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La Imagen del Divino Niño es el Rostro de Dios Misericordioso que se hace niño

Homilía en la Misa del Divino Niño

Quito, 20 de julio de 2020

 Hoy, como Arquidiócesis de Quito, a esta misma hora, en todas las parroquias se está celebrando la Eucaristía en honor al Divino Niño. Nos hemos unido todos, poniendo nuestra confianza y nuestra esperanza en Dios ante la pandemia que está asolando nuestra ciudad y toda nuestra querida Arquidiócesis. En el Divino Niño ponemos nuestra oración y le pedimos que obre su misericordia.

Dios es misericordioso, su misericordia llega a nosotros, y uno de los rostros más maravillosos de la misericordia de Dios, es la imagen de un niño, en este caso el Divino Niño. La Imagen del Divino Niño es el Rostro de Dios Misericordioso que se hace niño en su inocencia, en su pureza, en su obediencia siempre hacia Dios.

Miremos ese rostro de niño, el rostro del Divino Niño, y como Él, elevemos nuestros brazos en oración, en súplica sincera y dolida, pidiendo que pare esta pandemia, pero al mismo tiempo, comprometámonos a ser responsables con nosotros mismos y con los demás cumpliendo todas las normas de bioseguridad.

Desde tiempos muy antiguos ha existido la devoción al Divino Niño Jesús, y se ha honrado su santa infancia, considerando esta edad de Jesucristo como una maravilla de inocencia y amabilidad.

San Francisco de Asís al hacer el pesebre nos recuerda la gran bondad del Hijo de Dios al hacerse hombre en Belén por nuestra salvación. San Antonio de Padua fue un devoto tan entusiasta del Niño Jesús que según las imágenes que de él se conservan, mereció que el Divino Niño se le apareciera.

Otro gran devoto es San Cayetano, que se lo representa teniendo entre sus brazos al Niño Jesús. Él lo que necesitaba pedir lo pedía por los méritos de la infancia de Jesús.

Santa Teresa de Jesús le tenía un gran amor al Divino Niño, lo vio en una visión en las escaleras y llevaba en sus viajes una estatua del Divino Niño y mandó que en cada convento hubiera una Imagen del Niño Jesús, que casi siempre ella misma dejaba de regalo al despedirse.

Existen alrededor del mundo muchas figuras e imágenes representando al Niño Jesús mediante las cuales se han obtenido milagros, entre las más conocidas tenemos: El Niño Jesús de Praga, el Santo Niño de Atocha, el Divino Niño de Arenzano y el milagroso Niño Jesús de Bogotá, en Colombia, hoy difundido grandemente en nuestro país y en nuestra Arquidiócesis.

Y el propagador de la devoción al Divino Niño en Colombia fue un salesiano, el P. Juan del Rizzo, en el barrio 20 e julio en Bogotá. La Imagen del Divino Niño está en parroquias, capillas, iglesias y en muchísimas casas, pero, sobre todo, está en el corazón de los fieles que se acercan a Él con gran amor.

En una ocasión, el Padre Juan, estando en Barranquilla, tenía dificultad para salir a pedir limosna por ser muy tímido y sintió que el pequeño Jesús, que María Auxiliadora lleva en sus brazos, lo reconfortó y animó. Luego prometió ser un gran propagador del Divino Niño Jesús.

Muchos años después, por 1935 en Bogotá, mientras propagaba la devoción del Niño Jesús de Praga, encontró oposición por un grupo de asociados que decía tener la “exclusividad” del título de Praga.

No se desanimó y continuó difundiendo el amor al pequeño Dios. Cierto día, buscando una imagen, le presentaron a un Jesús infante parado sobre una nube con los brazos abiertos, túnica rosada y una enorme aureola en la cabeza, pero hubo algo que no le agradó, es que detrás de la imagen del pequeño había una cruz, por lo que pidió que se la retiraran al tratarse de la imagen del Jesús niño.

Y en el barrio 20 de julio, barrio popular, se extendió la devoción. Muchísimos fieles empezaron a venerar la imagen como el Divino Niño y son muchos los que hasta ahora dicen que, al acogerse a esta advocación, han obtenido muchos milagros y conversiones, y les puedo decir que soy testigos de obras extraordinarias en la vida de los fieles y en obras materiales. Es que su devoción siempre estuvo unida a la solidaridad. En el Santuario del Divino Niño en Bogotá no ha faltado el chocolate y el pan y la canasta de víveres para cientos de miles de personas y familias a lo largo de tantas decenas de años y no ha faltado en muchos lugares en donde he sido testigo de que el Niño Jesús obra en el corazón y en la vida de los fieles.

Y hoy, que caminamos en medio de tinieblas de muerte, de angustia, desconsuelo y lágrimas, debemos ver esa “gran luz” que resplandece y nos devuelve la alegría y la esperanza.

Dios no nos abandona, Dios no nos deja solos, Dios está con nosotros, porque, “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado…” Él es el “Dios poderoso, el Príncipe de la paz”.

No debemos olvidar que “somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor, y también dentro de nosotros, hay tinieblas y luces, pero… cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz” (Francisco).

¿Caminamos en tinieblas? ¿Somos capaces de ver la luz de Cristo hecho Niño en Belén? ¿Nos dejamos vencer por las tinieblas de este tiempo?

En la vida de cada uno de nosotros se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras, pero, “si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera”, nos dice Francisco.

El amor nos hace caminar en la luz. Y hoy, más que nunca debemos caminar en la luz del amor a Dios y al hermano. Seamos portadores de luz y de esperanza, de amor y servicio, de entrega y solidaridad, de comprensión y ternura, de oración y confianza.

Hoy necesitamos orar, elevar nuestra oración al Divino Niño, decir, como repetimos en el salmo: “Bendeciré al Señor eternamente”. Es que debemos bendecirlo cada día, alabarlo toda nuestra vida, y confiar plenamente en su clemencia y bondad.

No perdamos la esperanza, la tenemos puesta en el Señor. Pidamos al Divino Niño para que brille la luz en estas tinieblas de la humanidad de hoy. Que nuestra oración sea confiada, Él hará su voluntad. ASÍ SEA.