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“Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación”

HOMILÍA EN LA FIESTA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Bethania, 16 de mayo de 2021

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Hemos ido recorriendo pascual anunciando la alegría de Cristo Resucitado y la esperanza en medio de un mundo desesperanzado, que sigue llorando la muerte de miles de miles de hermanos a causa de la pandemia.

Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. Esta fiesta nos eleva a mirar al cielo sin descuidar la tierra, además, debe mover nuestra vida de cristianos para salir al encuentro de los demás.

Como nos dice Francisco. “Celebrar la Ascensión es celebrar que nuestra meta es el cielo”.

Siempre me ha llamado la atención la Palabra de Dios que se proclama hoy: “Y una nube lo ocultó de su vista, ellos quedaron mirando fijamente al cielo, y dos hombres vestidos de blanco se les presentaron y les preguntaron: “¿Por qué se han quedado mirando al cielo?”

Estoy convencido de que no estamos llamados para quedarnos mirando al cielo. El cristiano, tú, yo, todos, estamos llamados a mirar al cielo, pero también, debemos tener puesta nuestra mirada en la tierra. Somos llamados a mirar al cielo y poder ver al mismo tiempo al hermano que sufre, que llora, que está hambriento, desnudo, necesitado de tantas cosas.

Claro que debemos dirigir nuestra mirada al cielo, no estoy diciendo que no. Esta Fiesta orienta nuestra mirada al cielo pues Jesús Resucitado ascendió al cielo y da un mandato a sus discípulos y a la Iglesia: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación”.

Francisco afirma con claridad: “La Ascensión nos exhorta a levantar la mirada al cielo, para dirigirla rápidamente a la tierra, llevando adelante las tareas que el Señor Resucitado nos confía”.

Me gusta la palabra “rápidamente”, no podemos perder tiempo en mirar a la tierra. Es que hoy es más urgente que nunca mirar al hermano. En este tiempo de pandemia, cuando la pobreza ha crecido, cuando existe una realidad social tan dramática, hay que mirar a la tierra, tenemos la obligación moral de mirar a la tierra, ver al hermano.

No dudo de que aspiramos a algo más. Todos aspiramos a un amor sin egoísmos, aspiramos a una vida plena, aspiramos al cielo, pero, y, el pero es importante, sin olvidarnos que el único camino que tenemos para ir al cielo es la tierra.

Por eso, ese cielo al que estamos llamados se lo gana mirando a la tierra, sirviendo al hermano concreto, con rostro concreto. Al hermano que necesita una mano que lo levante, un consejo que lo consuele, un corazón misericordioso que acuda a él.

Y este es el desafío de la Iglesia. Un desafío de ayer, un desafío de hoy y de siempre. El evangelista nos dice que los apóstoles fueron a pregonar el Evangelio a todas partes y el Señor estaba con ellos confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Salieron a anunciar el Evangelio, no se quedaron en éxtasis. Peligro que corren muchos cristianos hoy. No faltan quienes están encerrados, quienes quieren vivir su fe de cristianos en una burbuja, cristianos cómodos, instalados, desencarnados de la realidad que vivimos en este mundo.

Hay movimientos eclesiales, no uno, varios lamentablemente, que viven en un espiritualismo alienante. Sólo miran al cielo, no miran al hermano. Se contentan con lo que sienten en su corazón y se olvidan de mirar, de abrir sus brazos, de agacharse para atender al necesitado.

Asumamos el desafío de salir. Salir y anunciar, el desafío de ir y evangelizar. Es un desafío que nos dejó el Señor al despedirse de nosotros. Debemos ir y anunciar la Buena Nueva de la Salvación a todos.