herodes y su corte reconocieran y acogieran el nacimiento de Jesús: el apego al poder y al dinero, la soberbia, la hipocresía, la mentira. Estas cargas imposibilitan ir a Belén, excluyen de la gracia de la Navidad y cierran el acceso al camino de la paz”.

Hoy, te pido a ti, que revises tu interior, que mires de qué tienes que despojarte, qué cargas tienes que botar para poder caminar ligero y de prisa a contemplar al Niño en el pesebre. Bendecida Navidad para todos. ASÍ SEA.