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“sueñen en grande, no sueñen en pequeño”

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN DEL ANIVERSARIO DEL MOVIMIENTO JUAN XXIII

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 28 de marzo de 2023

Celebro con mucha alegría en este día los CINCUENTA Y TRES AÑOS de fundación de ustedes, mis queridos hermanos del MOVIMIENTO DE RETIROS PARROQUIALES JUAN XXIII.

Siempre digo que celebrar un aniversario es mirar hacia el pasado, hacia la historia de un camino, en este caso, hacia la inspiración carismática para iniciar el Movimiento. Pero, miramos al pasado, no para añorar lo vivido, no para decir que todo lo pasado era mejor, si fuera esa la mirada, sería muy pobre. Miramos el pasado desde el hoy, desde lo que se va construyendo en esta historia y con todos ustedes.

¿Para qué mirar el pasado desde el hoy? La respuesta es simple y compleja al mismo tiempo, y no es para otra cosa que para construir el futuro. Usaría aquí una frase del Papa Francisco a los jóvenes, o más bien dicho, una invitación. Sueñen queridos hermanos con su futuro como Movimiento, pero “sueñen en grande, no sueñen en pequeño”. Pero recuerden, que los sueños se hacen realidad con esfuerzo, constancia y trabajo.

Y aquí quiero unir mi reflexión con la primera lectura del Libro de los Números que hemos proclamado. Dice la Palabra de Dios que, “El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés”. Se cansó el pueblo y comenzó a reclamar diciendo, “No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia”. En cierta forma recordaban el pasado, recordaban a Egipto.

Les pido a ustedes, mis queridos hermanos, que no se cansen de caminar, que no hablen contra quienes los van guiando, que no tengan una visión de pasado sino de futuro, siempre buscando a Dios en sus vidas, siempre mirando a Cristo que es quien da la vida verdadera.

Lo que les pasó a los judíos en su Éxodo, en su paso por el desierto, hasta llegar a la tierra prometida, es todo un símbolo de lo que acontece a cualquier cristiano de cualquier época. Nosotros, hemos prometido a Jesús seguirle hasta el final, en la travesía por esta tierra antes de llegar al nuevo cielo prometido. En este camino tenemos momentos de gran alegría, momentos de tensión, momentos de decepción, sabemos de alegrías y de dolores, y no deja de anidar en nuestros corazones la duda de si el Señor se habrá olvidado de nosotros y nos ha dejado solos.

¿Esto no lo han sentido y vivido ustedes queridos hermanos del Movimiento Juan XXIII? En estos cincuenta y tres años, ¿cuántas alegrías, cuántas decepciones, cuántos dolores, cuántos desalientos? Quizás mucho, así es la historia de todo Movimiento en la Iglesia, pero, y esto es importante, es que ustedes han perseverado, que esa idea inicial en la mente y en el corazón de su fundador, ha ido creciendo y ha salido adelante, es un trabajo de muchos, es un esfuerzo de muchos y por eso hoy damos gracias a Dios.

¿Cómo ser fiel en el camino? Yo les diría, tomando el Evangelio de hoy, “mirando a la cruz”: “Cuando levantéis en alto al Hijo del Hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada”. Y nos dice el evangelista que “muchos creyeron en Él”.

Jesús siempre está dispuesto a echarnos una mano, a todos, desde lo alto de la cruz. Continuamente tenemos que mirar a Jesús clavado en lo alto del madero, como los judíos miraban a la serpiente. Pero, recuerden queridos hermanos, que la cruz no nos habla solo de muerte, a nosotros, la cruz nos habla también de su vida y de su resurrección, y nos habla sobre todo, de nuestra salvación.

Les pido siempre a ustedes, mis hermanos del Movimiento Juan XXIII, mirar a Cristo, mirar la vida de Cristo, mirar la muerte y resurrección de Cristo. El hacerlo, les impulsará a vivir el camino del Movimiento como Él lo vivió, entregando la vida por amor a los demás, para así poder resucitar a la plenitud de la vida y felicidad como Él resucitó.

Les quiero dejar a ustedes en esta celebración, tres compromisos muy concretos. El primero es el de que sean TESTIGOS y MISIONEROS. Francisco nos dice: “El modo indicado para convertirnos en misioneros es el de vivir como testigo, es decir, testimoniando con la vida que conocemos a Jesús”.

Vivan con pasión su ser testigos misioneros, anuncien a los demás a ese Cristo que han conocido, testimonien a Jesús donde viven, en sus familias en primer lugar, en sus parroquias, en sus barrios, en sus trabajos. Para ser testigos tienen que conocer a quien anuncian, de quien son testigos. Solamente un conocimiento profundo del Señor hará que su grito “Con Cristo todo, sin Cristo nada” sea más que un grito, sea una vida.

Lo segundo que les pido es que estén siempre en SALIDA. Sean esa Iglesia en salida. Francisco nos dice que “Dios ama una Iglesia en salida… la Iglesia “sabe” que su fuerza es “la fuerza misma de Jesús”. La fuerza de la Iglesia no es la relevancia social o institucional, sino el amor humilde y gratuito”.

No tengan miedo de salir, no tengan miedo de ir a anunciar a Jesús, no tengan miedo de dar testimonio, no tengan miedo. Comprométanse con su vida misma a esta misión, a esta tarea. Sacúdanse de toda pereza o de todo encerrarse en ustedes mismos, sean, como pide el Papa, “Activos en el bien. No escribanos de la fe y guardianes de la gracia, sino testigos”.

Por último, lo tercero que les pido es VALENTÍA para anunciar a Cristo. Nos lo dice Francisco: “La Palabra de Dios tiene que ser anunciada con valentía. La persona que no tiene valentía espiritual en el corazón, que no está enamorada de Jesús, de ahí viene la valentía, dirá algo interesante, moral, bueno, algo que hará bien, pero que no es la Palabra de Dios. Y esta, así planteada es incapaz de formar al Pueblo de Dios. Solo la Palabra proclamada con valentía lo consigue”.

Les invito a ser valientes, alegres, orantes, decididos y humildes para poder ser testigos, para poder asumir el estar en salida.

Que María, nuestra buena Madre, les anime a vivir en actitud de anuncio siendo testigos de su Hijo.