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Un camino marcado por la profecía

HOMILÍA DEL CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 30 de enero de 2022

Retomo hoy, queridos hermanos, la misión de ser “profetas” en nuestro tiempo, en nuestra realidad de hoy. Tú, yo, todos nosotros, que escuchamos la Palabra del Señor, que queremos vivir una vida cristiana auténtica, tenemos la misión de ser profetas hoy y aquí.

El Profeta Jeremías, en la primera lectura que se ha proclamado, es consciente de que es “llamado” a una misión: “Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones”.

Igual nosotros, estamos llamados, nuestra vida es una vocación. Dios nos llama, y nos llama por el nombre. Te llama y me ha llamado para una misión, para ser profetas. ¿Cómo hacer esta misión? ¿Qué debemos decir?

Jeremías nos revela las palabras de Dios: “Prepárate para decirles todo lo que yo te mande…No les tengas miedo”. El profeta habla en nombre de Dios, el profeta anuncia y denuncia al mismo tiempo. El profeta no debe buscar “agradar” a los demás, a decirles cosas que les guste y no a hablar con claridad y con valentía.

¿Nos falta esa valentía profética como Iglesia hoy? ¿Nos falta esa valentía profética como cristianos hoy? ¿Por qué callamos ante las injusticias? ¿Por qué callamos ante tanta muerte y ante tantas leyes que buscan la muerte de inocentes?

No callemos, gritemos, no solamente hablemos, gritemos de que la vida es sagrada; gritemos la prevalencia del amor como nos dice la segunda lectura, el hermoso “Himno de la Caridad” de San Pablo; gritemos la responsabilidad social en el cuidarnos, vacunarnos y respetar las medidas de bioseguridad frente a esta pandemia; gritemos el valor de la familia en nuestra sociedad, la familia como Dios quiere, no como las ideologías quieren imponernos; gritemos las injusticias sociales que vemos a diario.

Jesús es el “Profeta de Dios”, su voz, su palabra, no gustó a todos. En muchas aldeas gritaban: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros”, y ello porque se sorprendían ante las palabras y gestos de Él. Pero, vemos que no es lo que sucede en Nazaret.

Recordemos el Evangelio del domingo anterior. Jesús lee el pasaje del profeta Isaías y al final dice: “Esta escritura se ha cumplido hoy”. Él se presenta como el Profeta de los pobres, el Profeta que libera, sana, levanta y cura.

La reacción primera es de admiración, pero luego es de rechazo. Jesús no se sorprende, les recuerda un conocido refrán: “Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su tierra”.

Francisco nos dice: “Lo que podría considerarse un éxito, se convirtió en un rechazo rotundo. El pueblo nazareno primero escucha y se queda asombrado; luego se pregunta perplejo: “¿de dónde vienen estas cosas?”, ¿esta sabiduría? … y al final se escandaliza, reconociendo en él al carpintero, el hijo de María, a quien vieron crecer”.

Pudiéramos preguntarnos el porqué de la actitud de este pueblo. Francisco nos dice que ellos, “… en lugar de abrirse a la realidad, se escandalizan: ¡Dios es demasiado grande para rebajarse a hablar a través de un hombre tan simple!” Es que así lo ven a Jesús, lo ven como el “hijo de José”, es decir, “el hijo del carpintero”, uno de los suyos.

Jesús ante este rechazo les recuerda situaciones de rechazo a Dios y de cómo Dios ha actuado en favor de aquellos que están abiertos a Él. El pueblo ante esto se enfurece: “Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo…” Y Jesús, “se abrió paso entre ellos y se fue alejando”. Nazaret entonces se quedó sin el Profeta Jesús.

Jesús es Profeta, su autoridad proviene de Dios, como provenía de Dios la misión de Jeremías. A ejemplo de Jesús debemos vivir nuestra actitud profética.

Recordemos que los rasgos del profeta son inconfundibles: “En medio de una sociedad injusta donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el profeta se atreve a leer la realidad desde la compasión de Dios por los últimos. Su vida entera se convierte en “presencia alternativa” que critica las injusticias y llama a la conversión y el cambio” (José Antonio Pagola)

¿Somos nosotros esa “presencia alternativa” en nuestra sociedad, en nuestra Iglesia? ¿Hay profetas hoy o la Iglesia se ha quedado sin profetas? Un cristianismo sin espíritu profético corre el grave peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios, y el Papa Francisco nos insiste siempre a “dejarnos sorprender por Dios”. Él afirma: “El Señor nos invita a adoptar una actitud de escucha humilde y de espera dócil, porque la gracia de Dios a menudo se nos presenta de maneras sorprendentes, que no se corresponden con nuestras expectativas. Dios no se ajusta a los prejuicios”.

Hoy, vivimos este camino sinodal, un camino marcado por la escucha, pero creo también, debe ser un camino marcado por la profecía. Queremos una Iglesia valiente, profética, clara en su mensaje, que cree fraternidad, que escuche a todos y acoja a todos.

Y hoy esta voz profética de la Iglesia, de nosotros los cristianos tiene que hacerse escuchar ante la pretendida ley que quieren imponernos, una ley que no respeta la vida del inocente; una ley que cierra los ojos ante el violador, pero se ensaña contra el niño inocente en el vientre de la madre; una ley que pretende imponer el aborto como derecho, cuando no lo es; una ley apoyada con tambores y gritos que no son proféticos, sino gritos de muerte.

Hoy, sin miedo, haciendo mías las palabras de Jeremías, “Mira: yo te convierto hoy en plaza fuerte”, vuelvo a levantar mi voz proclamando el valor de la vida desde su concepción hasta la muerte natural, y vuelvo a decirles que no se manchen las manos de sangre de inocentes. Sigamos siendo profetas de la vida, no nos cansemos de defender la vida y de trabajar en favor de la vida en todo sentido.

Que María, “portadora de vida”, anime nuestro camino y nuestra misión en bien de todos y sea la fortaleza en esta defensa de la vida. ASÍ SEA.