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Se necesitan también nuevos sacerdotes que sepan escuchar al Señor

HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DEL DIÁCONO STALYN JAVIER FREIRE MENOSCAL

Quito, 19 de marzo de 2021

Hoy es Fiesta, “Fiesta de San José”, quien “es un padre que siempre ha sido amado por el pueblo cristiano”, como nos dice el Papa Francisco.

Hoy es Fiesta en tu vida, querido Stalyn Xavier. Serás ordenado Sacerdote para siempre. Inicias tu sacerdocio bajo la protección de San José. Él será para ti modelo de entrega y servicio en tu misión pastoral y en tu servicio como “padre de muchos”.

Hoy es Fiesta en nuestra Arquidiócesis de Quito, nos alegramos contigo y te recibimos como hermano para juntos construir esta Iglesia quiteña.

Al igual que José, recibiste una llamada. Dios te llamó para una misión, has ido respondiendo, descubriendo y rectificando el camino. Con valentía dijiste que sí y estás ahora aquí para ese “sí” definitivo.

Recuerda siempre, querido Stalyn, que se es sacerdote, no para sí mismo, sino para los demás. Yo no entiendo la vida sacerdotal pensada en sí mismo. Irás descubriendo la alegría de ser sacerdote solamente en la medida en que te sientas enviado a los demás, a una misión, y te entregues a ella, sin pensarlo mucho, confiando totalmente en Dios, como lo hizo José. Él supo responder a lo que Dios le pedía: “José no dudó en obedecer, sin cuestionarse acerca de las dificultades que podía encontrar…En cada circunstancia de su vida, José supo pronunciar su “fiat”, como María en la Anunciación y Jesús en Getsemaní”.

Una de las grandes quejas en la Iglesia es la falta de fe y la falta de vocación, y sobre todo la falta de vocaciones sacerdotales. Esto nos lleva a pensar que si en nuestra sociedad, las familias y comunidades educaran a los hijos en la fe cristiana y en la vocación al servicio, seguro surgirían muchas vocaciones y entre ellas, la vocación a la vida sacerdotal. Hay vocaciones, pero faltan muchos, muchos jóvenes más que respondan con generosidad a la llamada de Dios, que encuentren el ideal de servir a todos en el sacerdocio; no nos cansemos de pedirlo al Señor.

Pedir hoy por las vocaciones sacerdotales es pedir una educación en las virtudes cristianas a ejemplo de San José, una vocación sin igual para imitar, vocación de humildad, sencillez, entrega, de segundo plano.

Pedir hoy por la vocación sacerdotal es pedir por una formación humana y cristiana, de acuerdo con el Evangelio de Jesús. Yo hoy pido para que el Señor inspire en tu vida las virtudes de San José, para que, vivas tu sacerdocio al servicio de los demás, lleno de fe y alegría. 

El Papa Francisco en su Carta Apostólica “Patris Corde”, pone algunas características de esta admirable vocación de José: padre amado, padre de la ternura, padre de la obediencia, padre de la acogida, padre de la valentía creativa, padre trabajador, padre en la sombra, y me atrevo a poner también padre en la fe. Destaco el papel de padre que cumple José. Es un llamado a vivir la paternidad en la familia. Pero hoy, es un gran llamado a ti, nuevo sacerdote, para que vivas tu ministerio sacerdotal desde la óptica de la PATERNIDAD ESPIRITUAL. 

Francisco recuerda que “Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente…En la sociedad de nuestro tiempo, los niños a menudo parecen no tener padre”. El niño, el joven, el hombre y la mujer de hoy necesitan de esa paternidad espiritual, necesitan del sacerdote que es padre, que entrega tiempo, energías, alegría, disponibilidad y sacrificio. Necesitan del sacerdote padre espiritual que lleva a Cristo, que señala el camino para acercarse al Señor, que lo entrega en la Eucaristía como alimento. Necesitan del sacerdote padre que reconcilia, que perdona, que acoge, que no condena, sino que levanta al que está caído.

En José, miremos a todos los sacerdotes anónimos de la Iglesia que custodian y educan con dedicación y paciencia a sus fieles, que son los hijos que el Señor pone en su camino. Vive, querido Stalyn Xavier, esta misión con entrega, dedicación espiritual, y en plena fe.

El llamado divino en un alma es un don de Dios, es el Señor de la mies que llama obreros a servirle y a seguirlo, convirtiéndose en otro Cristo. José se destaca por su pronta obediencia a este llamado. Característica a veces difícil de vivir en la vida sacerdotal. Obedece siempre. Sé obediente a la Iglesia y a lo que te pida tu Obispo.

José vivió en el servicio, nunca centrado en sí mismo. Sirvió a los demás, sirvió a la Sagrada Familia. Supo “descentrarse”, como debe saber descentrarse todo sacerdote. Estás llamado a servir. Vive tu sacerdocio sirviendo a los demás y no sirviéndote de los demás.

Quiero terminar recordándote que como sacerdote debes escuchar la voz de Dios en tu vida, como lo supo hacer José. Escucha al Señor, hacerlo es reconocer su autoridad y su importancia, comulgar con su mensaje, dejarse guiar por Él y saber distinguir su voz entre las miles de voces que hoy nos convocan de todas partes. Debes escucharlo para seguirle.

Seguir a Jesús es ser discípulo, ser miembro comprometido de su iglesia y pertenecer a su rebaño. Escucharlo te llevará a conocerlo. Y, conocerle es experimentar su amor, acoger el don de la vida eterna, ser su amigo, compartir su mesa y comunicarse con Él diariamente a través de la oración.

Se necesitan nuevos pastores. Se necesitan también nuevos sacerdotes que sepan escuchar al Señor. Seguirle como sacerdote es una hermosa vocación, no es una vocación gloriosa y apreciada a los ojos de los hombres, pero es un gran servicio que podemos ofrecer a la Iglesia de Jesús. Sé ese pastor, sé ese sacerdote nuevo. Sé sacerdote con corazón paternal, sacerdote en salida, cercano, alegre, entregado y fraterno.

Como José, sé ese “Padre en la ternura”. Hoy hace falta la ternura del padre en la vida de tantos hijos. “Jesús vio la ternura de Dios en José” (Francisco). Que tus fieles vean esa ternura de Dios en ti.

La ternura de Dios se llama “Misericordia”. Dios es un Dios misericordioso, un Dios que a través de su ternura toca lo que es frágil en nosotros, un Dios que no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona, y tú debes ser eso, un sacerdote que acoge, abraza, sostiene y perdona, un sacerdote misericordioso.

Recuerda que José, hombre anónimo y justo, recibió la misión de custodiar a María y a su hijo Jesús y cumplió esta tarea con amor y fidelidad. Tú vive así la misión sacerdotal que hoy comienzas. Que María sea siempre tu fortaleza en tu ser de sacerdote. ASÍ SEA.