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“sale al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista los mandamientos”

Homilía en el primer Domingo de Adviento

Quito, 29 de noviembre de 2020

Iniciamos un adviento especial, un adviento en tiempos de pandemia, un adviento en un momento de nuestra historia marcado por el dolor, el sufrimiento, las lágrimas, la desesperanza y el miedo a la muerte.

Por eso, en este tiempo de adviento, las palabras de Isaías como que resuenan más y como que debemos hacerlas vida.

Hoy, en este adviento, debemos dirigir nuestra mirada a Dios Padre y decirle, como le dijo Isaías: “Tú, Señor, eres nuestro Padre y nuestro redentor…” y preguntarle también: “¿Por qué, señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte?”.

En este adviento, pidamos al Padre, que vuelva, que rasgue los cielos, que baje hacia nosotros. Hoy más que nunca necesitamos sentir cercano a Dios, saber que no es un Dios lejano, sino un Dios que viene, que vuelve su mirada hacia nosotros y, como dice el profeta, que “sale al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista los mandamientos”.

Vivamos este adviento confiando en Dios, sí queridos hermanos, en este tiempo de pandemia es cuando más debemos confiar en Dios, poner toda nuestra vida y toda nuestra esperanza en un Dios que nos ama, en un Dios Padre, en un Dios “alfarero” ya que nosotros “somos el barro”, y Él es el alfarero que nos moldea, somos hechura de sus manos.

Vivamos un adviento como tiempo de esperanza, pero de esperanza responsable y vigilante. Como cristianos debemos estar vigilantes, no porque tengamos miedo a la llegada del “Señor”, sino porque queremos que cuando Él llegue, y siempre será de improviso, nos encuentre comprometidos en la construcción de un Reino más justo, más fraterno y más de paz.

Jesús nos lo dice claramente hoy en el Evangelio: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento… No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo… permanezcan alerta”.

¿Qué tipo de cristianos somos? ¿Somos cristianos que duermen? ¿Somos cristianos que permanecemos alerta? ¿Somos cristianos preparados? ¿Nos encontramos vigilantes, esperando la llegada del Señor?

Vuelvo a todos estos meses de pandemia y hago relación con estas preguntas que acabo de hacer. Creo que, a toda la humanidad esta dura realidad no nos cogió preparados y por eso nos ha golpeado tanto. No puede, ni debe ser así con nuestra vida cristiana. Hay que estar preparados, hay que estar vigilantes, hay que saber esperar al Señor que viene a salvarnos.

Y aquí, las palabras de Francisco, al referirse al adviento, nos alientan y nos animan: “Es el tiempo que nos es dado para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia delante y para prepararnos al retorno de Cristo”.

Que todo lo vivido nos haga celebrar un adviento auténtico, alejado de tanto ruido, y superficialidad, de tanta vanidad. Que sea un adviento donde realmente tengamos un deseo profundo de Dios que nos ayude a mirar hacia delante.

Miremos en adviento hacia delante, miremos a la familia, donde debemos construir una verdadera comunidad de amor. ¿Tiene deseo de Dios nuestra familia? ¿Qué falta en nuestra familia para que en ella nazca el Señor?

Miremos en adviento hacia delante, miremos hacia nuestra sociedad, donde debemos saber construir una comunidad responsable, justa, honesta y transparente ¿Tiene nuestra sociedad un deseo de Dios? ¿Por qué, y tomo nuevamente a Isaías, nuestra justicia es como un trapo asqueroso… y todos estamos marchitos, como las hojas y nuestras culpas nos arrebatan, como el viento? ¿Qué nos falta para estar preparados y construir una sociedad que viva los valores humanos y cristianos? ¿Estamos dispuestos a acoger, como sociedad, al Señor en esta Navidad o viviremos una Navidad llena de falsas ilusiones, de luces y ruidos, pero alejada de Dios?

Miremos en adviento hacia adelante, miremos hacia nuestro país, inmerso ya en una campaña política, donde muchos hablan y prometen. ¿Quién nos garantiza un país donde se respete el deseo de Dios en nosotros? ¿Quién nos garantiza el respeto a la vida desde su concepción hasta la muerte natural? ¿Quién nos garantiza que no va a reinar la corrupción? ¿Quién nos garantiza una paz social? Más que campaña, queremos que todos los políticos abran su corazón al Señor y estén vigilantes, atentos, esperando a un Dios que viene a salvarnos.

Miremos en adviento hacia adelante, miremos hacia nuestro propio interior, y allí quizás haya mucho que cambiar para estar “preparados”, para no estar “dormidos”, para estar “alerta”. Francisco nos dice: “La persona que pone atención es la que, a pesar del rumor del mundo, no deja de abrumarse por las distracciones o la superficialidad, sino que vive de manera plena y consciente, con una preocupación dirigida ante todo a los demás”

Miremos a nuestro interior, pero miremos al mundo, miremos a los demás, miremos al hermano; descubramos lo bueno del mundo y de los otros, descubramos a Dios presente en nuestro mundo y en cada persona, y esperemos juntos, atentos y vigilantes, al Señor.

En este adviento en tiempo de pandemia, seamos personas vigilantes. “La persona vigilante es la que no se deja vencer por el sueño del desánimo, de la falta de esperanza, de la desilusión”, que ha habido tanta en estos meses, y al mismo tiempo, la persona vigilante, “rechaza la solicitud de tantas vanidades de las que desborda el mundo y detrás de las cuales, se sacrifican tiempo y serenidad personal y familiar” (Francisco).

No nos perdamos en caminos de infidelidades, de falsas felicidades… recorramos un camino de fe, de amor, de espera paciente, porque el Señor volverá a nosotros en esta Navidad, ahí está nuestra esperanza verdadera en este tiempo. No olvidemos que Él “viene a nosotros cada veza que estemos dispuestos a recibirlo” (Francisco). ASÍ SEA