“Soñar en grande”
Quito, 26 de octubre de 2020
Con mucha alegría celebro hoy esta Eucaristía en la que ponemos en las manos de Dios este nuevo Año Académico de nuestro Seminario Mayor San José, y también en la que instituiré Lectores, Acólitos y el rito de Admissio, todo ello constituye una bendición para nuestra Casa.
“NUESTRA CASA”, así la veo, como CASA, lleva el nombre de “San José”, el hombre de los sueños. He pensado una y otra vez sobre las palabras que dirigiría en esta homilía, tenía varias ideas en mente, pero en un momento me dije: “habla de los sueños… de tus sueños pues San José era el hombre de los sueños”.
Hace muchos años, ustedes no nacían, una canción del musical “El hombre de la Mancha” se hizo famosa. La canción se titula “El sueño imposible”. La letra dice así:
“Soñar, lo imposible soñar. Vencer, al invicto rival.
Sufrir, el dolor insufrible. Morir por un noble ideal.
Saber enmendar el error. Amar con pureza y bondad.
Creer en un sueño imposible. Con fe una estrella alcanzar.
Ese es mi afán. Y lo he de lograr.
No importa el esfuerzo. No importa el lugar. Defender la virtud…
Porque sé, que si logro ser fiel a tan noble ideal
Dormirá mi alma en paz al llegar el instante final”
Esta letra inspira a seguir grandes ideales, aunque puedan costar mucho esfuerzo. Y Francisco, nos invita a todos, pero invita a los jóvenes de manera particular a “soñar en grande”, pues “uno de los principales problemas de la actualidad y de tantos jóvenes es que han perdido la capacidad de soñar. Ni mucho ni poco, no sueñan; y cuando una persona no sueña, cuando un joven no sueña, ese espacio es ocupado por el lamento y la resignación”.
Y ustedes, mis queridos seminaristas, son jóvenes, por eso, hago mías las palabras de Francisco: “No permitamos que nos roben los sueños, no nos perdamos la novedad que el Señor nos quiere regalar. Aunque se encuentren muchos imprevistos es importante afrontarlos y buscar con creatividad transformarlos en una oportunidad”.
Yo no quiero, mejor dicho, la Arquidiócesis no quiere, seminaristas que vivan en el lamento, en la resignación, sin ideales, sin tener la capacidad de soñar, sin emprender, sin esfuerzo, acomodados, instalados, sumidos en lo relativo, sin pasión en su corazón por lo noble, lo grande, lo verdadero.
Si vamos por ciertas carreteras, del norte o del sur de nuestro país, podemos encontrarnos con grandes talladores de piedras. Son hábiles en el duro trabajo de hacer de una fría piedra una verdadera escultura u obra de arte. Por eso, “es necesario ser como esos artistas y convertirnos en buenos escultores de los propios sueños. Un escultor toma la piedra en sus manos y lentamente comienza a darle forma y a transformarla, con dedicación y esfuerzo… hasta que se convierte en una hermosa obra de arte” (Francisco).
Yo, lo he dicho más de una vez, soy “hijo de un gran soñador”, y siempre sueño, aunque pueda ser mal interpretado. Sueño, sí, pero construyo los sueños y lucho para que esos sueños sean realidad.
Ya lo decía anteriormente, mi primer sueño es que el Seminario sea UNA CASA, pero no una casa de paredes frías, de corredores sin vida y de espacios donde no se comparte la vida. Sueño con una Casa donde se haga vida de FAMILIA, una Casa abierta a todos, una Casa donde el amor sea lo que una y ayude a ir construyendo los sueños personales y eclesiales.
Sueño con que ustedes, formadores y seminaristas, sean esos “ARTISTAS”, que van tallando la formación de esta Casa. Que todos, de manera especial ustedes mis queridos jóvenes, aprendan a reconocer cuánto los ama el Señor, que toda vocación, su vocación, es iniciativa de Él, que no es mérito de ustedes o mío, sino un don de Dios, y desde ese reconocimiento la única respuesta es la formación a conciencia y con sinceridad para poder amar a Dios sobre todo y al prójimo como Jesús nos enseñó, de manera especial a los pobres y descartados de este mundo, para poder llegar a periferias existenciales de hoy, acrecentadas por la pandemia.
Sueño que ustedes se esfuercen, como nos dice San Pablo, en ser “IMITADORES DE DIOS”. Ello les va a implicar un cambio radical en sus vidas jóvenes. Deben dejar una vida dirigida por costumbres mundanas y emprender un camino de santidad viviendo en sintonía con el amor y la verdad. Y ése es uno de mis grandes sueños, SEMINARISTAS SANTOS para que el día de mañana sean realmente SACERDOTES SANTOS, que tanta falta hacen en nuestra Arquidiócesis de Quito. Y no les será tarea fácil, porque las tentaciones no han cambiado, seguirán ahí las tentaciones del placer y del tener, del “carrerismo”, de ver el sacerdocio como un mejorar el estatus, del buscar honores y prestigios, de lo fácil y lo cómodo. Ahí están esas y muchas otras tentaciones y hay que vigilar para que no nos atrape la cultura del “todo vale”, de lo relativo.
Sueño con seminaristas que “no sean ni pesimistas ni optimistas ciegos”. Cada uno de ustedes debe ser “un hombre esperanzado porque sabe que su centro está en el Señor, capaz de hacer nuevas todas las cosas” (Francisco). Pongan como centro de su vida al Señor y Él hará fecunda su vida hoy y el día de mañana.
Sueño que en esta Casa no se forme para la misión, sino que se forme en la misión. Lo primero no echa raíces en la vida. Lo segundo, formar en la misión, implica un cambio de mentalidad, porque es desde la misión donde debe girar toda nuestra vida, opciones y prioridades. Y la misión de ustedes será la de ser pastores cercanos, en salida, misericordiosos, sacrificados, entusiastas, con un corazón grande como el corazón de Cristo Buen Pastor que da la vida.
Hay muchos otros sueños, se los iré dando a conocer poco a poco. Recuerden, “Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y empeño, renunciando a las prisas” (Francisco) Y como nos dice el Papa: “No hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de cometer errores. Más bien, sí hay que tener miedo a vivir paralizados como muertes en vida… porque no perseveran en sus empeños o porque tienen miedo a equivocarse. No tengan miedo de volverse artesanos de sueños y esperanza… ¡Tomemos la vida en serio, para hacer algo hermoso en ella!”.
Y ustedes, Francisco Javier, José Luis, Cristian, Emilio y Francisco José, que reciben la Admissio. Ustedes, Edison Gustavo, Rómulo, Edison Armando que serán instituidos Lectores, y, ustedes, Favio, Luis Alfredo, Luis Fernando, Christian y Giovany Francisco, que serán instituidos Acólitos, no dejen de soñar en grande y tallar esos sueños para que sean el día de mañana, “sacerdotes según el corazón de Dios” y en la actitud de disponibilidad y de salida de María. ASÍ SEA.