Skip to main content

“¡La guerra es una locura!

HOMILÍA EN LA FIESTA DE LA ANUNCIACIÓN DE MARÍA

Quito, 25 de marzo de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Hoy estamos aquí, nos postramos ante el Señor y miramos tiernamente el corazón Inmaculado de María pidiendo por la paz en el mundo y consagrando a nuestros pueblos hermanos de Ucrania y Rusia.

Hoy reiteramos que el dinamismo que mueve a todas las personas y sociedades es la búsqueda de la paz. Y aquí pudiéramos preguntarnos si nosotros, tú, yo, ¿buscamos la paz? ¿Qué caminos recorremos para esa consecución de la paz? ¿Nos esforzamos por construir la paz en nuestra sociedad, en nuestra familia, en nuestra comunidad eclesial? Incluso aquellos que no tienen una mirada trascendente, guardan en lo profundo de su corazón un verdadero deseo de paz en este mundo. Y nosotros cristianos, sabemos que Jesús nos trae la verdadera paz y es el gran regalo que nos hace una vez resucitado.

Todos debemos ser constructores de paz. Desde esta misión, entendemos el llamado del Papa Francisco, quien con valentía ha afirmado: “¡Que las armas callen!... Dios está con los que buscan la paz, no con los que recurren a la violencia”.

Por eso hoy, nos reunimos alrededor de la figura de María en este día en que celebramos la Anunciación. Dos son las palabras claves en este día. La primera es sencilla, pero a la vez tan profunda, una palabra que cambia la historia de la humanidad, una palabra que hace posible la salvación. Esa palabra es “SÍ”.

Francisco nos dice que, “siempre llama la atención la fuerza del “sí” de María, joven, la fuerza de ese “hágase” que le dijo al ángel. Fue una cosa distinta a una aceptación pasiva o resignada, fue algo distinto a un “sí” como diciendo: “bueno, vamos a probar qué pasa”. María no conocía esa expresión, “veamos a ver qué pasa”. Era decidida, supo de qué se trataba y dijo sí sin vueltas. Fue algo más, algo distinto, fue el “sí” de quien quiere comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa”.

¿Somos capaces de decir “sí” a Dios hoy? ¿Somos capaces de arriesgarnos a vivir la misión que Dios nos pone en el camino de nuestras vidas? ¿Somos capaces de asumir con valentía las consecuencias de ese “sí” que digamos a Dios? ¿Vamos a decir “sí” a la tarea de buscar la paz, de construir la paz, de ser agentes de paz?

“Decir “si” al Señor, es animarse a abrazar la vida como viene con toda su fragilidad y pequeñez y hasta muchas veces con todas sus contradicciones e insignificancias… Asumir la vida como viene, es abrazar nuestra patria, nuestras familias, nuestros amigos, tal como son, también con sus fragilidades y pequeñeces” (Francisco).

Si abrazamos así la vida, confiadamente, como la abrazó María cuando dijo su “sí” confiado y confiando en Dios, abrazamos al hermano, abrazamos la realidad, abrazamos la paz. La paz comienza a nuestro alrededor, comienza en las pequeñas cosas, en los pequeños gestos, en los momentos de cada día, en el encuentro con el hermano. Es una paz que se construye paso a paso y a eso estamos llamados todos nosotros.

El Papa insiste en las consecuencias de decir “sí” como María: “Decir “sí” como María a esta historia de amor, es decir “sí” a ser instrumentos para construir, en nuestros barrios, comunidades eclesiales, capaces de callejear la ciudad, abrazar y tejer nuevas relaciones”. Esta “nuevas relaciones” que tú, yo, todos nosotros, estamos llamados a tejer, son relaciones de diálogo, comprensión, paciencia, respeto, tolerancia y todo ello tejerá la paz en nuestro interior y la paz social a nuestro alrededor.

Y la segunda palabra clave en este día es: “No temas”. Sí, el ángel le dice: “No temas, María”. Dios conoce lo más profundo del corazón humano, y Él sabe que tememos a lo desconocido, a poner nuestra vida en manos de Otro, a dejarnos llevar. Lo que el ángel dice a María: “No temas”, también nos lo dice hoy a nosotros. “No temas, porque has hallado gracia ante Dios”. Cuando Dios llama a realizar su misión en el mundo, lo primero que sentimos es miedo ante la incertidumbre. ¿Cómo responderemos? ¿Y si fallamos? Y hoy se repite: “No temas…” Y esa fuerza viene de Dios, y viene del testimonio de una joven que no temió. sino que confió, que no temió sino que amó, que no temió sino que se puso toda ella en las manos de ese Dios que la llamaba a una misión.

Y hoy no temamos en este grito de denuncia y anuncio. Denunciamos la guerra. “En Ucrania corren ríos de sangre y lágrimas. No se trata sólo de una operación militar, sino de una guerra, que siembra muerte, destrucción y miseria. El número de víctimas aumenta, al igual que las personas que huyen, especialmente las madres y los niños” (Francisco). No cabe duda, “hemos perdido la senda de la paz…hemos olvidado las lecciones de tragedia del siglo pasado...” (Francisco), y sin duda, no hemos aprendido la llamada que surgió desde la pandemia para superar juntos una crisis y construir un nuevo horizonte de fraternidad.

Vemos con dolor que, “Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo”. Estas palabras del Santo Padre nos deben hacer reaccionar y reflexionar, no podemos callar.

Y aunque parezca que nuestra voz no sea escuchada, anunciemos la paz. Pidamos que callen las armas, que se silencien los gritos de muerte, que cese la violencia contra un pueblo, que cambie el corazón de los gobernantes. “¡La guerra es una locura!” y no podemos estar de acuerdo con ella, gritemos y hagamos vida la utopía de la paz, una paz que es posible y que nace del amor.

Desde esta Catedral Primada, desde este país consagrado al Corazón de Jesús y al Corazón Inmaculado de María, hacemos un llamado a la paz uniéndonos a la oración del Papa Francisco que eleva su voz diciendo: “Acoge, oh Madre, nuestra súplica. Tú estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra. Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación. Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo. Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar. Líbranos de la guerra…Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad. Reina de la paz, obtén para el mundo la paz”.

Qu el “Príncipe de la paz” que María trajo al mundo con su “sí”, escuche nuestra oración. ASÍ SEA.