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¡Quitemos los clavos que siguen matando al hombre de hoy!

HOMILÍA DEL VIERNES SANTO

Amaguaña, 02 de abril de 2021

Es Viernes Santo, celebramos la Pasión de Cristo con una liturgia austera, no de luto, sino de llanto esperanzado.

Hoy meditamos la Pasión del Señor, orar el dolor de la humanidad, hoy más dolida que nunca a causa de la pandemia.

Adoramos la cruz de Cristo y lo hacemos desde nuestra propia cruz y la cruz de tantas familias que han visto partir un ser querido a causa del covid19 o que tienen familiares y amigos enfermos, sufriendo su cruz.

Miremos la Cruz de Cristo, al mirar la Cruz, podemos decir que su Cruz es nuestra cruz, su crucifixión es nuestra crucifixión.

¿Y la cruz de los demás? Podemos no ver la cruz de los demás. Somos indiferentes frente al dolor y la muerte de tantos hermanos. Si vemos atentamente veremos todas las cruces que hay a nuestro alrededor. Tantos hermanos que sufren, tantos hermanos desempleados, tantas familias rotas por la violencia, tantos hermanos que tienen hambre.

Podemos ver las cruces del aborto, la cruz de tantos miles de niños que han sido asesinados en el vientre materno y que hoy un grupo de Asambleístas buscan, al final de su gestión, yéndose contra el sentir de un pueblo, legalizar este crimen de la humanidad.

Podemos ver muchas cruces, la cruz de la corrupción, la cruz de la mentira, la cruz de la violencia, la cruz de actitudes tiranas desde el poder, la cruz de jueces que venden una sentencia… sí, hay muchas cruces, cruces personales, pero cruces sociales que son injustas y que ayer como hoy condenan a inocentes.

Francisco nos dice con claridad que “El Señor se humilló por nosotros para tocar lo más íntimo de nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia, todo nuestro mal… Subió a la cruz para descender a nuestro sufrimiento, probando nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios”.

Miremos al Crucificado, al mirar a Cristo en la Cruz, vemos a Dios humillado, al Omnipotente reducido a un despojo… “Y con la gracia del estupor entendemos que, acogiendo a quien es descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús. Porque Él está en los últimos, en los rechazados, en aquellos que nuestra cultura farisea condena” (Francisco).

Veamos a Cristo clavado en su Cruz. Un Cristo sujetado a la cruz por unos clavos. Y me atrevo a preguntarme a mí mismo y a todos ustedes: ¿Qué clavos ponemos nosotros en la cruz? ¿Cómo podemos quitar esos clavos?

Posiblemente ponemos muchos clavos en la Cruz de Cristo, es que hoy seguimos crucificando al Señor con el abandono, la violencia, la cobardía, indiferencia, rencor, venganza, odio y tantas actitudes más que van directamente contra el hermano que está a nuestro lado.

Quitemos los clavos, quitemos esos clavos que ponemos al Señor. Que la muerte de Cristo en la Cruz nos lleve a asumir actitudes diferentes, no de condena sino de vida y salvación.

Por eso, para los clavos del abandono, cercanía.

Para los clavos de la violencia, sembremos paz y sepamos poner la otra mejilla.

Para los clavos de la cobardía, certeza y fe.

Para los clavos del cumplimiento, autenticidad y responsabilidad.

También hay otros clavos:

Para los clavos de la indiferencia, construyamos solidaridad.

Para los clavos del rencor y la venganza, debemos perdonar y tener misericordia.

Para los clavos del fracaso, de la derrota, de la muerte, veamos más allá, no nos quedemos en la cruz, que la Resurrección y la Vida, dé sentido a nuestro ser de cristianos.

Para los clavos del miedo en esta pandemia, mucha esperanza, no podemos perder la esperanza confiando plenamente en el Señor, que da su vida por nuestra salvación.

¡Quitemos los clavos! ¡Quitemos los clavos que siguen matando al hombre de hoy! Pasemos de la condena de muerte y de los clavos, al amor redentor que nos transforma y nos salva.

Este Dios crucificado por mí, no permite una fe egoísta. Más bien, nos pone mirando al sufrimiento de tantos crucificados por las injusticias y las desgracias.

Nuestra fe es un “Dios débil”, que muere en Cruz, y que no tiene más poder que su amor. Seguir a Jesús es aceptar su Cruz y nuestra cruz, es aceptar el sufrimiento como experiencia transformadora. Debemos transformar el dolor de la humanidad y lo haremos desde el amor. No es una tarea fácil, es una tarea de todos los días, pero el mirar la Cruz de Cristo hoy nos debe comprometer a luchar para vencer el mal y la muerte en este mundo.

La fe en Jesucristo se vive como una Pasión paradójica: la del sufrimiento y la del amor. Siempre habrá sufrimiento, pero el amor le puede dar sentido, y puede convertirlo en entrega a Dios y a los demás.

En esta celebración no dejemos de recordar y orar por todos los enfermos, los que sufren por la pandemia, los que están abandonados bajo el peso de la cruz, a fin de que encuentren en la cruz la fuerza de la esperanza de la vida y del amor. ASÍ SEA.