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“Martín de la Caridad"

HOMILÍA DEL DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

Quito, 07 de noviembre de 2021

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Con muchísima alegría vengo hoy a celebrar la Eucaristía en esta querida parroquia de San Martín de Porres de la Ferroviaria alta.

Martín de Porres, hermano religioso dominico, al que muy bien podemos llamar “Martín de la Caridad”, es el patrono de esta Parroquia y debe ser modelo de servicio para todos ustedes, dando la propia vida.

San  Juan XXIII, lo proclamó “Patrono de la Justicia Social”, él, otro gran santo de la Iglesia, decía de Martín en la homilía de su canonización: “La dulzura y delicadeza de su santidad de vida llegó a tanto que durante su vida y después de su muerte, ganó el corazón de todos, aun de razas y procedencias distintas… Procuraba traer al buen camino con todas sus fuerzas a los pecadores; asistía complaciente a los enfermos; proporcionaba comida, vestidos y medicinas a los débiles; favorecía con todas sus fuerzas a los campesinos, a los negros y a los mestizos que en aquel tiempo desempeñaban los más bajos oficios, de tal manera que fue llamado por la voz popular Martín de la Caridad”.

Y hoy relaciono a este gran santo con el pasaje del Evangelio que hemos proclamado, el mismo que lo podemos dividir en dos partes.

En la primera parte, Jesús nos señala qué es lo que no debemos hacer y nos dice claramente: “¡Cuidado con los escribas!”, y señala tres defectos que se manifiestan en el estilo de vida de los escribas, maestros de la ley: soberbia, avidez e hipocresía. Francisco nos dice: “…bajo apariencias tan solemnes, se esconden la falsedad y la injusticia. Mientras se pavonean en público, usan su autoridad para “devorar los bienes de las viudas”, a las que se consideraba junto con los huérfanos y los extranjeros, las personas más indefensas y desamparadas…”

No podemos decir que amamos a Dios y sin embargo, con nuestra vida, anteponemos a Él la propia vanagloria, el propio provecho. ¿Estas actitudes la vemos en la Iglesia de hoy? Y aquí uno a mi reflexión el “camino sinodal” que estamos recorriendo. Debemos escuchar, ver y reflexionar sobre la Iglesia, darnos cuenta sinceramente si en nuestras parroquias, en nuestras comunidades parroquiales, en los movimientos laicales, existen estos rasgos de soberbia, de vanagloria, de vanidad, de poder, de dominio. ¿Somos cristianos y comunidades auténticas o nos buscamos a nosotros mismos?

La segunda parte del Evangelio de hoy va en esta línea. Debemos ubicarnos en el templo de Jerusalén, lugar donde la gente echaba las monedas como limosna. Jesús ve y observa: Hay muchos ricos que echan tantas monedas, y hay una pobre mujer, viuda, que da apenas dos pequeñas monedas.

Al ver Jesús a esta mujer y la ofrenda que da, indica a los discípulos el fuerte contraste de la escena. “Los ricos han dado, con gran ostentación, lo que para ellos era superfluo, mientras que la viuda, con discreción y humildad, ha echado “todo lo que tenía para vivir”; por ello, dice Jesús, ella ha dado más que todos” (Francisco)

Al respecto, el Papa nos dice: “Debido a su extrema pobreza, hubiera podido ofrecer una sola moneda para el templo y quedarse con la otra. Pero ella no quiere ir a la mitad con Dios: se priva de todo. En su pobreza ha comprendido que, teniendo a Dios, lo tiene todo; se siente amada totalmente por Él, y a su vez, lo ama totalmente. ¡Qué bonito ejemplo esa viejecita!”.

Qué nos debe decir hoy a nosotros este Evangelio. Una sola cosa, que el “metro para juzgar no es la cantidad sino la plenitud. Hay una diferencia entre cantidad y plenitud. Tú puedes tener tanto dinero, pero ser una persona vacía. No hay plenitud en tu corazón… en el fondo, no es cosa de billetera, sino de corazón. Hay diferencia entre billetera y corazón” (Francisco).

Quizás muchos, también yo, podamos decir que no tenemos riquezas, pero la verdad es que no sabemos compartir lo poco que tenemos, cuando damos algo, damos lo menos posible, buscamos la moneda más baja o damos a veces, y esto llega a las Cáritas parroquiales, la ropa que no sirve, la sobra de lo que tenemos, no damos esas “dos monedas”.

Recordemos que “Amar a Dios “con todo el corazón”, como veíamos el domingo anterior, significa confiar en Él, en su providencia, y servirlo en los hermanos más pobres, sin esperar nada a cambio” (Francisco).

Y vuelvo a hablar de “Martín de la Caridad”. Él sabía que los negros, mano de obra en plantaciones y construcción, en su época, eran bien pagados como esclavos, y ya de fraile, cuando en su convento del Rosario hubo un gran problema económico, propuso al prior que lo vendiese, en lugar de los objetos preciosos con los que intentaba conseguir un préstamo, alegando que él era propiedad de la casa y valía como poco mil pesos. Cuenta la historia, que al prior se le saltaron las lágrimas y le contestó: “Dios se lo pague hermano Martín, pero el mismo Señor que lo ha traído aquí se encargará de remediarlo todo”.

Martín quiso dar su propia vida, ésa eran sus “dos monedas”, quiso entregarse por los demás, y a lo largo de su vida hizo realidad esa entrega, y lo hizo en sencillez y humildad. Él decía: “No busques ser grande o importante a los ojos de los hombres, sino a los ojos de Dios”.

Recordemos, como nos dice Francisco, que, “la verdadera caridad se hace no con lo que nos sobra, sino con lo que nos es necesario… Ante las necesidades del prójimo, estamos llamados a privarnos de algo indispensable, no sólo de lo superfluo, estamos llamados a dar el tiempo necesario, no sólo el que nos sobra; estamos llamados a dar enseguida sin reservas algún talento nuestro, no después de haberlo utilizado para nuestros objetivos personales o de grupo”.

Termino haciendo una reflexión sobre el camino sinodal, tomando la figura de la “viuda”. El Papa afirma que a él le gusta ver en las viudas del Evangelio, la imagen de la “viudez” de la Iglesia que espera el regreso de Jesús. “La Iglesia es esposa de Jesús, pero su Señor se ha ido y su único tesoro es su Señor. Y la Iglesia, cuando es fiel deja todo en espera de su Señor. En cambio, cuando la Iglesia no es fiel o no tiene tanta fe en el amor de su Señor, trata de arreglarse también con otras cosas, con otras seguridades, más del mundo que de Dios”. ¿Es así nuestra Iglesia hoy? ¿La Iglesia de hoy pone su seguridad en el Señor, es fiel a Jesús o busca otras seguridades? ¿De qué cosas mundanas tiene que alejarse la Iglesia hoy? Esto debemos pensarlo y reflexionarlo juntos para llegar a responder en vista de construir una auténtica Iglesia, una Iglesia fiel al Señor.

Que María, nos acompañe en nuestro camino de entrega de cada día. ASÍ SEA.