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"La Eucaristía debe ser el corazón palpitante de nuestras vidas"

HOMILÍA EN LA FIESTA DE CORPUS CHRISTI

Betania, 06 de junio de 2021

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Hoy celebramos la Solemnidad de Corpus Christi, la Fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, fiesta tan metida en el corazón y en la fe del pueblo.

La celebro con ustedes, mis queridos formadores y seminaristas, la celebro en esta mi casa del Seminario Mayor.

Alabamos y agradecemos al Señor, le damos gracias por su presencia Eucarística, porque Él se quedó en medio de nosotros acompañando nuestra vida de cada día. Hoy, más que nunca hemos sentido su presencia y cómo esa presencia en la Eucaristía nos ha fortalecido. Es el Cuerpo de Cristo que comulgamos el que nos ha ayudado a saber llevar este tiempo de dolor, de enfermedad, de muerte y de llanto.

El Papa Francisco lo dice expresamente: “Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo sean para cada uno una presencia y un soporte en medio de las dificultades, un consuelo sublime en el sufrimiento de cada día y una prenda de resurrección eterna”

Y aquí los invito a ustedes, a muchos de ustedes, que todavía no van a las iglesias para participar de la Eucaristía, que todavía siguen viviendo una celebración transmitida por redes. Venzan el miedo, recuerden que nuestra fe no es virtual, nuestra fe es presencial, es comunitaria y necesitan “comulgar”, comulgar con el Señor, recibir la Eucaristía, la misma que dará esa fortaleza en medio de la tormenta de estos tiempos.

El Evangelio que hemos escuchado narra la Última Cena, pero nos sorprende que la atención esté más puesta en los preparativos que en la cena. El verbo “preparar” se repite varias veces: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”…Preparen allí la cena…llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua”.

Jesús prepara y pide a los suyos que cooperen en esta preparación. También, antes de la Pascua, el Señor había dicho a sus discípulos: “Voy a prepararles un lugar…” “Es Jesús quien prepara, el mismo Jesús que, sin embargo, con fuertes llamamientos y parábolas, antes de su Pascua, nos pide que nos preparemos, que estemos listos” (Francisco).

Podemos decir que Jesús prepara para nosotros y nos pide que también nosotros preparemos. Pero, nos podemos preguntar: ¿Qué prepara Jesús para nosotros? Francisco nos responde: “Prepara un lugar y un alimento. Un lugar mucho más digno que “la habitación grande acondicionada” del Evangelio. Es nuestra casa aquí abajo, amplia y espaciosa, la Iglesia, donde hay y debe haber un lugar para todos. Pero nos ha reservado también un lugar arriba, en el paraíso, para estar con Él y entre nosotros para siempre.”

Además del lugar, nos prepara un alimento, un pan que es Él mismo: “tomen, esto es mi cuerpo”. Estos dos dones, el lugar y el alimento, son lo que nos sirve para vivir. Son la comida y el alojamiento definitivos. Ambos se nos dan en la Eucaristía. Alimento y lugar (Francisco).

¿Somos conscientes de que Jesús nos prepara el lugar aquí abajo y allá arriba? ¿Somos conscientes del alimento que es Jesús para nuestra vida? ¿Nos alimentamos del Cuerpo y de la Sangre de Cristo?

La Eucaristía debe ser el corazón palpitante de nuestras vidas y es el corazón palpitante de la Iglesia. La Eucaristía no me aísla del otro, no puedo comulgar pensando solamente en mí mismo. La Eucaristía me reúne, me da fuerza, me lleva al encuentro con el hermano. Debemos comulgar con Cristo y debemos comulgar con el hermano que está a mi lado, con el hermano necesitado, con el hermano enfermo, abandonado, en peligro.

Solamente así, cuando comulgamos con Cristo y con el hermano, estamos preparándonos un puesto arriba, en la eternidad. El Señor nos preguntará qué hicimos con el hermano, nos preguntará si le dimos de comer, si le dimos de beber, si lo vestimos, si fuimos a verlo, si lo acogimos. Comulgando con el Señor y comulgando con el hermano tendremos esa puesto allá arriba en el cielo.

Francisco afirma: La Eucaristía es el pan del futuro, que ya nos hace pregustar un futuro infinitamente más grande que cualquier otra expectativa mejor. Es el pan que sacia nuestros deseos más grandes y alimenta nuestros sueños más hermosos. Es, en una palabra, la prenda de la vida eterna: no solo una promesa, sino una prenda, es decir, una anticipación, una anticipación concreta de lo que nos será dado”

Jesús nos prepara el alimento, la comida. Humanamente necesitamos alimentarnos continuamente, y no solo de comida, sino también de proyectos y afectos, deseos y esperanzas. Tenemos hambre de ser amados. Lo material no basta, jamás nos sacia del todo. Podemos tener muchas cosas materiales, mucha tecnología, pero podemos estar vacíos.

“La Eucaristía es un alimento sencillo, como el pan, pero es el único que sacia, porque no hay amor más grande. Allí encontramos a Jesús realmente y compartimos su vida, sentimos su amor” (Francisco).

Encontremos el auténtico amor del Señor en la Eucaristía. Escojamos este alimento de vida, pongamos la Misa en primer lugar, repito, que sea presencial, real, no únicamente virtual.

Vayamos descubriendo la Adoración Eucarística en nuestras comunidades. Reunámonos en torno a la Eucaristía y preparémonos para la celebración del Congreso Eucarístico Internacional en el 2024; debe ser un camino de amor. Pidamos todos la gracia de estar “hambrientos de Dios, nunca saciados de recibir lo que Él prepara para nosotros” (Francisco).

 Y nos toca “preparar” hoy un lugar para celebrar. ¿Dónde preparamos ese lugar? El Señor no quiere lugares exclusivos y excluyentes. El Señor nos invita hoy a buscar espacios que no han sido alcanzados por el amor ni tocados por la esperanza. Allí quiere ir el Señor y nosotros debemos realizar para él los preparativos. Preparemos el lugar en todos aquellos que no tienen un lugar digno para vivir, que carecen de alimento, personas que viven en soledad, que sufren, que están necesitadas, personas golpeadas por la pandemia, todos ellos son “sagrarios abandonados”. “Jesús, pan partido para nosotros; nos pide que nos demos a los demás, que no vivamos más para nosotros mismos, sino el uno para el otro. Así se vive eucarísticamente: derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor. La Eucaristía en la vida se traduce pasando del yo al tú” (Francisco). ASÍ SEA.