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Hay que saber acoger al Señor en nuestras vidas

HOMILÍA DEL XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Capelo, 17 de julio de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Con gran alegría vuelvo a esta Parroquia “Señor de los Puentes” de Capelo. Estuve aquí en la posesión del P. Santiago en junio del 2020, cuando salíamos del estricto confinamiento. Mucha agua ha pasado bajo estos “puentes”, se ha construido un estilo nuevo de parroquia, han sabido acoger a Santiago y han crecido con él en este camino de fe, de oración y de acción.

Y hoy, teniendo presente el Evangelio y las palabras de Jesús, pudiéramos preguntarnos con qué actitud sintonizamos o nos quedamos. Si no lo hubiera dicho Jesús, habríamos dado la razón a Marta. Es que quizás sintonizamos más fácilmente con su activismo, que con la “inactividad” de María. Pero así de sorprendente es el Evangelio: “María ha escogido la mejor parte”.

Eso sí, algo que debemos decir con claridad. Jesús no descarta el servicio de Marta, era una forma de expresar su amor al Maestro, lo clarifica advirtiendo sobre la necesidad de discernir valores y prioridades.

El Papa Francisco nos propone como modelo a seguir la actitud de María, una de las dos mujeres que habían acogido a Jesús en su casa. “La palabra del Señor es clara: María ha elegido la mejor parte, la de la oración, la de la contemplación de Jesús. A los ojos de su hermana era perder tiempo. María se detiene a mirar al Señor como una niña maravillada, en lugar de trabajar como hacia ella”.

Pero, volvamos un momento atrás. Jesús entra a una casa, la casa de Marta y de María, les unía una gran amistad. El Evangelio nos dice que “Marta lo recibió en su casa”. Aquí me vienen a la mente varias preguntas que las quiero compartir con ustedes: ¿Abrimos las puertas de nuestras casas a Jesús? ¿Abro las puertas de mi vida al Señor? ¿Lo recibimos en medio de nosotros? Es que si no lo hacemos el Señor pasa de largo porque si de algo estamos seguros es de que Él viene a nuestro encuentro, y como dice el Papa Francisco, “El Señor nos primerea”, es decir, “es el primero en venir, en acercarse a nosotros”.

Hay que saber acoger al Señor en nuestras, esto nos compromete como cristianos. La presencia de Jesús en nuestras vidas provocará reacciones, no nos puede dejar indiferentes, que es lo que sucede con Marta y María, provoca la presencia del amigo dos reacciones diferentes. El acoger nos debe mover a salir, a encontrarnos con los demás. Y estas son las dos actitudes que hoy nos señala el Evangelio.

Veamos la reacción de María, quien es seguramente la hermana más joven. Ella lo deja todo y se queda sentada a los pies del Señor. “Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza” (José A. Pagola).

La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús a su casa, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. El evangelista Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones: “…se multiplicaba para dar abasto con el servicio”. Llega un momento, que desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone con gran confianza, no olvidemos la amistad que les unía, su queja a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”.

Jesús reacciona con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a Él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a Él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán”.

Jesús no critica el servicio de Marta. No olvidemos que Él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás. Critica eso sí su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.

En las palabras de Jesús no hay contraposición de la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien, y es una alerta para nosotros hoy, de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.

¿Qué contagiamos nosotros? ¿Contagiamos paz y amor? ¿Sabemos equilibrar nuestra acción y nuestra contemplación? ¿Sabemos orar y servir?

El Papa Francisco nos habla de este equilibrio. Nos dice primero que, “La actitud de María es la justa porque ella escuchaba al Señor y oraba con su corazón. El Señor nos quiere decir que la primera tarea en la vida es ésta: la oración. Pero no la oración de las palabras como los papagayos, sino la oración del corazón, a través de la cual es posible mirar al Señor, escuchar al Señor, pedir al Señor. Y nosotros sabemos que la oración hace milagros”.

De Marta destaca el servicio, pero nos advierte del peligro de servir sin orar, de servir y agobiarse, de servir y quejarse, de servir y ser pesimista. “Esta actitud la tuvo Marta, quien hacía las cosas, pero no oraba”.

El riesgo es que nosotros hagamos muchas cosas, sea en la casa, en el trabajo, en la parroquia, en los grupos parroquiales, nos dedicamos a servir, a ayudar a otros, está bien, pero solamente nos quedamos en esto, no oramos. Es el riesgo también del sacerdote, del Obispo, metido en mil cosas. Y quizás nos preguntemos en el fondo: “¿Para qué orar? Hagamos lo que podamos”.

Superemos ese riesgo. Pensemos en María, la hermana de Marta, que “eligió la mejor parte y nos hace ver el camino, cómo se abre la puerta al Señor”. Como cristianos debemos asumir compromisos dentro y fuera de la Iglesia, pero no dejemos de ofrecer y de buscar espacios y momentos concretos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra, alimentarnos de su Evangelio. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. No seamos simples funcionarios de servicios, seamos testigos de Cristo.

Que María, quien supo contemplar en su corazón y salir corriendo a servir, nos ayude a encontrarnos con su Hijo Jesús. ASÍ SEA.