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“Pasión por la evangelización”

HOMILÍA EN LA POSESIÓN DEL P. JUAN CARLOS JIMÉNEZ

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Cumbayá, 16 de febrero de 2023

Con mucha alegría vengo hoy a esta querida Parroquia de San Pedro de Cumbayá, parroquia viva, dinámica, que vive su fe en forma comprometida.

Y vengo para posesionar a su nuevo párroco, al P. Juan Carlos Jiménez, quien ya viene caminando con ustedes durante más de un mes. También posesionaré al P. Javier Montalvo como su nuevo Vicario Parroquial.

El Papa Francisco en las catequesis de estos miércoles, viene hablando de la “Pasión por la evangelización”. Sus palabras me van a ayudar hoy a orientar lo que quiero pedirles a ustedes dos, queridos Juan Carlos y Javier, y también a ustedes queridos hermanos de esta parroquia, porque la evangelización no es solamente tarea de los sacerdotes, es tarea de todo cristiano, todos estamos llamados por Jesús y todos somos enviados.

Francisco nos dice: “Evangelizar no es decir: “Mira, bla, bla, bla” y nada más; hay una pasión que te involucra completamente: la mente, el corazón, las manos, los pies… todo, toda la persona está involucrada con la proclamación del Evangelio, y por esto hablamos de pasión de evangelizar”. Sé que los dos, tú Juan Carlos, tú Javier, tienen esa pasión, pero hoy les pido, con mi corazón de padre, que asuman esta nueva misión con una pasión mayor. Vivan y contagien ese ardor por anunciar a Cristo, por darlo a conocer, por comprometer a todos en la misión.

Y el Evangelio que hemos proclamado hoy, es una verdadera “dioscidencia” para la misión que inician. “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?... La pregunta de Jesús a sus discípulos alcanza, después de dos mil años, a cada uno de nosotros y pide una respuesta. Una respuesta que no se encuentra en los libros como una fórmula, sino en la experiencia de quien sigue de verdad a Jesús, con la ayuda de un “gran trabajador”, el Espíritu Santo” (Francisco)

Pedro, siempre Pedro, impulsivo, lanzado, frontal, fue el más valiente, respondió con firmeza: “Tú eres el Mesías”. Y posiblemente, después de esta confesión se habrá sentido satisfecho dentro de sí, quizás pensó que había respondido bien. Pero Jesús no termina el diálogo ahí. El Señor comienza a explicar lo que tenía que suceder y ahí la cosa cambia, Pedro no está de acuerdo con lo que había oído de Jesús, “no le gustaba ese camino” proyectado por Jesús.

Es que el camino del evangelizador no es un camino fácil, no es un camino de rosas, no es un camino de halagos y alabanzas. El camino de quien evangeliza, con pasión, es y será siempre, un camino de cruz. Juan Carlos y Javier, asuman esa cruz del Evangelio, asuman las alegrías, pero también las incomprensiones, envidias, calumnias, persecución, ofensas, en pocas palabras, la CRUZ y con mayúscula.

También hoy, nos dice el Papa Francisco, “escuchamos muchas veces dentro de nosotros la misma pregunta dirigida por Jesús a los apóstoles. Jesús se dirige a nosotros y nos pregunta: para ti, ¿quién soy yo? ¿Quién es Jesucristo para cada uno de nosotros, para mí? ¿Quién es Jesucristo? También nosotros seguramente daremos la misma respuesta de Pedro, la que hemos aprendido en el catecismo: ¡tú eres el Hijo de Dios vivo, Tú eres el Redentor, Tú eres el Señor”.

Siempre que leo este Evangelio me pregunto a mí mismo el cómo estoy respondiendo a la pregunta de Jesús. Quizás he respondido muchas veces con la fórmula del catecismo que aprendí desde niño. Sé que debo ir más allá, debemos ir más allá. Para conocerlo de verdad es necesario hacer el camino que hizo Pedro. Después de este “reproche” del Señor, Pedro siguió adelante con Jesús, contempló los milagros que hacía Jesús, vio sus poderes. Pero aún así, a un cierto punto Pedro negó a Jesús, traicionó a su Maestro. Y precisamente allí, “en ese momento, aprendió esa difícil ciencia, más que ciencia, sabiduría, de las lágrimas, del llanto. Pedro pidió perdón al Señor” (Francisco).

Sigan ustedes, como pastores de esta parroquia, el camino que recorrió Pedro. Pero no vayan solos, vayan con su pueblo, con su comunidad. Ayuden a ellos a responder a la pregunta de Jesús, contemplen a Jesús en sus hermanos, vean los milagros que hoy hace el Señor en la vida de tantos y tantos hermanos y si fallan, si se equivocan, no tengan miedo de llorar, de pedir perdón, es más, lloren con su pueblo, porque como nos dice el Papa, hemos perdido muchas veces esa capacidad de llorar y nos hemos vueltos cristianos insensibles e indiferentes frente al dolor del hermano.

Ese Señor que les pregunta quién es para ustedes, es quien los llama. El anuncio, recuerden bien, nace del encuentro con el Señor. Toda actividad cristiana, sobre todo la misión, empieza ahí. No se aprende en una universidad, no, empieza por el encuentro con el Señor. “Testimoniarlo, de hecho, significa irradiarlo; pero, si no recibimos su luz, estaremos apagados; si no lo frecuentamos, llevaremos nosotros mismos a los demás en vez de a Él, y todo será en vano” (Francisco).

Juan Carlos, Javier, ustedes como pastores, pero cada uno de ustedes hermanos, como miembros activos de esta parroquia, si quieren testimoniar a Jesús, si quieren anunciarlo, deben conocerlo, deben haber respondido a la pregunta fundamental. Recuerden, como nos dice Francisco, “Por tanto, puede llevar el Evangelio de Jesús solo la persona que está con él. Alguien que no está con Él no puede llevar el Evangelio. Llevará ideas, pero no el Evangelio”.

Inicien este camino, no tengan miedo, y en este camino respondan a la pregunta de Jesús de quién soy yo para ustedes, para ti. Es que esta pregunta se comprende sólo a lo largo del camino, después de un largo camino. Una senda de gracia y de pecado. Es el “camino del discípulo”. Recuerden que Jesús no les dijo a los apóstoles: ¡conóceme!. No, Jesús les dijo: ¡SÍGUEME!. Precisamente, este “seguir a Jesús” nos hace “conocer a Jesús”.

Hoy les pido a ustedes, Juan Carlos y Javier, SIGAN A JESÚS, síganlo con sus virtudes, y también con su realidad de pecado, que todos tenemos, Pero sigan siempre a Jesús, síganlo con la pasión de su sacerdocio, con la pasión de ser pastores de esta comunidad, con la pasión de servir y dar la vida en esta misión parroquial.

Que María, la primera discípula, les ayude, y nos ayude a todos nosotros, a conocer a su Hijo, al Señor. ASÍ SEA.