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“Inviten a Jesús a la barca de sus vidas”

HOMILÍA DEL DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO

Confirmaciones Parroquia de Cutuglagua

Quito, 20 de junio de 2021

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Con mucha alegría he venido a esta Parroquia “Jesús de Nazareth” de Cutuglagua para compartir la fe y celebrar el sacramento de la Confirmación de un grupo de muchachos.

Ustedes, queridos jóvenes, se han venido preparando durante dos años para este día especial en sus vidas, pero, es importante señalar algo: hoy no termina nada, hoy comienza un camino nuevo en sus vidas cristianas, a partir de hoy, con mayor fe, van en la barca de la Iglesia y van con el Señor, como nos dice el Evangelio de este día.

Navegando en la barca de la vida, Jesús está siempre en medio de nosotros, aunque en ocasiones, pareciera que no está presente y que duerme plácidamente. Jesús puede permanecer oculto entre tantas cosas de la vida cotidiana y necesitamos despertarle en nuestra vida, que muchas veces la organizamos y la planeamos de espaldas a Él, para poder sentir su presencia que acompaña y que protege.

Creo que llevamos un año y algunos meses más, en una barca movida por la tempestad de la pandemia, que como dijo Francisco aquel 27 de marzo del año anterior, “nos sorprendió a todos una tormenta inesperada y furiosa” y, “nos encontramos asustados y perdidos”.

Sí, estamos todavía en esta tormenta, que a veces sentimos que no pasa, una tormenta que ha causado mucho dolor, muchas lágrimas, muchas muertes y muchos enfermos. Me atrevería a decir que no hay familia que no haya sufrido la pérdida de un ser querido o de un amigo.

Las dos preguntas de Jesús a sus discípulos nos la vuelve a hacer hoy a nosotros:

¿Por qué están con tanto miedo? ¿Aún no tienen fe? Estas dos preguntas no son una anécdota del pasado, son las preguntas que escuchamos hoy nosotros, hombres y mujeres que seguimos al Señor, en medio de tantas situaciones y en medio de la crisis que vivimos.

Pudiéramos hacernos otras preguntas: ¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía?

¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Por qué hemos perdido la esperanza? ¿Nos falta fe en Jesucristo?

El relato del Evangelio es breve, todo comienza con una orden de Jesús: “vamos a la otra orilla”. Nos toca muchas veces ir hoy a la “otra orilla”, a la orilla donde nos encontraremos gente que no cree, que cuestiona nuestra fe, que vive en un relativismo, que busca comodidades, placeres y lo fácil.

En el trayecto se levanta una fuerte tempestad, un viento huracanado y olas que rompen contra la barca, el agua que comienza a invadirlo todo, todo ello expresan bien lo que a veces hoy vivimos nosotros.

Los discípulos temen morir, se desesperan, no se dan cuenta de que el Señor está allí, durmiendo, lo sienten lejano, fuera de la situación. Por eso lo despiertan y le dicen: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” Y podemos preguntarnos: ¿Van a perecer estando Jesús con ellos?

Despertados por sus discípulos, Jesús interviene, el viento cesa y sobre el lago viene una gran calma. Lo sorprendente es que los discípulos se llena de “gran temor”. Antes tenían miedo de la tempestad, ahora parecen temer a Jesús.

Sin embargo, hay algo decisivo, han recurrido a Jesús, han podido experimentar en Él una fuerza salvadora que no conocían y se preguntan: “¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

francisco nos recordó el año anterior que, “el comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación… No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas”. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentemos que, con Él a bordo, no se naufraga”

Y a ustedes queridos muchachos que hoy se confirman, que reciben la plenitud del Espíritu Santo, el Señor les pide ser hombres y mujeres de fe. Les pido yo hoy que, como dice el Papa, “inviten a Jesús a la barca de sus vidas”. Siéntanse seguros con Él, y de Él deben ser testigos en sus ambientes de cada día.

Ustedes han experimentado y experimentarán la fe, gracias al testimonio sencillo, apasionado y creíble de nosotros los adultos, los que hemos descubierto a Jesús. Desde este testimonio ustedes crecerán en su fe y se harán también testigos del Señor para otros.

Recuerden que deben ser constructores de su propia juventud, constructores de sus vidas, constructores de su futuro, constructores de la Iglesia. Esta es la misión de ustedes y en esta misión nunca olviden que Jesús está en sus barcas, que aunque parezca que duerma o que duerma, Él no los deja solos, Él los acompaña y acompañará siempre.

No sientan miedo, no teman, no se sientan solos, el Señor está con ustedes y hoy reciben esa fuerza del Espíritu. Sientan que quema sus corazones, sus vidas, sientan ese amor de Dios que los llena y los hará jóvenes fuertes y valientes, como les pide Francisco.

Sean jóvenes que sueñan con un futuro, sueñan con sus vidas, pero, “sueñen en grande, no en pequeño” (Francisco). Deben tener esos sueños grandes, poner ideales grandes en sus vidas. Y, no dejen de preguntarse: ¿Qué joven quiero ser mañana¡ ¿Qué quiero hacer de mi vida? ¿Qué quiero ser en mi vida?, desde estas preguntas y encontrando las respuestas con la fuerza del Espíritu, construyan sus vidas y hagan grandes sus vidas.

Y que María, mujer de fe firme y valiente, nos acompañe en nuestro camino de cada día. ASÍ SEA.