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“Remar mar adentro y echar las redes”

HOMILIA EN LA IMPOSICIÓN DE MINISTERIOS EN EL SEMINARIO MAYOR

Bethania, 02 de septiembre de 2021

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Hoy he querido compartir con ustedes, mis queridos seminaristas. He querido despedirme antes de emprender esta “aventura de Budapest” como la he llamado, pero, quise que sea una despedida diferente y por eso celebro hoy los ministerios de acolitado, lectorado y la admisión a las Sagradas Órdenes.

El otro día recibí un mensaje que me llenó el corazón. Uno de ustedes en su mensaje citaba una cita de la Encíclica Fraterlli Tutti que dice: “Si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida… y alcanzamos la plenitud cuando el corazón se nos llena de rostros y de nombres”. Mi corazón está lleno de nombres y de rostros de aquellos que me han hecho bien, pero también, están llenos de rostros y nombres de jóvenes, de amigos, de sacerdotes y ahora, está lleno de sus nombres y de sus rostros, a los que llevo en el corazón y a los que tendré presente en estos largos días que estaré fuera.

Y de manera especial, hoy los nombres de Gustavo, Rómulo, Edison, Francisco, Cristian, Xavier, Emilio, Francisco José, David, Francisco Xavier, Josué David, Jossué Luis, Carlos Andrés, Bryan, Byron, Diego y Josué Francisco, llenan mi corazón y lo llenan de alegría porque se siguen arriesgando a “remar mar adentro y echar las redes”

Y pueden ustedes, “dejar la orilla”, dejar la seguridad y comodidad de la orilla para arriesgarse a remar mar adentro siempre que hayan encontrado a Jesús. Francisco lo dice claramente: “Encontrar a Jesús, hacer experiencia de su amor y de su misericordia, es la aventura más grande y más bella que le puede suceder a una persona”.

Luego de toda una noche sin haber pescado nada, confiado en Jesús, Pedro vuelve a remar mar adentro y echa las redes. A veces nos puede coger la desesperanza, el sentido de fracaso, pero no debemos dejarnos vencer, no pueden ustedes, mis queridos seminaristas, que son jóvenes, dejarse vencer por el pesimismo y la desconfianza, por eso hago mía las palabras de Francisco que invita a “remar mar adentro, salir de sí mismo, de nuestro pequeño mundo y abrirse a Dios para abrirse siempre más también a los hermanos”. Y es lo que ustedes hacen hoy, reman mar adentro confiando totalmente en el Señor: “Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”.

No duden en gastar la vida, toda su vida, ahora con el entusiasmo de la juventud, mañana con la madurez y al final con el peso de los años. Gasten sus vidas dando testimonio con alegría del Evangelio, porque la contribución de cada uno de ustedes es indispensable para la misión de la Iglesia que es la evangelización. Y ahí está la tarea, lanzar las redes en la evangelización, en el salir a buscar a tantos, en el no quedarnos en la orilla, en el confiar y remar, remar mar adentro, buscando al Señor, buscando servir, buscando dar todo, aunque tengamos miedo.

Nos podemos cansar, podemos pensar que es inútil la misión. Y retomo el mensaje recibido, me decía: “También me acordé de usted que nos contaba que a veces se cansa, pero quería hacerle acuerdo de que “si logro ayudar a una sola persona, eso ya justifica mi entrega”…” Por eso, lanzo las redes aquí, en el Seminario, uno de los mares de mi pesca.

Como dice Francisco, refiriéndose a Pedro: “Con coraje, sale de sí mismo y elige confiar en Jesús. Dice: “sobre tu palabra, tiraré las redes”. ¡Atención! No dice:

¡Sobre mis fuerzas, sobre mis cálculos, sobre mi experiencia de experto pescador, sino “sobre” tu palabra, sobre la palabra de Jesús! Y el resultado es una pesca increíble, las redes se llenan, tanto que casi se rompen”.

Ustedes tienen ese “coraje”, se están “arriesgando”. El leer sus cartas de petición, las he leído todas, me lo demuestra. Aquí tomo algunas frases de ellas, al hacerlo, ustedes hacen también esta homilía, la hacemos juntos:

“Si yo no salgo de la comodidad de mí mismo, no podré ser feliz, peor hacer feliz y salvar a los demás”. “Mi camino vocacional ha estado marcado con alegrías y tristezas, pero he sido fortalecido de manera especial por la presencia de Dios”.

“Quiero dedicar mi vida al servicio de la Iglesia, y quiero seguirme configurando con Jesucristo Buen Pastor”. “Vienen a mi mente tantos recuerdos de los sucesos y aventuras de mi proceso vocacional, cada sueño, anhelo y deseo… pido este Ministerio animado por el deseo de servir, de anunciar, de gritar al mundo cuánto nos ama Dios y de trabajar por esta porción de la Iglesia que peregrina en Quito”.

“He madurado en la fe y le he dicho sí al Señor, a su generosa llamada al sacerdocio”. “A pesar de todas las dificultades… quiero dar este nuevo paso en mi respuesta al llamado que Dios me ha hecho y le pido a Él me ayude a ser fiel, sincero y poder responder mejor cada día”. “La respuesta que he dado al Señor a servirlo desde la vocación del sacerdocio se ha ido clarificando y discerniendo…este Ministerio anima y fortalece mi respuesta, además la vivifico desde la lectura y oración de la Palabra de Dios”.

“Ahora quiero ser portavoz de la Buena Nueva, así llevar a cada persona el mensaje vivo del Evangelio”. “Este gran paso me anima mucho y me da más fortaleza para continuar mi proceso formativo”. “Quiero llegar a ser un buen pastor que apaciente sus ovejas y los acompañe en su caminar mostrando la misericordia del Señor. Quiero contagiar el gozo de la fraternidad”.

“Quiero servir con entrega y entusiasmo al Santo Pueblo de Dios, y así poder ser dócil a cumplir lo que Dios me pida”. “El Señor me ha sostenido y me ha ayudado para poder avanzar en este proceso de formación…hoy busco comprometerme con mayor seriedad y responsabilidad para el día de mañana ser sacerdote a ejemplo de Jesús el Buen Pastor”. “Estoy animado a continuar este camino de seguimiento y santificación a través del servicio en el sacerdocio”. “Ser tan solo un instrumento del amor de Cristo, porque es el único que llena mi alma, puesto que nada del mundo me llena”. “Solicito la inmensa gracia de recibir el rito de Admisión a las Sagradas Órdenes”. “He fortalecido mi llamado a ser pregonero del amor de Dios manifestado en cada momento de mi vida”.

Termino con una frase que resume y que nos lanza mar adentro: “Me he dejado sorprender por Dios…me comprometo a vivir con alegría y entrega mi vocación al servicio de Dios y de los hermanos. Me encomiendo como hijo a María Santísima para que custodie mi camino y a San José para no dejar nunca de soñar y construir el sacerdote que el Señor espera de mí en un futuro”

Francisco nos dice y les dice: “Ustedes están llamados a convertirse en “pescadores de hombres”. No duden en emplear su vida para testimoniar con alegría el Evangelio… En los momentos más oscuros, en los momentos de pecado, en los momentos de la fragilidad, en los momentos de fracaso, he mirado a Jesús, y me he confiado en Él, y Él, ¡No me ha dejado sólo! ¡Confíen en Jesús! Él siempre va hacia delante, Él va con nosotros”.

Les invito a “pescar juntos”, a “pescar conmigo”… los necesito en la barca de Quito. El mar inmenso de Quito necesita pescadores audaces, entregados, arriesgados, valientes, decididos, pero sobre todo, pescadores que ponen su corazón en el Señor y se dejan cobijar bajo el manto de María. ASÍ SEA