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“PROFETAS DE ESPERANZA”

HOMILÍA EN LA MISA CRISMAL 2022

Quito, 14 de abril de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

“PROFETAS DE ESPERANZA”

Esta Misa Crismal que celebramos hoy es de todos y para todos, puesto que en ella celebramos que somos “Pueblo de Dios”, un pueblo que camina en este camino de la sinodalidad que es, como nos dice el Papa Francisco, “el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”.

Pero, de manera particular, esta celebración reviste un carácter especial para nosotros sacerdotes y profetas, llamados a anunciar la esperanza en un mundo desesperanzado.

Es una celebración que tiene un “tinte especial” para mí. Es la primera Misa Crismal que celebro en mi Catedral Primada. Todos hemos vuelto a nuestra casa, a esta Catedral tan llena de vida, de historia, de fe y de amor.

Hoy debemos DAR GRACIAS A DIOS por los sacerdotes que, a lo largo de los años, han ejercido el ministerio al servicio del Pueblo de Dios. Doy gracias por el P. MARIO VACA HERRERA en sus Bodas de Oro Sacerdotales y por los PP. JORGE VILLARREAL, CORNELIO NAVARRETE y DIEGO TANICUCHI por sus Bodas de Plata

 Sacerdotales. Damos gracias a Dios también por los PP. FRANCISCO ALMACHI y LENIN ZURITA, los últimos sacerdotes ordenados en nuestra Arquidiócesis. Les invito a ustedes seis, de manera especial, como nos recuerda el salmo, “a cantar eternamente las misericordias del Señor”. Será, a partir de este año, esta celebración, el momento de agradecer la vida, misión, servicio y fidelidad de nuestros hermanos sacerdotes que celebran sus fiestas jubilares de Ordenación Sacerdotal.

Somos sacerdotes, “ungidos” por el Señor “… para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” Esta es la misión de los sacerdotes que la liturgia de hoy proclama. Seamos hombres ungidos que se convierten en “profetas de la esperanza” luego de esta larga, oscura e incierta noche que nos envolvió a todos en estos dos años. Hoy abrimos la puerta de la esperanza, la abrimos de par en par, la han abierto ustedes con su cercanía y entrega a su pueblo a lo largo de esta pandemia, y la abrimos en un verdadero “aluvión de esperanza y solidaridad” al enfrentar juntos la tragedia de la Gasca en enero pasado.

El profeta Isaías en la primera lectura nos dice que, somos “llamados “sacerdotes del Señor”; “ministros de nuestro Dios” …” Y esta misión y tareas son más actuales que nunca en este tiempo en que en la sociedad se proclaman ideologías de muerte, tiempo en que parecen prevalecer intereses personales y partidistas, tiempo en que volvemos a escuchar los tambores de la guerra, tiempo en que la Iglesia se ve navegando por mares tormentosos y en los que muchos se alejan y se manifiestan totalmente contrario a un Dios que es amor.

Hoy más que nunca se nos pide a nosotros, sacerdotes, ser auténticos “sacerdotes del Señor”, no solamente “ser llamados”, sino vivir cada día, en cada momento, siempre y en todas partes, como “sacerdotes del Señor”.

 

¿Cómo lograr esto? Lo lograremos si permanecemos unidos al Señor, “el testigo fiel” y nos convertimos en testigos que salen y anuncian el Evangelio a los pobres, que liberan al hombre de hoy de tantas esclavitudes, que anuncian la esperanza convirtiéndonos en “PROFETAS DE ESPERANZA” y, este es el título de la Carta Pastoral con motivo del Jueves Santo he escrito para ustedes mis queridos hermanos sacerdotes.

Seremos “Profetas de Esperanza” si partimos del amor del Señor que nos llama, si estamos unidos a Él íntimamente. Un autor nos dice que “todos debemos volver a amar a Dios como enamorados y no como siervos”. No perdamos la ilusión de ese amor que nos llamó, nos ilusionó, nos conquistó y nos hizo profetas, ayer y hoy, hoy y mañana.

No temamos queridos hermanos, y no debemos temer, porque somos amados por el Señor. Debemos comprender que, si amamos con pasión al Señor, no debemos avergonzarnos de su Cruz; si estamos en ese corazón del Señor, no debemos dar espacio al desaliento; pero, sobre todo, significa saber escuchar su voz si Él nos llama, y Él nos ha llamado, nos llamó hace muchos o pocos años y respondimos, nos sigue llamando hoy, los llama hoy a nuestros hermanos que celebran sus Bodas Jubilares y los llama con una nueva llamada, con una nueva palabra.

El salmo 144 nos dice: «Abrid el corazón, es Él quien llama con voces apremiantes de ternura; ven; habla, Señor, que tu palabra es vida y salvación de quien la escucha».

Abriendo el corazón al Señor, permaneceremos con Él. No ha sido fácil para nadie, ni lo será, permanecer fieles a la llamada del Señor. Hemos amado, hemos respondido a ese amor grande del Señor para con nosotros, y por eso estamos aquí, por eso “permanecemos”.

Pero cuidado, no debe ser un “permanecer” por costumbre, rutinario, vacío, estéril, sin frutos. Debe ser un “permanecer en amor y con amor”, un permanecer que da vida, que siembra vida, un “permanecer” que transforma nuestra propia vida y la vida de los demás, un “permanecer” que libera de toda esclavitud, un “permanecer” que unge y se deja ungir. Un permanecer que nos lleva a ser “profetas de esperanza”.

Sintamos ese “soplo del Espíritu de Dios” en nosotros, el mismo que nos lanza a ser profetas que saben ver con otros ojos, los de Dios, la realidad de los acontecimientos de la historia. Tengamos esa mirada más profunda y más amplia, seamos capaces de mirar, nuestro tiempo y al hombre y la mujer de hoy, con ojos de misericordia, de ternura y compasión.

En esta Misa Crismal, les invito a ser profetas de esperanza que anuncien el amor de Dios en estos momentos de crisis, que denuncien las ideologías y estructuras de pecado y que renuncien a toda voluntad de dominio, posesión o manipulación del rebaño de Dios.

Les invito a ser sacerdotes y profetas que sepan leer e interpretar la historia de nuestro pueblo como una historia de salvación. Que como Jesús, nos sintamos urgidos y llamados a anunciar y liberar y que como Él podamos decir, “Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír”.

Retomo las palabras del salmo responsorial para decir que, “Cantaré eternamente las misericordias del Señor” por cada uno de ustedes, sacerdotes fieles, que aman, sirven y son profetas de esperanza en esta Iglesia que peregrina en Quito.

Que “Nuestra Señora de la Presentación de El Quinche, mantenga el ritmo de nuestra espera e “interceda por nosotros mientras recorremos juntos el camino que Dios nos propone”, este camino sinodal de escucha, comunión, participación y misión. ASÍ SEA.