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. Los amo, en definitiva, en SINGULAR.

HOMILÍA DE LA MISA CRISMAL

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 06 de abril de 2023

Hoy es FIESTA para todos nosotros sacerdotes. Es NUESTRO DÍA, es NUESTRA FIESTA. La Fiesta de la unción, de la llamada, de la respuesta, de la misión y del servicio.

Hoy, en esta MISA CRISMAL celebramos, no digo simplemente “recordamos”, nuestro SER SACERDOTAL. Una vida sacerdotal de muchos o de pocos años, una vida sacerdotal hecha vida en la entrega de cada día. Y celebramos de manera especial a nuestros hermanos JUBILARES, al P. JAIME DASQUENS SOLÉ al celebrar sus BODAS DE ORO SACERDOTALES y a nuestros hermanos RICARDO FERNANDO CÁRDENAS FREIRE, LUIS GABRIEL MEJÍA SAAVEDRA y FLEMING GIOVANNI MUYULEMA CHIRIBOGA que celebran sus BODAS DE PLATA SACERDOTALES.

El Señor un día nos miró y nos llamó. ¿Cómo es hoy la mirada de Jesús sobre mí? Francisco nos habla de tres miradas, la de elección, la del arrepentimiento y la de la misión.

Cuando Andrés va a ver a su hermano Pedro y le dice: “¡Hemos encontrado al Mesías!”, hay una mirada de entusiasmo, “Jesús fija su mirada sobre él y le dice: “Tú eres Simón, hijo de Jonás. Serás llamado Pedro”. Es la primera mirada que al mismo tiempo es de elección y misión, una mirada de vocación y del anuncio de la misión” (Francisco). El alma de Pedro en aquella mirada es sin duda de entusiasmo, es el primer tiempo de ir con el Señor, de dejar todo, de dejar las redes y ser “Pescador de hombres”.

Así fue la mirada que el Señor nos dirigió a cada uno de nosotros, queridos hermanos sacerdotes. Nos llamó por el nombre, nos eligió, nos dio una vocación y una misión. Y esa mirada del Señor nos entusiasmó, lo dejamos todo por él en nuestra juventud, vimos la misión y nos lanzamos decididos. ¿Recuerdas hoy esa mirada de elección en tu vida sacerdotal?

La segunda mirada es el arrepentimiento. Pedro siente esa mirada de Jesús luego de negarlo tres veces. “Ha perdido todo. Ha perdido su amor y cuando el Señor le cruza su mirada, llora… Aquel entusiasmo de seguir a Jesús se convirtió en llanto, porque él ha pecado, él ha renegado a Jesús. Aquella mirada cambia el corazón de Pedro, más que antes. El primer cambio, es el cambio de nombre y también de vocación. Esta segunda mirada es una mirada que cambia el corazón y es un cambio de conversión al amor” (Francisco).

Mis queridos sacerdotes, ¿No hemos sentido esa mirada en algún momento de nuestro ministerio cuando hemos fallado, cuando hemos mirado hacia atrás, cuando hemos sido débiles? Creo que sí. La he sentido yo, la habrán sentido ustedes. El Señor nos mira, con una mirada de amor, nos vuelve a mirar con ojos de misericordia hoy, a ustedes, a mí, y nos levanta de nuestras caídas para que recordemos el “primer amor” que es su mirada de elección.

La tercera mirada, es la mirada de confirmación. Jesús mira a Pedro y le pide que confirme su amor. Y tres veces le pide el Señor a Pedro la “manifestación de su amor” y lo exhorta a apacentar a sus ovejas. Hoy, siente esa mirada de Jesús, escucha tres veces la misma pregunta que él nos hace: ¿Me amas? Y nosotros deberemos responder “Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo”. Y ahí la mirada y está la misión: “Apacienta mis ovejas”.

El Papa Francisco nos dice: “Esta es la tercera mirada, la mirada de la misión. La primera, la mirada de la elección, con el entusiasmo de seguir a Jesús; la segunda, la mirada del arrepentimiento en el momento de aquel pecado; la tercera mirada es la mirada de la misión: “Apacienta mis corderos”; “Pastorea mis ovejas”, “Apacienta mis ovejas”…”. No olvidemos eso sí, que Jesús le recuerda también al apóstol, que seguirlo a Él es seguirlo por el camino de la Cruz. Un camino que es también para cada sacerdote, es el camino que debemos recorrer.

Mis queridos hermanos sacerdotes, pensemos también hoy: ¿Cuál es la mirada de Jesús sobre mí? ¿Cómo me mira Jesús? ¿Con una llamada? ¿Con un perdón? ¿Con una misión? Todos nosotros estamos bajo la mirada de Jesús. Él nos mira siempre con amor. Nos pide algo, nos perdona algo y nos da una misión.

Y me atrevería a decirles algo, sé que es un gran atrevimiento. Y se los digo con una pregunta: ¿Cómo los miro yo a ustedes? Me esfuerzo por mirarlos con una mirada de amor y de perdón, de amor y de confianza, de amor y de comprensión, de amor y misericordia.

¿Los amo a todos ustedes por igual? MENTIRA. Sí, escúchenme bien, ustedes mis sacerdotes. NO LOS AMO A TODOS POR IGUAL. Es imposible. Es mentira que un padre o una madre diga que ama a todos sus hijos “por igual”, a todos de idéntica manera. Está demostrado que el amor es personal e interpersonal y no puedo yo, como PASTOR y PADRE DEL PRESBITERIO DE QUITO, amarlos a todos por igual.

¿Cómo los amo? Los amo con nombre y apellido, porque los conozco a todos. Los amo en sus virtudes, cualidades y también en sus defectos. Los amo en sus cercanías y también cuando siento sus lejanías. Los amo en su juventud, en su vida madura y plena y más aún en la ancianidad. Los amo cuando dicen una palabra amable y también cuando hay críticas, murmuraciones y hasta ofensas. Los amo, en definitiva, en SINGULAR.

Soy un padre para ustedes, un padre que tiene un corazón grande, que creo que muchos todavía no han descubierto ese corazón o no quieren descubrirlo. Con ese corazón paterno, hoy los miro con amor y los miro con una misión. 

Hoy, más que nunca, estoy cerca de cada uno de ustedes, de todos los sacerdotes, desde el recién ordenado hasta el de mayor año de ordenación. Estoy cerca de mis hermanos obispos, porque todos somos ungidos, ungidos por el Señor; ungidos para celebrar la Eucaristía; ungidos para perdonar; ungidos para servir; ungidos para amar a cada hermano que se acerca a nosotros.

Y hoy, mi mirada de amor es también de misión. Vayan queridos hermanos a cuidar y velar por sus ovejas, vayan a servir y dar la vida, vayan a ser “Siempre y en todas partes Sacerdotes”.

Hoy, todos ustedes, hermanos sacerdotes, están conmigo en el altar. Ustedes consagrados. El Señor esté siempre cerca de cada uno de ustedes para fortalecerlos en el servicio y en la misión.

Que María, la Madre de los Sacerdotes, nos cobije siempre bajo su manto y nos lleve al amor de su Hijo. ASÍ SEA.