Skip to main content

¿Qué buscan en su sacerdocio y en su diaconado?

HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN SACERDOTAL Y DIACONAL

Quito, 30 de enero de 2021

Hoy es día de FIESTA y de ALEGRÍA para la Orden Franciscana en el Ecuador y para ustedes, David, Jonatan y Oscar, que serán ordenados Presbíteros; y para ustedes, Fabricio, Guillermo, José, Luis y Víctor, que serán ordenados Diáconos.

Un día ustedes vieron pasar a Jesús por sus vidas, fijaron sus ojos en Él, lo siguieron, lo buscaron, y fueron a ver dónde vivía y se quedaron para siempre con el Señor. Y          al igual que ese día, hoy se “arriesgan” totalmente, porque eso es lo que ustedes hacen hoy, asumir un riesgo para siempre, como sacerdotes y como diáconos.

Asumen arriesgarse a llevar a Cristo a través de la Palabra, de la Eucaristía y del perdón sacramental a miles de hombres y mujeres que hoy sufren una pandemia y que más que nunca necesitan de una palabra de consuelo y de esperanza, de fortaleza y de futuro.

Quieren vivir el riesgo de permanecer en Cristo para siempre, para que Él permanezca en ustedes y puedan dar muchos frutos.

Asumen el riesgo de dar, como decía Francisco de Asís, “Es en el dar que recibimos”, porque es lo que harán de manera plena a partir de hoy: DAR, o mejor, DARSE. Deben dar su tiempo, sus cualidades, sus vidas todas para que otros tengan vida, porque es “Dichoso quien nada retiene para sí”.

Corren el riesgo de ser enviados y de vivir por Cristo cada día. ¿Están seguros de que quieren arriesgarse? Yo estoy convencido que sí, pero les vuelvo a preguntar: ¿Asumen este riesgo?

En la primera lectura, el profeta Jeremías nos ha recordado que es Dios quien nos conoce antes que naciéramos, es Dios quien nos ha consagrado, es Dios quien les hará “profeta”, allí donde los envíen.

DIOS LOS HA LLAMADOustedes han respondido y lo han hecho con gran generosidad y lo han hecho confiando plenamente en el que llama.

No fue la respuesta de unos muchachos, fue la respuesta de hombres que buscaron algo más y que lo encontraron dentro de la Comunidad Franciscana y el espíritu del pobre de Asís.

Quizás en un primer momento la respuesta fue con temor e incertidumbre, porque no veían claro el camino, porque les costaba dejarlo todo.

Quizás pusieron muchas objeciones como Jeremías: “Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven”. Yo les preguntaría a ustedes: “¿CUÁNTOS “MIRAS” PUSO CADA UNO? ¿CUÁNTO PELEARON CON DIOS PARA RESPONDER?” … quizás muchas objeciones, quizás pocas… no importa ahora, lo que sé y sabemos todos, es que RESPONDIERON

Y Dios no les dejó solo en esta respuesta que dieron: “NO DIGAS...”. Es Dios quien los envía, quien irá señalando el camino que deben recorrer.

Es Dios quien les dice a cada uno: “NO TEMAS”. Sí, NO TEMAS David, Jonatan y Oscar, NO TEMAS Fabricio, Guillermo, José, Luis y Víctor. No hay que temer porque “ÉL ESTARÁ SIEMPRE CON USTEDES y PONDRÁ LAS PALABRAS EN SUS BOCAS”

El Papa Francisco a un grupo de jóvenes les preguntó: “¿A qué le tienen miedo?”. No sé si se pueda preguntarles ¿A qué tienen miedo hoy?

¿Tienen miedo al futuro incierto? ¿Tienen miedo a no saber responder a la gracia que reciben en este día? ¿Tienen miedo al desaliento, a la incertidumbre, a la rutina, a la mediocridad, al acomodarse?

¿Tienen miedo a no ser el sacerdote que esperan los hombres de este tiempo y que exigen los tiempos que vivimos atravesados por el dolor y la muerte, el llanto y la incertidumbre, la desesperanza y la angustia?

¿Tienen miedo a dejarse atrapar por la mundanidad de este tiempo que hará flaquear la vida espiritual de cada uno? ¿Tienen miedo a ser un sacerdote, un diácono y un religioso cómodo, poco fraterno, poco apóstol? Recuerden que San Francisco les dice claramente: “Ten cuidado con tu vida, tal vez sea el único Evangelio que algunas personas vayan a leer”.

¿A qué le tienen miedo? No lo sé, pero sí sé que es Dios quien estará con ustedes y es Él quien les pondrá en un lugar concreto “para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar”

En el Evangelio destaco una serie de verbos: fijarse, oír, seguir, buscar, ir, ver, quedarse, encontrar y mirar. Y esos verbos son los que ustedes deben conjugar en sus vidas de religiosos y de consagrados a un ministerio.

Deben “fijarse” cuando el Señor pasa por sus vidas, porque a veces puede pasar y ustedes estar ocupados en mil cosas. Por eso, el Papa Francisco nos dice: “¡Tengo miedo de que el Señor pase y no le reconozca! … porque a menudo estamos distraídos, indiferentes, y cuando el Señor nos pasa cerca perdemos la ocasión del encuentro con Él”

Sabiendo que Él es el “Cordero de Dios”, deben salir e ir tras el Señor. Él les volverá a preguntar, como se los pregunta hoy de manera especial: “¿Qué buscan?” Y ustedes deberán responder, no solamente en este día, sino siempre. ¿Qué buscan en su sacerdocio y en su diaconado?

No busquen honores, no busquen una carrera o prestigio, no busquen halagos, no busquen dinero… NO, un NO CON MAYÚSCULAS. Busquen siempre al Señor y al buscar al Señor, busquen servirlo en los más pobres y desde la pobreza de su espíritu Franciscano. Recuerden a Francisco de Asís que les dice: “Predica el Evangelio en todo momento y cuando sea necesario utiliza las palabras”. Prediquen con sus vidas, con su entrega, con su darse a los demás. Prediquen el Evangelio curando las heridas de los más pobres, porque “Quien acaricia a los pobres toca la carne de Cristo” (Francisco). Allí es donde encontraran al Señor, allí será siempre donde los conducirá su búsqueda, allí es donde vive el Señor y allí, sirviendo y amando a los pobres, es donde deben quedarse siempre.

Sean “buenos pastores” a imagen de Jesús el Buen Pastor. Sean cómo Él y actúen en persona de Él en medio de su rebaño apacentando siempre con amor. Sean “buenos pastores” sin excluir a nadie. Deberán “pastorear” siempre con mirada amorosa, corazón grande y sencillez de vida acogiendo a todos. Deberán “pastorear siendo ministros de la comunión, que celebran y viven, que ofrecen sus manos para levantar al caído, que escuchan con paciencia los problemas y acompañan los pasos de las personas, prodigando el perdón divino con generosa compasión. Deberán “pastorear” con espíritu franciscano que se escribe con “F” de fidelidad, fraternidad, fe y fortaleza.

Deberán “pastorear” de la mano de María, nuestra buena Madre. Pongan su vida de sacerdotes y de diáconos bajo el corazón y la mirada de María, Ella no los dejará nunca solos. ASÍ SEA.