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Un año de cercanía y soñar con una Iglesia quiteña diferente

Homilía en mi Primer Aniversario de Posesión Arzobispal

Quito, 02 de mayo de 2020

  • “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Con estas palabras del Salmo quiero expresar lo que siente mi corazón, una profunda gratitud a Dios por todo el bien que he recibido en este primer año en Quito. Un bien que ha llegado a manos llenas a través de la vida de los sacerdotes, seminaristas, religiosos, catequistas, movimientos laicales y fieles todos, pero de manera especial a través de Danilo y David, mis obispos auxiliares.
  • Me alegra mucho que todos ustedes estén aquí, junto a mí, en esta “Catedral virtual”. Es una verdad muy profunda. Estamos compartiendo esta celebración en una “gran catedral”. Celebro este primer año “a puerta cerrada”, pero con un corazón abierto a todos, en salida, porque la salida no es solamente física, ahora es una salida en el espíritu, y lo celebro con alegría y al mismo tiempo con preocupación, con temores, pero también confiando profundamente en el Señor de que saldremos adelante, de que el futuro espera mucho de nosotros y espera mucho, sobre todo de mí, como el Pastor de esta Arquidiócesis, que más que nunca debe caminar al frente, al medio y atrás, como nos pide el Papa Francisco a los Obispos.
  • Hoy celebro mi primer año como “pescador de hombres” en este “inmenso mar de Quito”. Siempre he dejado las redes. Las he ido dejando donde he estado, porque el Señor me ha llamado a nuevos mares, y esos mares cada vez fueron más grandes. Las he dejado con dolor, pero al mismo tiempo con la ilusión de quien va a una pesca mayor.
  • Ha sido un año de caminar, de peregrinar, de salir. He hecho vida las palabras que dije hace un año: “No seré Arzobispo de despacho”. Desde el primer momento salí y he recorrido muchos rincones de esta bella y grande Arquidiócesis. He estado en el Sur, en el Norte, en la zona Peruchana, en el Centro, en los Valles de los Chillos y Tumbaco.
  • He llegado a 86 parroquias, 6 Monasterios, muchas comunidades religiosas e instituciones. No pude alcanzar la meta de cien parroquias que me había propuesto debido a esta emergencia que vivimos, pero algunos dicen que he llegado a todas las parroquias virtualmente.
  • Pero creo, que el principal camino recorrido es el de haber llegado al corazón de todos ustedes mis queridos sacerdotes. Ha sido un año de ir rompiendo barreras e ir creando fraternidad; un año de cercanía y soñar con una Iglesia quiteña diferente; un año de compromisos y desafíos asumidos juntos. Un año de no defraudar la confianza que muchos pusieron en mí.
  • Hace unos años reflexionaba algo que hoy, para mí, tiene actualidad: “El Obispo vale lo que valen sus sacerdotes”. Yo valgo por lo que valen ustedes. Si algo valgo es por ustedes, por lo que ustedes realizan, por lo que ustedes hacen, por lo que ustedes evangelizan, por lo que ustedes construyen y siembran, pero de manera especial, por lo que ustedes son.
  • Gracias mis queridos sacerdotes por ser como son. Los he aceptado como son, con sus grandes valores humanos y sacerdotales, así también con sus errores y pecados. No son perfectos, como yo tampoco lo soy, pero juntos, siempre juntos, iremos caminando e iremos construyendo una Iglesia cada vez más misionera, valiente, en salida, cercana y misericordiosa.
  • Los he ido sintiendo cercano y me han sentido cercano. Hemos ido construyendo juntos esta relación. Les he dado tiempo, mucho tiempo a ustedes, pero, sobre todo, les he dado mi corazón de padre, de hermano y amigo. Y lo he hecho de manera especial en estos momentos duros que vivimos todos. Muchas noches de desvelos pensando en ustedes, sabiendo que les toca enfrentar una realidad dura, buscando el bien para ustedes, pidiendo por aquí y por allá para que no les falte una ayuda, y todo, todo, lo he hecho con un corazón de Pastor.
  • Se los decía el jueves sacerdotal: Ahora, más que nunca, he descubierto mi profundo amor por esta Iglesia quiteña, por esta Arquidiócesis. Ahora, ahora más que nunca, los extraño de verdad. ¡Cuánto anhelo verlos! ¡Cuánto anhelo abrazarlos! ¡Cuánto anhelo escucharlos! Mi corazón late cercano al de ustedes, y, siente sus angustias, interrogantes, incertidumbres y temores, como también valora enormemente toda esa creatividad pastoral que han sacado en esta crisis, porque ustedes, como yo, también son pescadores y en el nombre del Señor estamos echando las redes en las redes.
  • San Pablo, en la primera lectura nos invitaba a tener “un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y, buscando todos lo mismo”. Y hoy, en este primer año de caminar juntos, les pido a todos UNIDAD.
  • A todos ustedes, a mis hermanos Danilo y David, a cada uno de mis sacerdotes, a los seminaristas, a los religiosos y religiosas, catequistas, agentes de pastoral, al personal de la Curia, a todos los fieles, les quiero pedir un “gran regalo”, un regalo que es al mismo tiempo un verdadero milagro en la Iglesia: la UNIDAD.
  • Debemos estar convencidos, ustedes y yo, que la unidad del sacerdote con su Obispo y del Obispo con sus sacerdotes, la unidad de los religiosos con la Arquidiócesis, la unidad de los laicos en el proyecto pastoral, es fundamental. Por eso, hoy les pido este regalo de la Unidad, que es regalo y tarea. 
  • Esta unidad se logra en Cristo. San Pablo nos exhorta en nombre de Cristo a vivir en el amor y en la unidad. Es el Señor que nos une y nos conduce en la barca. En el Evangelio hemos visto que Jesús se “sube a la barca”, va con Pedro y con los otros, y los invita a “remar mar adentro”.
  • Con nosotros está Cristo y nosotros estamos con el Señor, en su nombre confiamos. Quizás hemos trabajado arduamente, pero lo hemos hecho solos, o pensando en nuestras fuerzas. Debemos decir como Pedro: “En tu nombre, echaré las redes”. Y les aseguro, que si cada uno lo dice y lo hace, si lo hacemos como Iglesia que peregrina en Quito, la pesca será abundante.
  • Pero, como me gustan los regalos, no sólo voy a pedirles la Unidad. También quiero pedirles otros dos regalos.
  • El segundo regalo es CONFIANZA. Vivimos momentos difíciles, llenos de incertidumbres. No vemos claro el futuro, hay mucho temor, pero es ahora, ahora más que nunca, que debemos confiar en el Señor. Es con el Señor que saldremos adelante, pondremos todos nuestros temores en su corazón, e iremos mar adentro, sabiendo que la Iglesia no se detiene, sigue adelante, que vamos a salir de esta crisis, que iremos descubriendo nuevos mares, pero lo iremos haciendo juntos.
  • El tercer regalo es AUDACIA. Una audacia más necesaria que nunca en estos tiempos de crisis. La audacia de los apóstoles que llevaron el Evangelio a todos lados. La audacia de los grandes obispos, sacerdotes, misioneros y laicos que construyeron esta Arquidiócesis. Que no tuvieron miedo en anunciar a Cristo en situaciones adversas.
  • Esta crisis nos ha sacado de nuestras realidades, a veces un tanto cómodas, y nos ha llevado a nuevos mares y agitados mares, impensados hace un poco más de un mes.
  • Por eso hace falta audacia, la audacia de seguir respondiendo a los tiempos, la audacia de estar comprometidos con los más pobres, de no dejar solo y desamparado a nuestro pueblo pobre y empobrecido hoy más que nunca. La audacia de arriesgar por una Iglesia nueva en un mundo nuevo. La audacia de apostar por una evangelización en las redes, pero sin olvidar la presencia real. La audacia de ser “pacientes”, porque es largo el camino que tenemos por delante y no podemos desalentarnos. La audacia de asumir el proceso de reabrir nuestros templos, porque debemos “volver a casa”, y, la audacia de “ser cercanos en medio del distanciamiento”, porque la caridad de Cristo y el amor del evangelizador, no conoce distancias, sino siempre cercanías.
  • Seamos queridos hermanos, esos “artesanos” de una Iglesia Viva en medio de una realidad de muerte. Los artesanos de una Iglesia llena de esperanza en medio de tanta desesperanza. Los artesanos de una Iglesia en salida, en medio de una cuarentena. Seamos los artesanos de una Iglesia que no se cansa de echar las redes, porque confía en ÉL.
  • Seamos artesanos de una Iglesia fraterna, unida, que ve un horizonte nuevo y que se lanza a mares siempre nuevos porque vive la “novedad del Evangelio” cada día.
  • He caminado de la mano y bajo el manto maternal de Nuestra Madre de la Presentación del Quinche. Ella con sus ojos de Madre, ahora marcados con las lágrimas de dolor, pero siempre con su mano Auxiliadora, me ha acompañado en este camino de ser pastor cercano y alegre. ASÍ SEA.