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No pierdan nunca de vista el horizonte del anuncio, el horizonte de la evangelización

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL CATEQUISTA

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 11 de febrero de 2023

Queridos hermanos, mis queridos catequistas, hoy es nuestro día, es el día en que celebramos nuestra misión, trabajo, entrega, sacrificio y servicio a una Iglesia que buscamos construir desde la formación de niños y adolescentes.

Hoy hemos reflexionado sobre el “Reavivar el don de Dios” en la vida de cada uno de ustedes. Ha habido algunos cuestionamientos para cada uno de ustedes, mis queridos catequistas. ¿Cómo vives el don de tu vocación? ¿Eres fiel a ese don de Dios en tu vida? ¿Cómo anuncias a Cristo en tu misión de catequista? ¿Eres un testigo cualificado del Evangelio?

Hago mías las palabras de San Pablo cuando les dice a los cristianos de Corinto que son, “esa fragancia de Cristo, al servicio de Dios”. Eso deben ser ustedes, deben ser esa fragancia en la vida y en el corazón de cada niño y muchacho al que llegan en su misión de catequistas. Deben poner ese “buen olor” de Cristo en el mundo y siempre, siempre, deben estar al servicio de Dios.

Además, ustedes, como dice San Pablo, deben hablar “con mucha sinceridad en nombre de Cristo, como enviados de Dios y en presencia del mismo Dios”. Y ahí está el fundamento de su misión. Nunca hablen de ustedes mismos, nunca se prediquen a ustedes mismos. Hablen de Cristo, prediquen a Cristo, anuncien a Cristo, porque es Él quien ha dado sentido a nuestra existencia. Y por eso necesariamente esa experiencia de Dios nos hace salir a anunciarlo, a comunicarlo, a transmitirlo; y como nos dice el Papa Francisco, “vivan la pasión por la Evangelización”. El Papa nos dice: “La comunidad de los discípulos de Jesús nace apostólica, nace misionera… una dimensión vital para la Iglesia. El Espíritu Santo la plasma en salida, la Iglesia en salida, que sale, para que no se repliegue en sí misma, sino que sea extrovertida, testimonio contagioso de Jesús”.

Así entiendo yo ese “reavivar el don recibido”. Deben hacer nuevo, hacer presente hoy, ese llamado a ser auténticos apóstoles y misioneros en su misión catequística. Que se sientan misioneros, no trabajadores de una parroquia, sino auténticamente misioneros.

Deben poner vida en lo que hacen, esto implica revivir su vocación de catequistas. Que no suceda, como dice Francisco, que, “puede suceder que el ardor apostólico, el deseo de alcanzar a los otros con el buen anuncio del Evangelio, disminuya, se vuelva tibio. A veces parece eclipsarse, son cristianos cerrados, no piensan en los demás”.

No pierdan nunca de vista el horizonte del anuncio, el horizonte de la evangelización. Si lo han perdido, hoy deben “reavivarlo”, hacerlo nuevo en sus corazones. Si no lo logran, les pido que abandonen esta misión y den paso a otros que quieran asumir esta gran misión de ser catequistas.

¿Por qué son catequistas? Creo que lo son porque un día sintieron la llamada del Señor. Él se acercó a ustedes y les dijo “sígueme”, y ustedes lo siguieron inmediatamente. Cada uno tiene una historia del llamado personal del Señor, lo importante es que respondieron y están aquí.

Vivan ese ardor evangelizador, solamente así serán auténticos catequistas. Les pido que sean para mí y para la Arquidiócesis, como dice San Pablo, “una carta escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres”.

¿Quién va a leer la carta de ustedes?; estoy seguro de que la leen cada semana los niños y los muchachos con los que ustedes comparten la fe y la vida. Sean esa carta que Cristo escribió por intermedio de tantos y tantos sacerdotes que en su momento llegaron con una palabra, con una invitación y con una formación para que lleven adelante la misión de ser catequistas.

Y junto con el Señor, para terminar esta pequeña homilía, digo hoy, “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien!”.

Sí, hoy doy gracias a Dios por cada uno de ustedes y les invito a salir con alegría, a volver a sus parroquias con un corazón encendido con la fuerza evangelizadora y misionera, a hacer una nueva historia en esta, nuestra querida Arquidiócesis de Quito, a poner la vida en la misión de catequistas, convencidos de que están ayudando a formar y a hacer crecer la fe en el corazón de quienes Dios pone en sus manos.

Y que María, nuestra buena Madre, la primera catequista, sea siempre el modelo para ustedes. ASÍ SEA.