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¿Qué buscamos en este tiempo de pandemia? ¿Hacia dónde vamos?

Homilía del II Domingo del Tiempo Ordinario

Con mucha alegría he venido a compartir con ustedes queridos hermanos de esta Parroquia del Carmelo en el norte de Quito.

En el Evangelio de hoy destaco una serie de verbos muy significativos: fijarse, oír, seguir, buscar, ir, ver, quedarse, encontrar y mirar. Son verbos que reflejan una interacción de Jesús con los discípulos de Juan.

Juan el Bautista se fija que pasa Jesús, creo que es lo primero. “fijarse” cuando el Señor pasa por nuestras vidas. A veces podemos estar ocupados en tantas cosas, y el Señor pasa y nosotros no nos damos cuenta.

Francisco nos lo dice claramente: “¡Tengo miedo de que el Señor pase y no le reconozca! Me he preguntado por qué San Agustín dijo que temiéramos el paso de Jesús. La respuesta, desgraciadamente, está en nuestros comportamientos: porque a menudo estamos distraídos, indiferentes, y cuando el Señor nos pasa cerca perdemos la ocasión del encuentro con Él”

Juan el Bautista a continuación dice: “Éste es el Cordero de Dios”. Señala a Jesús, al Mesías e invita a seguirlo. Preguntémonos: En nuestra vida cristiana, ¿quién nos ha señalado a Jesús? ¿Hemos señalado a otros a Jesús para que puedan seguirlo? ¿Nuestra vida señala el camino para seguir a Jesús?

Los discípulos de Juan oyen y siguen a Jesús. Él se vuelve y hace una pregunta: “¿Qué buscan?”. Estas palabras que Jesús pronuncia en el evangelio de Juan desconciertan, porque van al fondo y tocan las raíces mismas de nuestra vida.

Jesús nos dice hoy a nosotros: “¿Qué buscan?”. Sí, ¿Qué buscamos nosotros hoy? ¿Realmente estamos en actitud de búsqueda?

No resulta fácil responder a esta pregunta, una pregunta sencilla, directa, fundamental. Es que hoy vivimos buscando muchas cosas, pero no lo esencial. Muchos buscan bienes materiales, poseer cosas creyendo que ello les ayudará a escapar de la enfermedad de la soledad, tristeza, conflictos o miedo.

Otros buscan estar solos, olvidar a los otros, viven en un mundo de indiferencia. La mayoría, la gran mayoría busca cubrir las necesidades diarias y luchar para sobrevivir. Otros buscan ser felices, pero equivocan lo que es la felicidad.

¿Qué buscamos en este tiempo de pandemia? ¿Hacia dónde vamos? Buscamos o queremos una vacuna para salir de esta pandemia, pero no nos vacunamos contra el odio, la indiferencia, el egoísmo, la violencia, la injusticia y tantos otros males que nos dominan.

 Se me ocurre preguntar aquí: ¿Qué buscan los políticos de nuestro país que quieren llegar a la Presidencia, Vicepresidencia o a la Asamblea? Quizás muchos buscan sus propios intereses o los intereses partidistas.

Francisco pidió en abril del 2020, que los políticos, en este tiempo de pandemia, “...busquen juntos el bien del país y no el bien de su propio partido”. ¿Buscan eso nuestros políticos hoy?

Los discípulos le responden: “Maestro, ¿dónde vives?”, y el Señor les invita a ir y ver. Ese debe ser el camino de nuestra búsqueda, “ir y ver”, es buscar a Dios en este tiempo de pandemia, buscar dónde está Dios. Quizás muchos hoy han olvidado a Dios, muchos no buscan a Dios, muchos se alejan de Dios, no están en búsqueda. Nos toca a nosotros ir y ver, es decir, hacer una experiencia de Dios en nuestras vidas, siempre experimentar a un Dios cercano, a un Dios que es amor, a un Dios que camino con nosotros y quedarnos con Él.

 Solamente si encontramos al Señor, si hacemos experiencia de Él, si vamos y nos quedamos con Él, podemos decir a los demás: “Hemos encontrado al Mesías”, es decir, podemos dar testimonio de Él ante los demás.

Realmente, tú, yo, cada uno de nosotros, ¿puede decir que ha encontrado al Mesías? ¿Nos hemos encontrado con Él? Cada uno responde en forma personal, cada uno sabe su realidad.

Quizás no lo hemos encontrado, pero estamos en búsqueda, y eso es lo que yo considero esencial, “estar en búsqueda”.

 Y no olvidemos algo fundamental que es dónde debemos buscar al Señor. El temor del Papa Francisco de que el Señor pase y no lo vea pasar es que no lo vemos en los más pobres, en los abandonados, en los que están sin trabajo, en los desalentados, en los enfermos, en cuantos son necesitados de la misericordia de Dios. Es allí, en los descartados de este tiempo y por esta pandemia, donde debemos sobre todo buscar al Señor. Francisco nos lo recuerda: “Quien acaricia a los pobres toca la carne de Cristo”.

 La actitud más honrada de cada uno debe ser la de “buscar”. No cerrar ninguna puerta. No desechar ninguna llamada. Buscar a Dios, tal vez con el último resto de nuestras fuerzas o de nuestra fe. Buscar a Dios tal vez desde la mediocridad, la angustia o el desaliento de estos tiempos. Recordemos algo, “Dios no juega al escondite ni se esconde de quien lo busca con sinceridad. Dios está ya en el interior mismo de esa búsqueda. Más aún. Dios se deja encontrar, incluso, incluso por quienes apenas le buscamos” (José A Pagola).

 El día de mañana, celebro 7 años de Ordenación Episcopal. El Señor me “sorprendió” con esta llamada, tuve que dejar mis redes de los jóvenes, Don Bosco, el patio, las aulas, lo salesiano y empezar a echar las redes en otros “mares” desconocidos, primero en Loja y luego en Quito.

 No busqué ser Obispo, y con la ayuda del Señor, el ser Obispo no ha significado para mí prestigio, honores, privilegios o superioridad. Veo mi Episcopado desde el servicio y en el dar la vida para construir el Reino.Quiero ser un Obispo en salida, cercano a todos y portador de la misericordia de Dios, estas son mis líneas pastorales que he tratado de hacerlas vida desde el primer momento de este caminar episcopal.

Les pido que no dejen de orar por mí, para que pueda ser ese “Pescador de Hombres”. Un pescador que siempre ha buscado al Señor, que ha querido seguirlo y que, sobre todo, busca testimoniarlo con la vida.

 Mi vida, lo que soy, lo que tengo, todo es para el Señor y todo lo entrego a los demás. Quiero ser ese apóstol alegre del Evangelio, con corazón salesiano, “movido por la esperanza” en estos tiempos difíciles. Y quiero serlo, porque “Soy obispo por obediencia, pero salesiano por vocación”.

 Doy gracias al Señor por estos siete años, en este caminar he conocido a tantas personas y he recibido tanto de ellas. Doy gracias de manera especial por cada uno de mis sacerdotes, los de Loja y los de Quito. Para ellos he procurado ser siempre un padre y para todos, un pastor. Que la Virgen de El Quinche sea cada día mi auxilio y mi fortaleza. ASÍ SEA.