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¡No enterremos la esperanza! ¡Cristo ha resucitado!

Homilía en el Domingo de Pascua

Quito, 12 de abril de 2020

• En estos días me he hecho la pregunta de que si en la Vigilia Pascual u hoy, Domingo de Pascua, podría hablar del triunfo de la vida sobre la muerte.

• No es fácil hablar hoy de la Resurrección, no es fácil decir que la Vida ha triunfado, cuando vemos la muerte, tan cercana, cuando vemos a tantos hermanos llorando la partida de un ser querido, cuando la muerte ocasionada por esta pandemia se “pasea” por el mundo, por nuestras ciudades, por nuestra familia y por nuestros amigos.

 

• Pero, desde lo profundo de mi fe, no solamente creo que debo hablar de la Resurrección, estoy convencido de que debo GRITAR que ¡CRISTO HA RESUCITADO!

• María Magdalena va al sepulcro, encuentra movida la piedra y sale corriendo a comunicar que “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Ella es la figura que representa lo que acontece en todos nosotros: busca al crucificado en medio de las tinieblas, “cuando aún estaba oscuro”. Como es natural, lo busca “en el sepulcro”. Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús se siente perdida y desesperanzada.

• ¿Dónde buscamos hoy nosotros a Jesús? ¿Vemos un sepulcro vacío? ¿Quedamos desconcertados sin la presencia de Jesús en nuestras vidas? ¿Seguimos buscando a Jesús entre los muertos?

• Francisco, proféticamente decía el año anterior: “A menudo la esperanza se ve obstaculizada por la piedra de la desconfianza, refiriéndose a la piedra del sepulcro. Cuando se afianza la idea de que todo va mal y de que, en el peor de los casos, no termina nunca, llegamos a creer con resignación que la muerte es más fuerte que la vida y nos convertimos en personas portadoras de un nocivo desaliento. Piedra sobre piedra, construimos dentro de nosotros un monumento a la insatisfacción, el sepulcro de la esperanza… hacemos que la vida acabe siendo esclava de las quejas y espiritualmente enferma”.

• ¿Dónde buscamos a Cristo, entre los muertos? El Señor no vive en la resignación. Ha resucitado, no está allí; no debemos buscarlo donde nunca lo encontraremos, no es Dios de muertos, sino de vivos. ¡No enterremos la esperanza! ¡Cristo ha resucitado!

• María sale corriendo, desconcertada, sin saber qué pasa, corre a comunicar a Pedro y a Juan que el sepulcro estaba vacío. Ellos salen también corriendo hacia el sepulcro. Y al entrar al sepulcro y ver, creen… Ven con otros ojos, ven con ojos de la fe, ven con ojos de creyentes. Jesús les está hablando desde ese sepulcro vacío y ellos aceptan en sus vidas la gran verdad de la Resurrección. No enterraron su esperanza.

• Y nosotros hoy, ¿Salimos corriendo a buscar al Señor Resucitado? ¿Dónde buscamos al Señor?

• Cada uno de nosotros para abrirnos a la fe en la Resurrección de Jesús, hemos de hacer nuestro propio camino. Cada uno tiene su camino, un camino que le llevará al encuentro con un Jesús que está Vivo. ¿Cuál es tu camino? ¿Lo estás recorriendo o estas parado, estático?

• Debemos encontrar al Señor Resucitado, amarlo con pasión, pero debemos buscarlo donde hay vida, donde está presente la vida, y esto no es fácil decirlo hoy en medio de tanta muerte. El Señor Vive, está Vivo.

• Está vivo en medio de una familia unida, no dividida por el egoísmo, infidelidad o desamor. Está vivo en medio de familias y amigos que saben perdonarse cualquier ofensa. Está vivo en medio de una comunidad cristiana llena de vida. Está vivo en medio de una familia que asume su realidad de Iglesia Doméstica.

• Está vivo en medio de los médicos, enfermeras, personal médico, policías, militares, autoridades, servidores públicos, campesinos, empleados y obreros que hacen que sigamos adelante en medio de esta cuarentena.

• Está vivo en el corazón de personas solidarias que abren sus ojos, su mente, su corazón y sus manos para ayudar a los más necesitados, a aquellos que no tienen la posibilidad de ganarse el pan de cada día.

• Está vivo en cada sacerdote que sigue acercándose digitalmente a su comunidad de fieles, que está preocupado de que ellos se fortalezcan espiritualmente y se buscan mil maneras para estar cercanos.

• Está vivo en todos aquellos que transmiten un mensaje de esperanza a través de una canción, de un escrito, de unas palabras. Está vivo en los que se abrazan y besan a través de una pantalla, es que el amor no queda encerrado entre cuatro paredes, como no quedó enterrado Cristo en el sepulcro.

• Un “Jesús muerto” no enamora ni arrastra a seguirlo. Salgamos nosotros corriendo, figuradamente hablando, para encontrarnos con un Cristo vivo, Resucitado por el Padre, que Vive y hace vivir, que nos contagia con la alegría de la Resurrección, aún en medio de tanto dolor.

• Esta es la “Buena Noticia” que hoy debemos comunicar: Jesús el crucificado, ha resucitado. “Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor, toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo” (Francisco).

• Y con esta alegría en el corazón, comprometámonos como Jesús a hacer el bien. Los Hechos de los Apóstoles describen a Jesús con una hermosa frase, para mí la más hermosa del Nuevo Testamento: Jesús de Nazaret pasó haciendo el bien. Como cristianos, llenos del amor resucitado, pasemos por este mundo haciendo el bien.

• Hagamos el bien a todos, no dejemos de hacerlo nunca, hagámoslo con más fuerza, ahora que hemos descubierto el valor del otro de una manera especial. Pasemos haciendo el bien AMANDO, no nos cansemos nunca de amar, que ésa es la lógica de Dios, un amor que se hace servicio. ASÍ SEA.