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Todos estamos llamados a testimoniar que Dios es amor

Homilía en la Fiesta de la Santísima Trinidad

Quito, 07 de junio de 2020

  • “¡Bendito sea Dios Padre y su Hijo unigénito y el Espíritu Santo, porque es grande su amor por nosotros!”.
  • Hoy es Fiesta de la SANTÍSIMA TRINIDAD y celebramos la Jornada Mundial de oración por la Vida Monástica.
  • Los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al MISTERIO DE DIOS… MISTERIO DE LA TRINIDAD, que es un MISTERIO DE AMOR, MISTERIO DE UNIDAD Y MISTERIO DE BONDAD.
  • Celebrar la TRINIDAD nos llama a AMARNOS como Jesús nos ha amado. Y el amor es la señal concreta que manifiesta la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el amor nos reconocerán como cristianos. En el amor nos reconocerán como una verdadera familia, en el amor nos reconocerán como auténticos obispos, sacerdotes, padres de familia, esposo, hermanos, catequistas, fieles laicos.
  • Francisco nos dice que “es una contradicción pensar en cristianos que se odian. ¡Es una contradicción” Y esto es lo que busca siempre el diablo: hacer que nos odiemos, porque él siembra la cizaña del odio: él no conoce el amor: ¡el amor está en Dios!”
  • Todos estamos llamados a testimoniar que DIOS ES AMOR. Y de manera especial, en este tiempo de pandemia, es cuando mayor testimonio de amor, de comprensión, de perdón, de cercanía, de solidaridad, es el que debemos dar. Darnos al otro, acercarnos al otro, extender la mano al otro, porque somos amados por Dios y estamos llamados a amar a los demás.
  • Jesús nos invita a relacionarnos de manera confiada con ese Dios amor, un Dios Padre, nos invita a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio de amor de Dios. ¿Nos abrimos a ese misterio de amor?
  • Cuando llegamos a comprender el amor de Dios, podemos hacer vida las palabras que San Pablo: “Hermanos, alégrense, trabajen por su perfección, anímense, tengan un mismo sentir y vivan en paz”.
  • Hoy más que nunca estamos llamados a hacerlas vida. A todos ustedes les pido vivir con afecto y viva cordialidad. Vivir animándose, siendo portadores de esperanza ante tanta desesperanza que está presente en el corazón de muchos y que si no estamos atentos nos puede vencer.
  • Hay que “trabajar en nuestra perfección”. Todo cristiano tiene que esforzarse por ser cada día mejor, pero creo que es un llamado especialmente dirigido a los jóvenes. Es una invitación exigente que supone entusiasmo y decisión de ser mejores. Todos, pero ustedes jóvenes en forma particular, trabajen por sus vidas, pero trabajen de verdad, hagan vida sus ideales y piensen en grande, no en pequeño.
  • Recordemos que Dios tiene un proyecto de santidad para cada uno de nosotros y esto exige esfuerzo, sacrificio, trabajo y perseverancia. Debemos trabajar duro, para construir juntos un nuevo futuro. Trabajemos convencidos de que Dios nos ama y espera mucho de nosotros.
  • El apóstol también nos invita a “tener un mismo sentir”. En un mundo en el que han primado “muchos sentires”, en que cada uno miraba hacia sí mismo y era indiferente ante el otro, en un mundo en que se buscaba el dinero fácil, corrompiendo a otros y corrompiendo todos los principios, hoy se nos invita a tener un “mismo sentir”. ¿Cuál es ese sentir? Creo que es el AMOR, un amor que nos llevará a vivir como verdaderas familias, un amor que nos hará portadores de esperanza y confianza en el futuro ante una sociedad golpeada por el pesimismo, la tristeza, la muerte y la corrupción.
  • Si llegamos a comprender el amor que Dios nos tiene, llegaremos a vivir esa “Alegría” que nos repite hoy San Pablo. No seamos hombres y mujeres tristes, “un cristiano jamás puede serlo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con Él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles”.
  • Vivimos un tiempo difícil, y es hoy cuando se nos vuelve a hacer la invitación a estar alegres, porque tenemos a Jesús, hemos encontrado a Jesús, nos hemos llenado de su Espíritu y de su amor. Y Él es y será siempre para nosotros, la fuente de nuestra alegría.
  • Seamos esos hijos de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos llamar PADRE. Un Padre bondadoso, compasivo y misericordioso.
  • ¿Experimentamos a Dios como ese Padre cercano y bondadoso? ¿Me siento y vivo realmente como un hijo de Dios Padre?
  • Jesús nos invita a CONFIAR EN ÉL. El Señor nos descubre a un Dios Padre de todos y nos invita a seguirlo. Debemos seguir a Jesús en el sacerdocio, en la vocación sacerdotal que cada seminarista va madurando… seguirlo en la vida matrimonial, en la familia, en la política, en la economía, en el apostolado laical, en todo momento y en todo lugar. ¿Estamos dispuestos a seguir a Jesús? ¿Cómo entender este seguimiento?
  • Dios nos espera siempre. “¡Él nos ama tanto! Y el amor de Jesús que sentimos ¡es el amor de Dios!” (Francisco). El seguimiento a Jesús es en AMOR y por AMOR. La respuesta debe ser radical, no a medias… una respuesta que comprometa toda la vida.
  • Con los que quieran seguirlo, Jesús quiere formar una familia donde todos busquen “cumplir la voluntad del Padre”. Para esto, necesitamos acoger al Espíritu Santo… con el Espíritu Santo en nuestras vidas podemos ser verdaderos “TESTIGOS”, portadores de la Buena Noticia.
  • Este Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús…Será la fuerza, el impulso y la energía que hará de nosotros, testigos y colaboradores al servicio del proyecto trinitario de Dios. Entremos en el dinamismo de amor, de comunicación, de servicio, de compartir, de solidaridad y misericordia. La Fiesta de la Trinidad nos compromete a AMAR:
  • Una persona que ama a los demás, que vive la alegría de amar, que extiende su mano al necesitado y comunica esperanza, es reflejo de la Trinidad.
  • Una familia en la que se aman, se perdonan y saben ayudarse unos a otros, es un reflejo de la Trinidad.
  • Un sacerdote que se da día a día amando a los demás, que sirve sin medir tiempo ni lugar y vive coherentemente, es un reflejo de la Trinidad.
  • Una parroquia en la que se quiere y se comparten los bienes espirituales y materiales, es un reflejo de la Trinidad.
  • Seamos cada uno de nosotros REFLEJO DE LA TRINIDAD, es decir, reflejo del amor de Dios y recordemos que Francisco nos dice que “la santidad es reflejar a Dios”.
  • Que María, la buena Madre, abierta a Dios y a su proyecto, nos ayude a encontrar el camino que nos lleva al amor trinitario y al hermano necesitado de nuestro amor. ASÍ SEA.