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He abierto desde el primer día mi corazón a todos

HOMILÍA EN MI TERCER ANIVERSARIO COMO ARZOBISPO DE QUITO

Bethania, 02 de mayo de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Hemos respondido, “Dichoso el que camina en la ley del Señor”. Yo puedo decir que soy dichoso, a pesar de tantas situaciones duras y difíciles que me ha tocado vivir; sí, soy dichoso porque en este camino me he encontrado con mis hermanos sacerdotes, seminaristas, fieles de toda condición, y ello ha sido mi gran alegría; sí, soy dichoso porque no he querido caminar solo, he caminado con el Señor y con todos ustedes queridos hermanos, y he buscado hacerlo siguiendo el camino del amor del Señor.

Puedo hacer mías las palabras del salmista cuando dice: “Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu ley; escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos”. No he recorrido “mi camino”, ha sido el camino del Señor, he buscado siempre recorrer el “camino verdadero”, he buscado recorrer “nuestro camino” como Arquidiócesis, un camino que he ido descubriendo, y en el que he querido involucrar a todos, sí, a todos sin excepción, claro está que no todos quieren arriesgarse a recorrer ese camino, unos, gracias a Dios pocos, prefieren quedarse añorando otros caminos.

El episodio de los Hechos de los Apóstoles nos presenta a Esteban, quien, iluminado por el Espíritu, predicaba y realizaba grandes prodigios. Esto provoca que unos cuantos de la sinagoga de “los libertos”, al no poder rebatir la sabiduría y espíritu con que hablaba Esteban, comiencen a difamarle, y buscando falsos testigos, lo denunciaran ante el Sanedrín, pero él, ante ellos, permanece tranquilo pues su fortaleza estaba en el Señor Resucitado.

Y esto que le sucedió a Esteban, sigue sucediendo hoy. Cuantas veces, cuando no se tienen argumentos para rebatir una verdad evangélica, se recurre a la difamación y a la calumnia y, duelen más, cuanto éstas proceden de entre nosotros mismos.

Estas actitudes las he vivido con mucho dolor en este camino de tres años como Arzobispo de Quito. No han faltado, ni faltan hoy, las calumnias, difamaciones e insultos; no han faltado los anónimos y mensajes. Duele queridos hermanos, duele mucho, pero hoy les digo que sigo firme, sigo en paz conmigo mismo, sigo en paz con Dios. Estas actitudes no van a hacer que deje de quererlos a todos, aún, querer más a aquellos que difaman y que ya sé quiénes son. No van a lograr que pierda la alegría y la sonrisa, que pierda la serenidad y la paz, pero, sobre todo, que cambie de rumbo y deje de hacer lo que debo hacer y lo que estamos haciendo juntos todos, de manera especial, unido a mis hermanos Danilo y David, grandes compañeros de camino y de aventura en esta iglesia quiteña. No guardo rencor en mi corazón, no puedo hacerlo. Tengo un corazón grande, muy grande, y mi vida está abierta a todos como lo están mis manos y mi cercanía.

El Evangelio nos presenta a la gente que busca a Jesús, según Juan, para hacerlo rey porque les había dado de comer, había multiplicado los panes y los peces. Jesús es claro con ellos, les dice: “En verdad, en verdad les digo, me buscan no porque han visto signos sino porque comieron pan hasta saciarse…” Y ante la pregunta de qué tienen que hacer para realizar las obras de Dios, el Señor les responde: “La obra de Dios es esta: que crean en el que Él ha enviado”

¿Buscamos nosotros al Señor? ¿Por qué lo buscamos? Estas preguntas es bueno hacérnosla también nosotros hoy. Escuchemos a Jesús. Hoy nos dice y nos pide que nos olvidemos de nuestros intereses materiales mundanos y transformemos nuestras vidas para tener como meta el adherirnos totalmente a Él, como enviado del Padre, lo cual nos llevará a una auténtica plenitud y así poder dar a los demás todo lo que somos, todo lo que tenemos en nuestro corazón, en nuestra alma y en nuestro ser.

No cerremos nosotros los ojos a los signos que Dios pone ante nosotros. Es que a veces nos ocupamos más de lo inmediato, que hay que hacerlo, pero es importante no descuidar lo importante, lo trascendente.

Al mirar hacia atrás, desde este hoy, mirando el futuro que me toca recorrer, vuelvo a hacer el compromiso de ser ese “buen pastor” a ejemplo de “Cristo Buen Pastor.

Hace treinta y tres años, busqué, “ser con estilo salesiano, el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas”. Durante veinticinco años, esas ovejas tuvieron rostro juvenil. Desde hace ocho años, ese rostro cambió, es el rostro de hermanos obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas, laicos, del hombre sencillo, de los pobres, del niño, del anciano, del creyente de a pie. Es el rostro de todos.

Sí hermanos, quiero ser ese “buen pastor”, con el estilo salesiano, porque esa es la riqueza que puedo aportar a la Iglesia como Obispo, es la riqueza que puedo aportar a esta Arquidiócesis, que he hecho mía y a la que me he entregado totalmente, viviendo lo que dije hace tres años: “Mi vida por Quito”.

No dejaré de ser ese pastor que se acerca, que se conmueve y no se avergüenza de tocar la carne herida o de derramar una lágrima. Un pastor que se alegra en su misión, que llega a todos y hoy puedo decir con alegría, un pastor que ha recorrido toda su Arquidiócesis, como lo prometí hace tres años, llevando la “buena noticia” a las 197 parroquias, 4 iglesias rectorales, 6 capillas grandes y 10 monasterios.

No dejaré de ser ese pastor que llama por el nombre, que dialoga, escucha, que vive y siente, apasionado en su misión y que busca siempre salvar y dar vida. Francisco nos dice que, “un buen pastor está siempre cerca… un buen pastor es el que sabe dejar a las demás y va a buscar a la que está perdida”. Un buen pastor no puede ni debe estar lejos de su pueblo.

No dejaré de ser ese pastor de corazón futbolístico y barcelonista, que bromea, que busca conocer, saber más, partir de una religiosidad popular para poner allí la verdadera semilla de evangelio. Un pastor sencillo, lo he dicho más de una vez, no soy ni filósofo ni teólogo, soy un educador sencillo, pero soñador, un hombre al que le gusta escribir y transmitir un pensamiento, pero un pensamiento cercano a la vida y que busca tocar a la vida.

Tengan la seguridad de que habrá más sabios que yo, habrá más preparados que yo, pero no habrá, y lo digo con convicción profunda, nadie, escuchen bien, nadie que los quiera más que yo.

He abierto desde el primer día mi corazón a todos: sacerdotes, a mis queridos seminaristas, religiosos, movimientos laicales, jóvenes, al personal de la Curia con el que hemos formado una verdadera familia, agentes de pastoral, catequistas, fieles en general.

Es verdad que he encontrado puertas cerradas, esas no faltan ni faltarán. He encontrado hermanos que han puesto barreras difíciles de derribar, pero ahí estoy, amando y golpeando esas puertas, buscando que se abran, y les digo que esa será siempre mi actitud.

Hoy quiero renovar mi entrega, mi vida, mi servicio, mi ser pastor de esta Arquidiócesis. Hoy quiero volver a asumir mis líneas pastorales que buscan ser “un pastor en salida, portador de la ternura, cercanía y la misericordia de Dios”. No quiero hacerlo solo, lo quiero hacer con todos ustedes y los invito y comprometo a ello.

Cuando acepté esta aventura le dije al Nuncio: “Don Bosco nos dejó una gran herencia: “el deseo del Papa es una orden”. Aunque sé lo que voy a sufrir en Quito, acepto”. Y acepté con profunda fe y gran amor. He sufrido mucho, no lo niego, pero he amado más. He sufrido, es verdad, pero he recibido más amor de parte de todos y de eso doy gracias a Dios.

Soy un Obispo Mariano. He ido descubriendo a María presente en mi pueblo bajo diferentes advocaciones. A María, en las manos de Ella, pongo el futuro, lo que vendrá, y pido a Ella que sea siempre mi auxilio y mi protección. ASÍ SEA.