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Seamos sacerdotes alegres porque Dios nos ha llamado y nos ha hecho testigos y ministros suyos.

Homilía en la Misa Crismal 2020

Quito, 14 de septiembre de 2020

Vivimos una gran alegría todos nosotros. Nos volvemos a encontrar todos y lo hacemos alrededor de la mejor mesa, la mesa del Señor. Celebramos juntos nuestra Misa Crismal, la primera Misa Crismal que celebro junto a ustedes como Arzobispo de Quito. Una Misa Crismal especial, retrasada unos meses, que anhelábamos todos compartir.

La celebramos en este día de la Exaltación de la Cruz y en esta hermosa Iglesia. Unimos así la Cruz y María. Ella es la mujer fuerte al pie de la Cruz de su Hijo que nos llena de fortaleza y al mismo tiempo de esperanza.

Vivimos un tiempo de cruz, de llanto, de dolor, de incertidumbres y desesperanzas. Cerramos nuestros templos, pero ninguno de ustedes, y lo digo con orgullo de padre, cerró su corazón pastoral. Estuvieron allí, junto a su pueblo que vivía también esta pandemia. Estuvieron alentando, fortaleciendo, acompañando, por vía digital y también presencial; estuvieron como auténticos pastores ungidos para servirlos, no fueron “untuosos”.

Las palabras de Francisco las aplico a ustedes, mis queridos sacerdotes, los hijos en el Señor que recibí como un gran don: “Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido por su pueblo…hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las periferias donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones…salgamos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada”

Ya no es tiempo de encerrarnos, es tiempo de darnos con mayor creatividad y audacia frente a esta “nueva normalidad”, y debemos hacerlo con la profunda alegría de ser sacerdotes del Señor. Recuerden que “El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco, se pierde lo mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de actividad lo más hondo de su corazón presbiteral” (Francisco).

Doy GRACIAS A DIOS por cada uno de ustedes, por la misión que han hecho vida de ser ungidos “para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”. Ésta es su misión, e Isaías agrega: “curar a los de corazón quebrantado… y consolar a los afligidos”.

Somos “llamados sacerdotes del Señor; ministros de nuestro Dios”. Y esta misión y tarea es más actual que nunca en este año de pandemia. Ustedes han consolado con un corazón grande, pero, han tenido también que ser consolados y apoyados.

Han sido pastores a los que les ha tocado llorar con el que llora, sufrir con tantos hermanos enfermos y agobiados, ser cercanos a tantos que han perdido todo. Han curado heridas, han sanado corazones, han sido compasivos, han sentido y vivido lo que ha vivido su pueblo. No han sido indiferentes ante tanto dolor, se han contagiado del covid19, ha muerto un hermano nuestro y también ha muerto un hermano sacerdote religioso. Ustedes han estado allí, con su pueblo, acompañándolos en esta crisis, dando y entregando su vida, y de ello doy gracias al Señor.

Hoy, con mayor convicción que nunca, sabiendo que son sacerdotes que “parten, reparten y comparten” sus vidas, van a RENOVAR CON ALEGRÍA SUS PROMESAS SACERDOTALES. Hoy, con pocos o muchos años de sacerdotes, renuevan su deseo de estar plenamente unidos a Cristo y de configurarse con Él, renunciando a ustedes mismos y reafirmando el compromiso de vivir su sacerdocio movidos por el amor al Señor, y el servicio a la Iglesia y al hermano.

Hemos llorado mucho, hemos sufrido mucho, hemos hecho vida una verdadera pasión. La cruz de la pandemia ha sido dura y difícil de cargar, por eso, en este renovar su vida sacerdotal, les pido mirar hacia adelante y renovar su ser sacerdotal con ALEGRÍA.

CAMINEN SIEMPRE CON ALEGRÍA porque somos sacerdotes. Nos lo recuerda el Papa Francisco: “Una alegría que nadie puede arrebatar. La alegría del sacramento del orden no la puede quitar nadie y es una fuente incesante de alegría. Por tanto, no busquemos la alegría en otra cosa diferente a lo que hemos recibido en el sacramento del orden”.

Vivamos siempre la alegría y la esperanza de ser sacerdotes. Vivámoslo a profundidad, a pesar de las dificultades y problemas y realidades de cruz.

Seamos sacerdotes alegres porque Dios nos ha llamado y nos ha hecho testigos y ministros suyos.

Vivamos LA ALEGRÍA QUE ES FRUTO DEL AMOR: el sacerdote es el hombre que ama, que se desprende de tantas cosas para amar con más intensidad y con más universalidad.

Vivamos LA ALEGRÍA DEL ENCUENTRO CON EL SEÑOR QUE NOS ENVÍA: El sacerdote es el hombre que ha encontrado a Jesús y se sabe enviado para ser profeta en este mundo.

Vivamos LA ALEGRÍA QUE ES FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO: el sacerdote es el hombre lleno del Espíritu Santo y conducido por él.

Vivamos LA ALEGRÍA DE UN CORAZÓN LLENO DE ESPERANZA. Hoy como sacerdotes debemos vivir esa alegría esperanzada convencidos de que algo nuevo nos espera.

Vivamos la ALEGRÍA QUE ES FRUTO DE LA FRATERNIDAD: el sacerdote es el hombre que construye la unidad y el camino de fraternidad.

Vivamos ESA ALEGRÍA… LA ALEGRÍA DE DIOS EN EL CORAZÓN:

La alegría de ser mediadores, ministros y dispensadores de gracia. La alegría de darnos siempre y darnos totalmente.

La alegría de sentir que nuestra vida es fecunda, no en la medida en que aparece y brilla, sino en la medida en que se entierra y se ofrece. La alegría del desprendimiento, de la liberación, de no pertenecernos sino pertenecer a la Iglesia y a las almas.

La alegría de no ser dueño de las cosas, del tiempo, de la salud y de la vida. La alegría de nuestro celibato sacerdotal que es plenitud espiritual y no ausencia o represión. La alegría de sabernos amados particularmente por el Padre, porque el Padre ama a Cristo y es uno con Él, y el sacerdote es la plena realización de Cristo.

La alegría de soñar y hacer soñar, soñar mirando al futuro, soñar desde los pobres y desde los jóvenes, soñar con fe auténtica, profetismo y organizando la esperanza.

La alegría de la CRUZ, porque sabemos que entonces es infaliblemente fecundo nuestro ministerio. Y en la medida de la Cruz está la medida de nuestro gozo.

Sí hermanos, “el sacerdote es el hombre de la alegría, pero de la alegría austera, majestuosa e inalterable, que supone la Cruz y el recogimiento” (Cardenal Pironio).

Les recuerdo, como nos dice Francisco, que “El seguimiento de Jesús es lavado por el mismo Señor para que nos sintamos con derecho a estar “alegres”, “plenos”, “sin temores ni culpas” y nos animemos así a salir e ir “hasta los confines del mundo, a todas las periferias”, a llevar la Buena noticia a los más abandonados, sabiendo que Él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo”

Vayan queridos hermanos, los envío hoy, a ser SACERDOTES EN SALIDA, SACERDOTES DEL AMOR Y LA MISERICORDIA, SACERDOTES DE LA TERNURA Y CERCANÍA, SACERDOTES DE LA COMPASIÓN y SEAN SIEMPRE Y EN TODAS PARTES SACERDOTES ALEGRES Y LLENOS DE ESPERANZA. ASÍ SEA.