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“Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros…”

HOMILÍA DEL QUINTO DOMINGO DE PASCUA

Quito, 15 de mayo de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Jesús comienza a despedirse de sus discípulos. Dentro de poco ya no lo tendrán con ellos y el Señor les habla con una ternura especial, con un cariño único. Les dice a ellos: “Hijitos míos, me queda poco de estar con ustedes”.

Imaginémonos la tristeza y hasta cierto punto, el nuevo desconsuelo de los discípulos. Ellos habían superado la tristeza profunda y el desconcierto que les había ocasionado la muerte de Jesús en la cruz. Ahora estaban alegres, dichosos, compartían su vida resucitada y su presencia alentaba a la pequeña y frágil comunidad que había nacido.

Y es en este contexto en el que Jesús les hace un regalo, uno muy especial: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros…” Ese regalo que hace a sus discípulos no es un regalo que se quedó en el pasado, es un regalo que te lo hace a ti, me lo hace a mí, nos lo hace a todos nosotros, a todo cristiano, de todos los tiempos y de todos los lugares.

Ese es el “mandamiento nuevo”. Pero, ¿No se prescribía ya en el Antiguo Testamento el mandamiento del amor al prójimo? ¿Por qué entonces se llama nuevo? ¿En qué consiste esa novedad?

El Papa Francisco nos responde claramente a estas preguntas sobre la novedad: “Como yo los amé”, esa es la novedad del mandamiento del amor”. Y él da precisión a su afirmación: “Como yo los amé: un amor universal, incondicional y sin límites, que encuentra su ápice en la Cruz. Esta es la novedad en el mandamiento del amor que Jesús confía a sus discípulos antes de partir de este mundo”.

“El amor que se manifestó en la Cruz de Cristo y que Él nos llama a vivir, es la única fuerza que transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne; que nos hace capaces de amar a nuestros enemigos y perdonar a aquellos que nos ofendieron. El amor de Jesús en nosotros crea puentes, enseña nuevos caminos, desencadena el dinamismo de la fraternidad” (Francisco).

El amor de Jesús es un amor que no se reserva nada para sí, es un amor que se da totalmente, es un amor “hasta el fin”, es un amor que “se vacía de sí mismo”. Así nos ama Jesús, con un amor radical, porque nadie ama más que el que da la vida; con un amor sin prefijos ni presupuestos; no espera a que seamos buenos para amarnos, nos hará buenos con su amor. Jesús nos ama con un amor preferencial por lo perdido, un amor lleno de misericordia, que va en búsqueda del pecador, del que se ha alejado. Así nos ama Cristo.

¿Te sientes amado así por el Señor? ¿Has experimentado en tu vida el amor total de Cristo? ¿Cómo y en qué lo has experimentado o vivido? ¿Amas así tú a los demás? ¿Cómo amas tú? ¿Es fácil amarnos unos a otros como nos ha amado Jesús?

Seamos sinceros, no es fácil, no nos resulta fácil, a nadie, pero sí es posible amar como Jesús amó. El mandamiento de Jesús conlleva el dar la vida como Él la dio por nosotros, y ahí en cierta forma radica la dificultad.

El Papa Francisco nos dice que, “para ser cristianos de verdad debemos elegir hoy el amor, aunque cueste, aunque vaya contra corriente. No nos dejemos condicionar por lo que piensan los demás, no nos conformemos con medias tintas. Acojamos el desafío de Jesús, el desafío de la caridad. Así seremos verdaderos cristianos y el mundo será más humano”.

Amar como nos amó Jesús implica “ir contracorriente”. Es que es eso lo que hay que hacer para vivir el mandamiento del amor, y hay que hacerlo porque el mundo, la sociedad de hoy, te invita a vivir una cultura egoísta, una cultura de la indiferencia, una cultura centrada en uno mismo sin que importe la vida del otro, una cultura relativista, del placer por el placer en el que el otro muchas veces es un objeto, no un sujeto. Y este camino del mundo lleva a la violencia y a grandes injusticias.

Volvamos a los discípulos: ¿Comprendieron en ese momento el mandamiento nuevo que les daba Jesús? Posiblemente no. Francisco nos dice que, “los discípulos comprendieron el significado de aquellas palabras: “Como yo los amé, así también ustedes deben amarse unos a otros”, al meditar en la Pasión y en la agonía de Cristo”.

Nosotros comprenderemos este “mandamiento nuevo” al mirar la cruz. Miremos hoy la cruz de Cristo, ahí está el amor verdadero, el amor que da la vida, el amor que se da totalmente por el otro. “Jesús nos amó primero y nos amó a pesar de nuestras fragilidades, de nuestras limitaciones y de nuestras debilidades humanas” (Francisco).

Jesús nos hace dignos de su amor que no conoce límites y que nunca acaba. Al darnos el “nuevo mandamiento”, “Él nos pide que nos amemos mutuamente, no solamente y no tanto con nuestro amor, sino con el suyo, que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones si lo invocamos con fe. De este modo, y solamente así, podemos amarnos mutuamente no solamente como nos amamos a nosotros mismos y a los demás, sino como Él nos amó, eso es, inmensamente más”, nos dice Francisco

Todos estamos llamados al camino concreto del amor, un camino que nos conduce a salir de nosotros mismos para ir hacia los demás. Jesús nos ha mostrado que el amor de Dios se realiza en el amor al prójimo, ambos van juntos. Este camino del amor lo viviremos en “gestos pequeños, de todos los días, gestos de cercanía a un anciano, a un niño, a un enfermo, a una persona sola y con dif.icultades, sin casa, sin trabajo, inmigrada, refugiada…” (Francisco).

En esos “pequeños gestos cotidianos” es donde vivimos el mandamiento nuevo. Vívelo sin miedo, hazlo posible, decídete a amar, a perdonar, a acercarte al otro, a buscar a quien se ha alejado, a escuchar a quien no escuchas, a poner alegría en tu casa, a respetar al anciano que vive a tu lado… en fin, son miles los gestos de amor que podemos y debemos vivir.

La decisión de amar es hoy. “Hoy podemos esparcir por todas partes la semilla del amor que renueva las relaciones entre las personas y abre horizontes de esperanza. Jesús siempre abre horizontes de esperanza, su amor abre horizontes de esperanza” (Francisco).

Que María, la buena Madre, nos ayude a abrir nuestro corazón para recibir de su Hijo el don de su mandamiento y el Espíritu Santo nos dé la fuerza para hacerlo vida cada día. ASÍ SEA.