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La tentación la vencemos con la Palabra de Dios

HOMILÍA DEL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 26 de febrero de 2023

Hemos iniciado este tiempo de Cuaresma. Las preguntas que siempre me hago, y que se las hago ahora a ustedes es: ¿Será una Cuaresma más en nuestras vidas?

¿Cuántas cuaresmas hemos vivido cada uno de nosotros? ¿Hemos cambiando en nuestras vidas o nos hemos quedado en los gestos externos y no hemos llegado a lo profundo del corazón?

El Papa Francisco, en su mensaje de Cuaresma de este año, nos dice: “Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña”

Es que no es fácil este camino cuaresmal, no es fácil un mirar hacia el interior, un hacer desierto para encontrarnos con nosotros mismos y encontrarnos con Dios y con el hermano. Pero hay que comenzar a caminar, sin miedo, porque una es la meta al final de la Cuaresma y no es otra que el vivir el Misterio Pascual de la Pasión, muerte y Resurrección de Cristo.

En este primer domingo de Cuaresma, la Palabra de Dios nos indica el camino fructuoso hacia la Pascua. Es el camino recorrido por Jesús. Él, antes de comenzar su predicación, se retiró durante cuarenta días al desierto donde fue tentado por Satanás.

El Evangelio nos dice que, “Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado”. Es el Espíritu Santo que descendió sobre Él al ser bautizado por Juan, quien lo empuja, quien lo lleva ahora para enfrentarse a las tentaciones. Podemos decir que, “toda la existencia de Jesús se pone bajo el signo del Espíritu de Dios que lo anima, lo inspira y lo guía” (Francisco).

El desierto es un lugar especial, es el lugar donde Dios habla al corazón del hombre y donde brota la respuesta de la oración. Solamente en esa soledad se abre a la Palabra de Dios. Es también el lugar de la prueba y de la tentación, donde aprovechando la fragilidad y las necesidades humanas, el diablo, el tentador, satanás, insinúa su voz engañosa, alternativa, a la de Dios que te hace ver otro camino, otro camino de engaño.

¿Qué desiertos atraviesas tú en tu vida? ¿A qué tentaciones te enfrentas tú? ¿Has escuchado la voz engañosa del tentador? ¿Te has dejado engañar por esa voz?

¿Qué tentaciones enfrentas en tu vida?

En el Padre Nuestro rezamos y decimos a Dios Padre: “No nos dejes caer en tentación”. A mí me enseñaron que la “tentación” es la antesala del pecado. No es el pecado en sí, es la sala de espera. Es esa “propuesta seductora que solo conduce a la esclavitud del corazón, pues nos obsesiona con el ansia de tener, reduce todo a la posesión de cosas, de poder y de fama… Son el veneno de las pasiones en las que se arraiga el mal, pero se vencen con la Palabra de Dios”. (Francisco).

El Evangelio de hoy nos presenta tres tentaciones, pero no son las únicas. ¿Qué tentaciones tienes tú? ¿Qué tentaciones tengo yo? Podemos tener la tentación del poder, del orgullo, de la vanidad. La tentación de lo fácil, de sobresalir, del prestigio, de la fama. La tentación de la pereza, del dejar para mañana las cosas, de no asumir con responsabilidad la vida. La tentación de la violencia, del chisme, de la envidia, de la murmuración, la tentación de la corrupción, de los privilegios, de utilizar al otro en bien nuestro… y así muchas más.

Y fácilmente podemos ceder a las tentaciones. El hacerlo, adormece nuestra conciencia porque justificamos el mal disfrazándolo de “buenas intenciones”. Recordemos el dicho popular: “de buenas intenciones está empedrado el infierno”.

El tentador seduce, ese es su trabajo, el seducirnos, el engañarnos, por algo se lo llama “Príncipe de la mentira”. ¿Podemos dialogar con él? Francisco nos dice claramente que no, “Las tentaciones, que nos acompañan en todo el camino de la vida, se presentan muchas veces bajo una “aparente forma de bien”, “con ojos dulces”, “con cara de ángel”, incluso enarbolando religiosidad. Esto es un engaño del diablo que es astuto y hace que una mala acción o caer en la tentación se justifique con buenas otras o gestos de la cotidianidad. Si cedemos a sus halagos, acabamos justificando nuestra falsedad enmascarándola con buenas intenciones”.

Hay que estar siempre atentos, debemos tener claro que durante toda nuestra vida estaremos expuestos a las tentaciones. Nadie puede decir que no es ni será tentado, allí estaría su mayor tentación. Además, estar atentos para no justificarnos diciendo: “En el fondo, no es grave, ¡todos lo hacen así!”. Decir esto es ya un camino para dejarnos vencer. No porque todos lo hagan está bien, yo puedo ser diferente, yo puedo vencer la tentación, yo puedo llevar una vida cristiana auténtica y distinta. No nos dejemos arrastrar por la “corriente del mundo”. No podemos, escuchen bien queridos hermanos, no podemos “pactar con el mal”, debemos “hacer el bien”, “luchar para hacer el bien cada día”, no es tarea fácil, pero es posible.

La tentación la vencemos con la Palabra de Dios, por eso, les invito a todos ustedes a vivir este tiempo de Cuaresma como un “tiempo en el desierto”, es decir, “tiempo dedicado al silencio y a la oración para que podamos detenernos y mirar lo que se agita en nuestro corazón… Hagamos claridad interior, poniéndonos ante la Palabra de Dios en la oración, para que tenga lugar en nosotros una lucha beneficiosa contra el mal que nos hace esclavos, una lucha por la libertad” (Francisco).

Inicia esta Cuaresma teniendo claro que debes luchar, esforzarte, vencer la tentación, no dialogar con el diablo, Jesús no dialoga con el tentador, puede parecer que lo hace, pero no es así, Él siempre responde con la Palabra de Dios, no con sus palabras, “con el diablo solo vale la Palabra de Dios”.

Escucha en tu interior esa Palabra de Dios, hoy más que nunca. No tengas miedo de entrar en el desierto de tu vida y escuchar a Dios en tu interior. Haz silencio, escucha a Dios en el silencio de tu corazón, ponte en oración. Recordemos que estamos llamados a caminar por los caminos de Dios y en este tiempo de Cuaresma renovar los compromisos bautismales. Somos hijos de Dios, vivamos como tal y luchemos para ser auténticos y no nos dejemos vencer por la tentación. Escuchemos a Dios, no al tentador.

Que María, nuestra Buena Madre, nos acompañe en este desierto cuaresmal y nos ayude en nuestro camino de conversión. ASÍ SEA.