“TODO ES DE DIOS”
Quito, 31 de diciembre de 2020
Hemos orado delante del Santísimo, hemos dado gracias al Señor por la vida que nos regala y porque podemos terminar este año con vida, cuando son miles de miles los que han muerto por causa de la pandemia.
Damos gracias por todo lo vivido en este año, que no ha sido fácil, pero que en el que podemos rescatar muchos valores como la solidaridad, la cercanía, la familia, la fe hecha iglesia doméstica, la fortaleza, la esperanza a pesar de tantas desilusiones.
Al mismo tiempo que agradecemos a Dios, debemos pedirle perdón por nuestros errores y debilidades, por lo que no pudimos hacer y por aquello que hicimos a media quizás por no esforzarnos demasiado.
Hoy como Iglesia elevamos nuestro canto de alabanza a Dios, hecha plegaria, hecha oración, hecha petición y decimos desde el corazón: “TODO ES DE DIOS”. Sí, todo es tuyo Señor, estamos en tus manos y somos tuyos, somos tus hijos que peregrinamos hacia ti.
Esta Eucaristía es esto, una alabanza al Dios del amor, al Dios de la Misericordia, al Dios Padre que acompaña nuestras vidas, al Dios cercano y tierno que cada día está con nosotros, al Dios de la vida, al Dios de la esperanza.
Es esta Eucaristía un volcar nuestro corazón a Dios, sabiendo que esta pandemia es, como nos dice Francisco, “un tiempo de prueba y elección para que podamos orientar nuestras vidas de una manera renovada a Dios, nuestro apoyo y nuestra meta”.
Este año, como he dicho en el mensaje, NO FUE VEINTE SOBRE VEINTE. Este año 2020, “PERDIÓ EL AÑO”. No fue un año que se nos pasó volando, todo lo contrario, fue un año en el que sentimos el lento paso de los días durante los meses y meses que estuvimos confinados, fue un año en el que hemos derramado muchas lágrimas, fue un año de muerte de seres queridos, creo que todos tenemos un familiar, un amigo o un conocido que ha fallecido a causa de la pandemia, fue un año en el que muchos no pudieron despedir a sus seres queridos, fue un año de sufrimiento, por eso pasó lento, por eso sentimos el paso de los días, por eso, todos hemos querido que termine.
En esta celebración debemos preguntarnos si en medio de toda esta tormenta, que nos sorprendió a todos, hemos podido percibir a Dios, o nos hemos alejado de Él.
Es Dios quien nos ha sostenido, es Dios quien nos ha dado las fuerzas para salir adelante en medio de tantas tragedias. No dudemos nunca de que Dios nos ama, y Él, nos ama primero, nos “primerea”, es Él quien sale a buscarnos, es Él quien abre su corazón y nos da su amor.
Por eso, hagamos nuestra la invitación de Francisco, debemos “contagiarnos”, pero es “otro tipo de contagio, el del amor, que se transmite de corazón a corazón”. Que este sea uno de los compromisos nuestros al terminar un año difícil y comenzar otro, que todos esperamos sea mejor.
Lo segundo que les pido es el de ser constructores de puentes. Hoy más que nunca, ante tantas desigualdades que estamos viviendo por la pandemia, tenemos que construir esos puentes que nos acerquen solidariamente hacia los demás, hacia el hermano que tiende su mano.
Construyamos puentes de diálogo, de cercanía, de escucha, de perdón, de solidaridad, de paciencia. Destruyamos, quememos hoy, todos los muros de violencia, de ira, rencor, orgullo, indiferencia, vanidad, soberbia, egoísmo e intolerancia.
En este nuevo año que estamos próximos a estrenar, comprometámonos con mayor fuerza a ser constructores de la familia y defensores de la vida. Nos duele profundamente que ayer, treinta y ocho votos en Argentina, en un país de millones, se haya aprobado como ley el aborto. La vida sigue amenazada. Y nosotros, no podemos ni debemos bajar la guardia. Se oyen ya voces de candidatos presidencias y para Asambleístas, que proponen el aborto como ley en nuestro país. Somos un país de vida, defenderemos la vida, le decimos NO a la MUERTE, decimos NO al CRIMEN DE UN INOCENTE, porque eso es el aborto, un CRIMEN, UN ATENTADO CONTRA LA VIDA.
En el 2021, comprometámonos también a ser constructores de una nueva sociedad. Francisco nos dice que “Jesús mueve nuestras vidas para ser constructores de una nueva sociedad y promotores de vida”.
Será un año de elecciones, un año en el que daremos nuestro voto. Que sea un voto libre, pensado, razonado, orado. No podemos ser indiferentes al futuro de nuestro Ecuador, nuestro voto hará que el Ecuador sea mejor, no podemos caer en populismos o falsas promesas. De ahí nuestra gran responsabilidad.
Como Iglesia del Ecuador daremos un pronunciamiento en los próximos días, y lo haremos como ciudadanos y como pastores. Pero hoy les puedo decir, que tu voto es importante para hacer de nuestro país un país de paz, de desarrollo, de progreso y de futuro.
Y esto es lo último que quiero pedirles al terminar el año y comenzar el año 2021. Debemos tener una MIRADA DE FUTURO, porque eso es un nuevo año, MIRAR AL FUTURO y CREER EN EL FUTURO, pero, sobre todo, CONSTRUIR EL FUTURO. Nos toca ser constructores de ese futuro y lo haremos desde la fe y desde nuestro compromiso social como cristianos.
Esta Eucaristía, en la que ponemos nuestro año vivido y el año que viene, debe ser la fuerza, porque, como nos dice el Papa, es “la presencia del Señor Resucitado en su Palabra y en la celebración eucarística, la que nos dará la fuerza necesaria para afrontar los difíciles problemas que nos esperan después de la crisis”. No estamos solos, el Señor está con nosotros, el Señor está en la misma barca en la que nos encontramos en medio de esta tormenta que vivimos. ASÍ SEA.