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No olvidemos quienes somos, somos hijos de Dios por el Bautismo

HOMILÍA EN LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Quito, 09 de enero de 2022

Celebramos hoy la Solemnidad del Bautismo del Señor, con esta celebración cerramos el tiempo de Navidad y comenzaremos el “Tiempo Ordinario”.

¿Qué nos dice a ti y a mí esta celebración? ¿Nos compromete a algo? Estas son dos preguntas que podemos hacernos al comenzar nuestra reflexión. Como siempre digo, celebrar es llevar a la vida, hacer vida lo que celebramos.

El Evangelio de hoy termina con una afirmación o proclamación de parte de Dios: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”. Este Hijo amado es Jesús, el mismo Niño que hemos adorado y contemplado en el pesebre. El mismo Niño al que le hemos presentado nuestros dones. El mismo Niño que nos ha enternecido y que hemos recibido en nuestras vidas.

Esta voz de Dios es un anuncio de la “identidad” de Jesús como hijo amado de Dios y debería hacernos pensar en nuestra propia vida de cristianos.

Ninguno de nosotros ha decidido venir a la vida, pero sí podemos decidir qué hacer con ella una vez que la encontramos entre nuestras manos. La vida, que es un regalo de Dios, un don sagrado que no puede ser arrebatado ni eliminado por una decisión humana, es al mismo tiempo una tarea, una misión. Cada uno de nosotros tenemos la capacidad de elección y decisión.

Hemos sido bautizados, fue una decisión de nuestros padres, un verdadero regalo de fe en nuestras vidas. El Papa Francisco nos dice claramente: “El Bautismo no es una formalidad… no es lo mismo un niño o una persona bautizada que una que no lo está… Por el bautismo, somos sumergidos en aquella fuente inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor, podemos vivir una vida nueva, no más a la merced del mal, del pecado y de la muerte, sino en la comunión con Dios y con los hermanos”.

Recuerdo la catequesis del Papa Francisco sobre el Bautismo en la que nos invitaba a “buscar” la fecha de nuestro bautismo. Él nos decía entonces: “Hoy, en casa, busquen, pregunten la fecha del Bautismo y así sabrán cuál ha sido el día tan bello del Bautismo… El riesgo de no saberlo es perder la memoria de aquello que el Señor ha hecho en nosotros, la memoria del don que hemos recibido”.

El gran riesgo es de terminar “… por considerarlo sólo como un evento que ha sucedido en el pasado, y ni siquiera por voluntad nuestra, sino de nuestros padres, por lo tanto no tiene más ninguna incidencia en el presente. Debemos despertar la memoria del Bautismo. Estamos llamados a vivir nuestro Bautismo cada día, como realidad actual en nuestra existencia” (Francisco).

Y el riesgo cierto en nuestras vidas. No faltan los que llegan a la Curia, los que nos han apostatado, es decir, reniegan de la fe, y quieren que los borren, que arranquen la página donde están inscritos, no quieren dejar “ninguna huella” ni rastro de que han sido bautizados, hasta juicio nos han puesto.

¿Y nosotros? Quizás corremos el riesgo de vivir olvidando quiénes somos y por ello rendirnos y dejarnos robar la alegría y la esperanza de la vida cristiana. “De hecho, somos cristianos en la medida en que permitimos que Jesucristo viva en nosotros. Entonces ¿desde dónde podemos comenzar a reavivar esta conciencia si no desde el principio, desde el Sacramento que ha encendido la vida cristiana en nosotros? Este es el Bautismo” (Francisco).

La rutina de nuestra vida de cada día puede enfriar el amor y puede hacer que nuestras opciones creyentes de vida, que hicimos un día, se vayan diluyendo por la costumbre, llevándonos a perder la ilusión, la pasión y el interés por “pasar por este mundo haciendo el bien”.

Como describe los Hechos de los Apóstoles a Jesús, para mí es la más hermosa definición de la persona de Jesús: “Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.

¿Somos cristianos que pasamos haciendo el bien? ¿Somos cristianos que curamos a los oprimidos, que nos comprometemos por los más débiles y desposeídos, somos cristianos que levantamos al caído? ¿Dios está con nosotros?

O, ¿Somos cristianos cuya identidad se diluye y nos asimilamos a la cultura consumista que nos rodea, terminando por aceptar comportamientos, que para nada se inspiran en el Evangelio? ¿Somos cristianos que aceptamos una vida mediocre, que vivimos en un relativismo moral, que nos da lo mismo la corrupción, el aborto, la violencia contra la mujer, las injusticias?

Al igual que Jesús, nunca dejaremos de ser hijos amados de Dios, aunque las heridas, los sinsabores y los desencantos de la vida nos pongan delante la tentación de olvidarlo. Debemos recordar siempre que en cualquier situación por la que pasemos, siempre Dios nos estará queriendo; además de llenar el corazón de paz, deja siempre la puerta abierta a la esperanza, a la fraternidad, a la solidaridad, al no rendirse nunca porque él siempre está a nuestro lado.

No olvidemos quienes somos, somos hijos de Dios por el Bautismo, somos amados de Dios. El olvidarlo, entierra nuestra fe y va haciendo que vivamos una vida cristiana fría, mediocre, sin compromiso, sin amor.

¿Qué podemos pedir hoy a Dios? Creo que algo concreto: no olvidar nunca que somos hijos suyos, hijos queridos con un amor entrañable. ¿Puede haber algo más grande? Creo sinceramente que no.

Y con ese amor en el corazón, el amor de Dios, salgamos a hacer el bien, aquí en nuestra parroquia, en nuestras casas, en nuestro barrio, en nuestros trabajos, en la realidad de cada día. Hacer el bien y a ser portadores de la Buena Noticia de Jesús. Como nos dice Francisco: “Somos portadores de una esperanza nueva, porque el Bautismo nos da esta esperanza nueva: la esperanza de andar en la vía de la salvación, toda la vida. Y a esta esperanza nada y nadie la puede apagar, porque la esperanza no defrauda… La esperanza del Señor no defrauda nunca”.

Vivamos esta fiesta de la memoria del Bautismo del Señor con alegría y esperanza, mirando a María, la mujer de la esperanza activa. ASÍ SEA.