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REFLEJO DE LA TRINIDAD, es decir, reflejo del amor de Dios.

HOMILÍA EN LA FIESTA DE LA SANTÍSIMA

Quito, 30 de mayo de 2021
Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Hoy es FIESTA… la FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, que he querido celebrarla aquí, en esta querida parroquia que lleva precisamente el nombre de “Santísima Trinidad”.

A lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al MISTERIO DE DIOS… MISTERIO DE LA TRINIDAD. Conocemos la leyenda de San Agustín, que a mí particularmente me gusta mucho, que dice que un día el santo caminaba por la playa y al ver a un niño que excavaba un agujero en la arena le preguntó: “¿Qué pretendes hacer? El niño le respondió ilusionado: Pienso meter toda el agua del mar en este hoyo. San Agustín le respondió: ¿No te das cuenta de que eso es imposible? Entonces el niño le respondió: Es más posible meter toda el agua del mar en este agujero que intentar meter el misterio de la Trinidad en tu cabeza”.

No sabemos si será cierto este episodio, lo que sí sabemos es que no nos resulta fácil entender el misterio de la Trinidad. Corremos el riesgo de perdernos en reflexiones y reflexiones, de quedarnos en ellas y no llegar a vivir el sentido pleno de esta fiesta, que no es otra cosa que un MISTERIO DE AMOR, MISTERIO DE UNIDAD y MISTERIO DE BONDAD.

Francisco nos dice que, “las lecturas bíblicas de hoy nos hacen comprender cómo Dios no quiere tanto revelarnos que Él existe, sino más bien que es el Dios con nosotros, cercano a nosotros, que nos ama, camina con nosotros, que está interesado en nuestra historia personal y cuida a cada uno, comenzando con los más pequeños y necesitados”.

Hoy vivimos una FIESTA DE AMOR, estamos llamados a AMAR, a AMARNOS como Jesús nos ha amado. Y el amor es la señal concreta que manifiesta la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Somos llamados a amar porque en primer lugar SOMOS AMADOS. Sí, queridos hermanos, somos amados por Dios, somos ese pueblo que Él se escogió, como hemos respondido en el salmo: “Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad”; se nos invita a reconocer y meditar en nuestro corazón, “que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra”.

Somos amados porque somos HIJOS, y al ser hijos, no somos esclavos, ni debemos temer a Dios, todo lo contrario, podemos llamar a Dios “¡Abbá!”, Padre. “Dios nos comunica su deseo de ser llamado Padre, más bien “Papá”, Dios es nuestro Papá, con la total confianza de un niño que se abandona en los brazos de quien le ha dado la vida” (Francisco).

Es en el amor que nos reconocerán como cristianos. En el amor reconocerán que somos una verdadera familia, en el amor nos reconocerán como auténticos sacerdotes, auténticos laicos, auténticos, esposos, auténticos padres de familia, auténticos hijos… si amamos, la clave es el amor.

Francisco nos dice que “es una contradicción pensar en cristianos que se odian.


¡Es una contradicción” Y esto es lo que busca siempre el diablo: hacer que nos odiemos, porque él siembra la cizaña del odio: él no conoce el amor: ¡el amor está en Dios!”.

Y nos podemos preguntar: ¿Vivimos ese amor? ¿Nuestro corazón está cerrado al amor, está encadenado por el odio, el rencor, el resentimiento? ¿Por qué nos cuesta dar testimonio de un Dios cercano, que nos ama y que nos invita a amar? ¿Qué me falta para romper las cadenas del odio?

Jesús nos invita a relacionarnos de manera confiada con ese Dios amor, un Dios Padre, nos invita a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio de amor de Dios.


DIOS, es un DIOS CERCANO, BUENO Y ENTRAÑABLE, al que todos podemos llamar PADRE y lo podemos hacer con el cariño de hijos. Nos dice Francisco: “Él es “Dios allá en los cielos”, pero también “aquí en la tierra”. Por lo tanto, no creemos en un ente lejano, ¡no!, en un ente indiferente, ¡no! Al contrario, creemos en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo, se ha hecho carne, ha muerto y resucitado por nosotros, y como Espíritu Santo todo lo transforma y lo lleva a su plenitud”.


¿Qué caracteriza a Dios? No lo caracteriza el poder y la fuerza, aunque estamos acostumbrados a llamarlo “Todopoderoso”, todo lo contrario, lo que caracteriza a Dios es su BONDAD, COMPASIÓN y MISERICORDIA.


¿EXPERIMENTAMOS A DIOS COMO ESE PADRE CERCANO Y BONDADOSO? Es un Padre que tiene un proyecto de amor para ti, para mí, para todos. ¿Hemos descubierto ese proyecto?


Jesús nos invita a CONFIAR EN ÉL Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso nos invita a todos a seguirlo.


Debemos seguir a Jesús en el sacerdocio, en la vida matrimonial, en la familia, en todo momento y en todo lugar.


¿ESTAMOS DISPUESTOS A SEGUIR A JESÚS? ¿CÓMO ENTENDER ESTE SEGUIMIENTO? Debemos seguirlo, y el Señor nos envía hoy a ir y anunciar, a ir y comunicar la Buena Nueva, y debemos hacerlo desde nuestra vocación, desde la realidad que vivimos.


Francisco nos dice que, “El amor de Dios en Jesús, que es tan difícil de entender, pero que sentimos cuando nos acercamos a Jesús. Y Él nos perdona siempre: Él nos espera siempre. ¡Él nos ama tanto! Y el amor de Jesús que sentimos ¡es el amor de Dios!”


En esta Fiesta estamos invitados a entrar en el dinamismo de amor de Dios, que es un dinamismo de comunicación, de servicio recíproco, de compartir, de solidaridad, de cercanía, de misericordia y de perdón. No olvidemos, esta Fiesta de la Trinidad nos compromete a AMAR.


Una persona que ama a los demás por la alegría misma de amar es reflejo de la Trinidad. Una familia en la que se ama y se ayudan unos a otros, es un reflejo de la Trinidad. Un sacerdote que se da día a día amando a los demás, es un reflejo de la Trinidad. Una parroquia en la que se quiere y se comparten los bienes espirituales y materiales, es un reflejo de la Trinidad. Seamos cada uno de nosotros REFLEJO DE LA TRINIDAD, es decir, reflejo del amor de Dios.
“Que la Virgen María nos ayude a cumplir con alegría la misión de testimoniar al mundo, sediento de amor, que el sentido de la vida es llegar al amor infinito, el amor concreto del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Francisco). ASÍ SEA.