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Homilía en la celebración del Jueves Santo

Quito, 09 de abril de 2020

❖ Celebramos hoy, en medio del dolor, de las lágrimas, del temor y la certidumbre, pero también, en medio de la fe, de la esperanza, del amor y de la unidad, el AMOR, con mayúscula, sí, el amor de un Dios que se hace carne, se hace alimento. El amor de un Dios que se postra, que sirve a los demás y entrega su vida.

❖ Hoy, en esta mesa del Señor estamos todos. Están los hermanos que han caído luchando frente al Covid 19. Están los médicos, enfermeras y personal sanitario, están los policías y militares, están aquellos que sirven y trabajan para mantener al país funcionando, están los gobernantes, están los más pobres, los que sufren hoy y están ustedes queridos hermanos, en sus casas, viviendo una realidad nueva, pero celebrando hoy con fe el Mandamiento del Amor.

❖ Y están, de manera especial en mi corazón de pastor y en este altar, los sacerdotes. Los sacerdotes de la Arquidiócesis de Quito, diocesanos y religiosos. Es su día, su día sacerdotal, que lo han celebrado solos, pero delante del Señor y desde las redes junto a sus fieles.

1. UN AMOR QUE SE DESBORDA:

❖ Hoy se nos habla del “desborde” del amor de Dios. Es un amor nuevo, que ama hasta el extremo, que se inclina y sirve. Un amor que nos toca descubrir y comprender a cada uno de nosotros. Un amor que debe tocar y transformar profundamente nuestra vida. Hoy más que nunca, debemos sentirnos amados por Dios y amar como Dios nos ama. Y, ¿Cómo ama Dios?

❖ Dios ama hasta dar la vida. ¿Amamos así? ¿Por qué nos cuesta amar de esa manera? ¿Por qué no sabemos dar la vida, sin buscar nuestros intereses?

❖ La medida del amor de Jesús es amarnos sin medida. Nosotros ponemos medida a nuestro amor, calculamos el amor hacia los demás, medimos el amor. Somos “mezquinos” y “regateamos” el amor.

❖ En cambio, Jesús se da sin medida, se da plenamente y se queda presente en medio de nosotros en los dos sacramentos que instituye hoy, el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento del Sacerdocio Ministerial.

❖ El amor de Jesús se hará para siempre Eucaristía. Ese amor de Jesús, que se queda en la Eucaristía caló hondo en la comunidad cristiana y tiene que calar hondo en nosotros, tiene que llegar a lo profundo de nuestro corazón y de todo nuestro ser.

❖ Y su presencia real en la Eucaristía es lo que nos sostiene en estos días de pandemia. Ustedes “sienten la necesidad” de recibir al Señor, sienten la necesidad de comulgar, ahora lo hacen espiritualmente y eso los fortalece, pronto lo harán sacramentalmente y será mayor su alegría.

❖ Jesús es “audaz” en su amor. Lleva hasta el extremo su amor, porque solamente se ama hasta el extremo cuando se da la vida, cuando se entrega la vida para que el otro tenga vida. ¿Cuánto amas tú? ¿En qué signos concretos haces consistir tu amor? ¿Eres audaz en tu amor?

❖ Jesús fue dando su vida en amor al caminar por los caminos de Galilea, al curar enfermos, resucitar muertos, comer con pecadores, acercarse al leproso o endemoniado y a los descartados de su tiempo.

❖ Fue un amor que nos mostró un Dios cercano, tierno, misericordioso. Un Dios que camina con el hombre y se hace compañero de camino.

2. UN AMOR QUE NOS URGE

❖ La Eucaristía nos habla de un amor hecho comunión, un amor que se parte, se reparte. De esto nos habla la Eucaristía, pero, no solamente nos habla, sino que también “nos urge”. El amor de Cristo nos urge a que su presencia real la hagamos vida en nuestras vidas.

❖ Y nos urge a ser presencia de amor en la vida de los demás. Nos urge a compartir nuestro pan con los que no lo tienen, y hoy te urge más, hoy tienes que tender tu mano a muchos que no tienen cómo alimentar a su familia, hoy te urge a compartir la vida curando, aliviando sufrimientos, alentando a los enfermos, orando por los moribundos, compartiendo la vida en familia. Estamos urgidos a amar de verdad y dar esperanza en este tiempo de temor.

❖ Es que Cristo nos urge a la solidaridad fraterna, no de palabras, sino de obras concretas. Demos la mano, nuestra mano, recordando que siempre hay alguien más necesitado que nosotros y que siempre hay alguien que te pide cercanía y amor.

❖ Cristo, que se entrega por nosotros, nos urge a abandonar posiciones cómodas y tibias, aunque el no poder salir físicamente hoy, no nos lleve a encerrarnos en nuestro egoísmo. No seamos indiferentes, sepamos mirar el sufrimiento de los demás y amemos de verdad, no de palabras.

❖ Rompamos todos los muros que nos separan de nuestros hermanos. Acerquémonos espiritualmente con aquel que estamos distanciados, perdonemos al que nos ha ofendido, muramos a nuestro orgullo y veamos que solamente desde el amor podemos construir una familia, una ciudad y un país diferentes. Y, si Dios nos da vida, sabemos que debemos construir ese mundo diferente, y será la gran lección de estos días. Un mundo nuevo, que ya lo proclamó Jesús, pero que quizás lo olvidamos, un mundo basado en el amor y en el servicio, un servicio que implica postrarse, como el Señor se postró al lavar los pies a sus discípulos.

❖ Termino pidiendo la oración y el recuerdo por todos los sacerdotes. Digamos un gracias sincero a ellos, que han consagrado su vida. No son perfectos, son hombres, sacados de entre los hombres, para servir a los hombres. Sí, no son perfectos, pero ellos dan su vida cada día para construir el Reino de Dios. Y te digo hoy, ¿has pensado en ellos? ¿Sabes si tienen para comer, para pagar sueldos, para pagar los servicios básicos? Piensa qué puedes hacer y cómo puedes ayudarlos. Ellos te siguen sirviendo a través de las redes y no te han dejado solo en estos momentos, están fortaleciendo tu fe. Preocúpate de ellos. También ellos necesitan tu mano amiga y solidaria, y la van a seguir necesitando en el tiempo que nos falta para volver a la normalidad. ASÍ SEA.